Mareando el diésel

Si habrá subida de impuestos al gasóleo de automoción o no y de su cuantía es algo que aún está por ver, pero de momento será que no. De todas formas tarde o temprano caerá la subida, aunque solo sea por una indudable tendencia europea: ahora mismo, y desde hace años, el gasóleo español es el más barato de los países de nuestro entorno y uno de los más baratos de la UE. Tampoco es que los impuestos verdes, por otro lado, sean algo novedoso. Hace poco más de un año escribía sobre la difícil y lenta progresión de los …

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Si habrá subida de impuestos al gasóleo de automoción o no y de su cuantía es algo que aún está por ver, pero de momento será que no. De todas formas tarde o temprano caerá la subida, aunque solo sea por una indudable tendencia europea: ahora mismo, y desde hace años, el gasóleo español es el más barato de los países de nuestro entorno y uno de los más baratos de la UE. Tampoco es que los impuestos verdes, por otro lado, sean algo novedoso.

Hace poco más de un año escribía sobre la difícil y lenta progresión de los vehículos cero emisiones. Pero, en este tiempo, la transformación del parque móvil se ha convulsionado.

La caída de ventas acumulada de vehículos diésel ha sido de casi 10 puntos y veníamos de un 8% de caída ¿Es eso bueno? Pues no, es nefasto porque, aunque una pequeña parte ha ido a parar a vehículos eléctricos, la mayoría se ha derivado a vehículos de gasolina, con lo que las emisiones de CO2 aumentan, aunque las de las peligrosas partículas del diésel disminuyan.

Ahora mismo comprar diésel es un pésimo negocio pero, de nuevo, se ha aparcado el tema de los vehículos de combustible fósil con otro plan renove. Se penaliza repostar gasóleo pero se subvenciona la compra de vehículos con etiqueta C, vamos, los convencionales solo que nuevos. Más chatarra y misma polución. Tienen más ayudas los ECO y CERO, pero no se apuesta decididamente por este mal menor. Hablo de mal menor porque la producción de electricidad o gas natural dista mucho de ser inocua, aunque ese es otro asunto.

El avance en la disminución de emisiones es, ahora mismo, directamente falso. De hecho las esporádicas bajadas de emisiones de las últimas décadas más bien se deben a crisis económicas y a la pujanza del gas natural. 2020 no es un buen ejemplo porque la pandemia ha trastocado todo.

Pero, seamos realistas, los vehículos diésel se van a acabar más pronto que tarde. Los primeros en la lista son los coches privados, porque para el transporte o vehículos agrícolas aún falta mucho para que se establezcan alternativas viables.

Más vale que lo vayamos asumiendo. Así como que esto sucederá antes de 2040, la fecha en que se dejarán de vender en el Estado vehículos nuevos de gasolina o gasoil. De hecho no falta quien vaticine que al vehículo particular a gasóleo le queda poco más de cinco años, ante la impresionante caída de ventas de los dos últimos ejercicios. Países como Noruega, con la movilidad eléctrica en pleno auge, ya dan por hecha la desaparición de los diésel en 2025 e incluso los de gasolina.

Ahora mismo todas las fechas parecen lejanas, pero habría que plantearse no repetir el error del carbón, que fue dilatar la solución del problema, aún sabiendo de sobra cuál era, hasta que no quedó otro remedio.

Estamos aún en la época del petróleo que llamamos barato. Aún confiamos en la existencia de reservas y se sigue en la huida hacia adelante con técnicas tan dañinas para el medio como el fracking. Pero es cuestión de tiempo llegar al mismo escenario que el carbón: combustible cada vez menos abundante y más caro. El diésel era una forma de refinado también muy barata, pero sus costes ambientales y de salud han resultado muy caros.

Las economías familiares, muy golpeadas por los últimos coletazos de la crisis inmobiliaria y rematadas por la pandemia, no pueden asumir una sustitución de vehículos masiva, ni ésta es deseable. El diésel se irá, pero quedarán un montón de cacharros con ruedas en manos de las economías más débiles y se dará permisividad a que sigan circulando, a cambio de unos impuestos un poco más caros.

Penalizar las emisiones es, en esto tienen razón los negacionistas, una maniobra puramente recaudatoria. Funcionamiento a crédito, solo que los fondos de esta hipoteca son la salud comunitaria y la del planeta.

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