Esta semana desaparece una parte importante de nuestra historia. Para todos los que hemos vivido a su sombra, el derribo de la central térmica de Andorra es una pérdida irreversible de identidad con nuestra tierra y su paisaje. Se trata, sin duda, de algo puramente sentimental y simbólico porque el daño en lo material ya está consumado y comenzó hace décadas. Por eso no deja de sorprender el oportunismo que hasta el último día van a demostrar algunos políticos.
Hoy se consuma el final de un mal que nos causaron hace mucho. Nunca hubo la voluntad real de buscar una solución para la térmica. Todo eran buenas palabras de instituciones y empresas, promesas de una reindustrialización que nunca llegó y una reconversión que ninguna autoridad se tomó nunca en serio. Se ha mantenido durante años, incluso décadas, una ficción destinada a adormilar y mitigar las razonables respuestas de una población que no solo perdía su medio de vida sino el futuro para su tierra. Una cruel anestesia regada a base de titulares y planes de subvenciones que poco o nada podían hacer para salvar la situación.
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— Guillén 🏳️🌈 (@guillenandorra) May 13, 2022
Después de tantos años las mentiras del progreso están al descubierto. Ahora los campos se vallan para colocar renovables y la vieja industria se demuele sin ningún sustituto. Los escombros yacerán junto al raquítico esqueleto de una cementera que nunca llegó a terminarse y a la carretera que se usará para marcharse o para volver únicamente de visita.
Y por si fuera poco convertirán el evento en una fiesta. Oda a la hipocresía de quienes mercadean esperanzas y empleo a cambio de votos y buenos posados para las portadas de los periódicos. Nunca, como digo, nadie tuvo la más mínima intención de frenar este desenlace y conseguir que la central se quedase donde está y siguiese produciendo. El mercado manda y era mucho más barato comprar carbón de países lejanos que explotar el nuestro. También más barato producir con gas que con carbón. Todo, siempre, cada vez más y más barato según el mercado y más rentable para algunos, pero el precio de la energía no ha dejado de subir y en plena crisis estructural del mercado energético mundial el Estado español y los aragoneses en particular nos deleitamos destruyendo nuestra infraestructura energética que hasta poco más de un año funcionaba sin problemas.
A esta fiesta se ha unido la extrema derecha de Vox, que ahora trata de cazar despistados en el mundo rural a base de mucha soflama y poca coherencia. Mucha agitación y muy poca cabeza, llamando ahora a defender la “soberanía energética” como si eso fuera posible teniendo un oligopolio de empresas energéticas privadas en algunos casos, como en el de Endesa, vendidas a países y empresas extranjeras. Cualquiera entiende que un país tiene que tener “soberanía energética” pero muy pocos están dispuestos a asumir el coste de reconocer que eso supone romper con la legislación de la Unión Europea y salir de ella, cambiar toda la estructura de propiedad y nacionalizar empresas así como una profunda remodelación en el mercado, la industria energética y su modelo productivo. ¿Va Vox a reconocer las implicaciones de sus palabras y va a oponerse a la salvaje dictadura del mercado o va a quedarse en la frase fácil sin ninguna propuesta real? Creo que sabemos la respuesta.
Sin embargo no son ellos los más oportunistas en esta historia. El propio gobierno ha esperado a esta semana para anunciar su medida estrella: empleos anunciados justo la semana del derribo. Una planta química de la mano de la compañía Oxaquim, que ya cuenta con un centro en Alcañiz y que promete más de 300 empleos en una nueva planta en Andorra. Está claro que los habitantes del mundo rural, si quieren empleo, necesitan elecciones cada seis meses.
Y no deja de ser gracioso que el paladín españolista Lambán acuda a la burguesía catalana para que le salven la papeleta en medio de su cruzada anticatalana. En un acto de cultura caciquil a la que ya nos tienen muy acostumbrados, Jaime Miquel Voltas, presidente de Oxaquim, acompañado por el presidente Javier Lambán y por el vicepresidente Arturo Aliaga, alabó la “calidad humana” de los trabajadores aragoneses a los que no dudó en calificar no como trabajadores sino como “colaboradores-empleados”, haciendo notar lo importante que es para él como empresario la baja conflictividad social en nuestro país y la abnegada entrega de sus trabajadores.
Jaime Miquel Voltas, el virtuoso burgués encargado de salvar la papeleta al presidente Lambán (quién sabe si devolviendo algún favor pasado que hoy día desconocemos) en las promesas que le hizo al pueblo de Andorra, fue condenado en 2002 a seis años de cárcel por contaminar el río Francolí. Oportunistas, como vemos, no faltan en esta tierra.
Sin embargo, la daga en el cuello de la industria energética bajoaragonesa no la pusieron los catalanes. Para cualquiera con cabeza es incomprensible el modo en el que se han aplicado los protocolos europeos sobre emisiones de CO2. La UE es una estructura criminal que en nombre del ecologismo ha servido para acabar con nuestra industria sin conseguir ningún avance en términos climáticos. Los responsables están en Europa pero también aquí. La privatización de Endesa fue el primer explosivo colocado en los cimientos de la térmica. Y con ella todos sus tejemanejes para enriquecer a unos pocos del oligopolio eléctrico. Lo contamos en KoinéTV en un vídeo en el que repasamos la historia de la privatización de Endesa.
Tampoco se puede exculpar a los grupos ecologistas que siempre primaron el desmantelamiento a la reconversión industrial y el territorio. Total para que cuando lleguen las renovables no tengamos ni sostenibilidad ni empleo ni territorio. Podríamos darles la enhorabuena ya que por fin lograron el desmantelamiento que querían, pero habría que recordar que la energía que consumimos sigue siendo contaminante y este viaje no ha servido para absolutamente nada.
Como si de un espectáculo ajeno se tratase, los andorranos y bajoaragoneses asistimos a la demolición de la térmica anestesiados por la enésima promesa de salvación. Sin tener nada entre las manos, salvo palabras y compromisos, vemos desaparecer lo único que hasta ahora ha sido real, útil y efectivo.