Lambán recurre al nacionalismo radical para felicitar el año nuevo

En un discurso autocomplaciente, el presidente de Aragón, Javier Lambán, ha asegurado que ha actuado “en todo momento anteponiendo la salud y la vida de los ciudadanos a cualquier otra prioridad”, y ha querido tapar sus errores de gestión centrando su discurso en una defensa radical del nacionalismo hispano-madrileño y sus sagradas instituciones.

Lambán en su discurso | Foto: DGA

Como presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, ha comenzado su discurso lamentando que “por segundo año consecutivo, celebremos la Navidad en pandemia”, y asegurando que el ejecutivo aragonés “ha actuado en todo momento anteponiendo la salud y la vida de los ciudadanos a cualquier otra prioridad”, olvidando que tras dos años de covid ha sido incapaz de aprobar un Ley de Pandemias, obviando que bajo su gestión Aragón ha sufrido una -o dos- olas más que nuestro entorno, o esquivando la situación de saturación de Atención Primaria y sus recortes en el Salud.

Desde el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza -lugar elegido para su discurso de fin de año- Lambán ha asegurado comprender “el cansancio y el escepticismo de la gente”, y sentir preocupación por “las repercusiones emocionales y económicas de las medidas adoptadas” por su gobierno, pero ha olvidado que las ayudas económicas de la DGA sólo han llegado a las grandes empresas, dejando al tejido productivo aragonés, y a la sociedad en general, a su suerte, tampoco ha hecho mención a las contradictorias medidas adoptadas por su gobierno, que han dejado al albur de la responsabilidad individual la lucha contra el covid.

En 2022 se cumplirán 40 años de la aprobación del Estatuto de Autonomía de Aragón, y Lambán ha aprovechado esta circunstancia para asegurar que “después de siglos de decadencia” -suponemos que en referencia al Clan de los Borbones- , esta efeméride “permitirá comprobar que el autogobierno ha hecho más grande” a Aragón, “además de permitir recuperar el terreno perdido en términos de bienestar y prosperidad”, y ha señalado que “incluso quedando inversiones y actuaciones pendientes” por parte del gobierno del Estado español, “que tenemos que exigir con rotundidad, el cambio experimentado ha sido espectacular”.

“El talento, creatividad y esfuerzo de los aragoneses para lograr avances destacados en diversos ámbitos contrasta con el escaso número de habitantes en el conjunto del país”, ha indicado, lo que a juicio del presidente aragonés “puede compensarse con más unidad, concibiendo Aragón como un proyecto común, trabajando juntos para superar las diferencias ideológicas, lo que beneficiará la posición” de Aragón “capaz de generar tranquilidad y atraer inversiones”, esto es, que su gobierno necesita tranquilidad, o paz social, o una sociedad modorra, para poder seguir “atrayendo inversiones” en neolengua, en roman paladino que necesita una sociedad aborregada para continuar vendiendo el territorio de todos y todas las aragonesas al mejor postor.

Javier Lambán, una vez más, ha centrado su discurso en una defensa radical del nacionalismo hispano-madrileño y sus sacrosantas instituciones. Así, ha reiterado su criterio acerca de “el derecho y la obligación de Aragón de ayudar a construir el gran proyecto común de España, con un mismo destino”, en clara referencia a la definición que la Falange hace de España -un destino en lo universal, sic-, y defendiendo “una relación de lealtad mutua y de cooperación con el Gobierno de España para afrontar retos como el paro, la financiación autonómica, la despoblación, los problemas del campo, la subida de los precios, la violencia machista o la propia pandemia”.

Por otro lado, Javier Lambán ha recordado su criterio para diferenciar a los buenos de los malos ciudadanos, mostrando su “preocupación por los intentos de acabar con la Constitución que ha posibilitado los mejores 43 años de nuestra historia” y esgrimiendo que “en ese contexto la falta de entendimiento entre los partidos constitucionalistas permite a los radicales de todos los signos condicionar la política del país, lo cual genera inestabilidad y resta eficacia a las instituciones nacionales a la hora de afrontar los grandes desafíos”, esto es, son buenos ciudadanos los obedientes y sumisos con el poder estatal, y muy malos aquellos que plantean superar el corsé de la Constitución del 78 para avanzar en derechos y libertades, y -a juicio de Lambán- sólo tienen derecho “a condicionar la política del país” los que él considera buenos ciudadanos. Para el resto, ajo, agua, y Ley Mordaza.

Reforzando esta idea maniquea de buenos y malos ciudadanos, Lambán ha apuntalado su creencia virtual en “el valor de la tolerancia y la seriedad frente a la frivolidad y la prepotencia, el valor de la moderación frente al radicalismo, el valor de la transversalidad frente al sectarismo. En resumen, apreciamos mucho el valor del sentido común para tomar decisiones acertadas y parece razonable, por tanto, que actuemos en consecuencia”, en un claro ejemplo de ese refrán castellano que dice ‘consejos vendo que para mi no tengo’.

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