La vuelta de Delirium Tremens: el "hordago" ha merecido la pena

Treinta años después, Delirium Tremens sigue siendo lo mismo, una banda de rock sencilla, especial y querida, que vive el escenario de forma serena, con una llaneza que seduce y engancha, como así quedó patente el pasado sábado en el BEC de Barakaldo

Concierto de Delirium Tremens el pasado sábado en el BEC de Barakaldo. Fotos: Diego Marín

Delirium Tremens fue una isla de calma en un mar de punk rock vasco embravecido, militante y destroyer. Era 1989, y Delirium publicaba “Ikusi eta ikasi”, un disco con el que la banda se adelantó a su época, con un rock sencillo, sin florituras, con llegada, de sonido limpio y que transmitía tal autenticidad que fue acogido tanto por punks, poperos o baserritarras.

Delirium Tremens tuvo un estilo muy especial de guitarras nítidas, medios tiempos, frases cortas y directas, palabras claras, y una voz muy particular de Andoni Basterretxea, que transmitía sencillez y serenidad. Tras “Ikusi eta ikasi”, se incorporó a la banda Iñigo Muguruza, con quien grabaron “Hiru aeroplano”, su último disco de estudio. Tras la muerte de Iñigo, en 2019, los miembros de Delirium Tremens se juntaron para homenajearlo. Ese fue el momento en el que no pusieron resistencia a ser picados por el gusanillo del retorno.

Treinta años después, Delirium Tremens sigue siendo lo mismo, una banda de rock sencilla, especial y querida, que vive el escenario de forma serena, con una llaneza que seduce y engancha, como así quedó patente el pasado sábado en el BEC de Barakaldo.

Antes de Delirium Tremens, tocaron McOnak y Des-Kontrol, que se encargaron de abrir paso para los protagonistas de la noche. Las tres bandas estaban de cumpleaños. McOnak celebraban su décimo aniversario, mientras que los de Arrasate hacían nada más y nada menos que veinticinco años de punk-rock y oi!, que continuarán celebrando durante todo el año en la gira “25 urte”.

El sonido, que no fue el esperado para un evento de estas características, no desarmó las ganas de disfrutar del personal que, o bien llevaba más de treinta años sin ver un concierto de Delirium Tremens, o no los había visto nunca, y que disfrutó del reencuentro, en el que pesaron mucho más las ganas y la emoción que las cuestiones técnicas.

El riff de “Ihes”, con ese guitarreo de sabor ochentero, desató las primeras sonrisas emotivas, los primeros tránsitos mentales, con los ojos cerrados, a un mundo pasado, con algo de nostalgia de la buena, seguro, entre muchos de los asistentes. Comenzaba el viaje, lleno de xarma y de rock sin artificios, hacia el recuerdo de lo viejo y el encuentro con lo nuevo.

Y si bien Delirium dio pinceladas de su nuevo trabajo, “Hordago”, la importancia del concierto recayó en sus temas míticos, aquellos que el público esperaba, eso sí, sin desmerecer su nuevo disco, del que tocaron la mitad de los temas: “Hola tío!”, “Ibaiak gara”, “Garuna” y “Aio”. Lo nuevo prolonga la esencia Delirium ¿Qué ha pasado en estos treinta años? Es como si para Delirium Tremens no hubiese pasado el tiempo. El Hordago ha merecido la pena.

Tras “Ikusi eta ikasi” y “Ni naiz naizena”, Delirium se despidió. Pero no era cierto. Todavía quedaban por despejar algunos nubarrones con la mítica “Laino ilunak”. El final fue anticipado con un “Hartu barkua eta bagoaz”, coge el barco y nos vamos, como dijo Andoni, delatando esa espera deseada de “Boga boga”, que puso el punto final a una noche de rock, emoción y reencuentro.

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