La paradoja tropical del Ebro: menos agua y más crecidas con casi la misma lluvia

Los registros de los últimos años confirman la tendencia descendente de los caudales tanto en el río principal de la cuenca como en sus afluentes por el cambio de patrón de las precipitaciones, el aumento de la evaporación con el calentamiento global, la sobreexplotación del regadío y el papel de sumidero de la creciente cubierta vegetal de la tierra que se abandona

El caudal de los afluentes de Ebro tiende a sus cotas históricas más reducidas PxHere CCO
El caudal de los afluentes de Ebro tiende a sus cotas históricas más reducidas | Foto: PxHere (CCO)

La reducción de caudales “se está dando en toda la cuenca del Ebro, y puede que sea generalizada en toda la península ibérica”, explica Alfredo Ollero, profesor de Geografía y Ordenación del Territorio en la Universidad de Zaragoza y uno de los principales estudiosos de las dinámicas del río.

Ese proceso, que comenzó a darse en los años 70, viene manifestándose de una manera intensa en los últimos años tanto en el eje de la cuenca del Ebro como en la mayoría de sus afluentes, según indican los datos facilitados por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), en cuyas gráficas pueden apreciarse un trazado de ‘dientes de sierra’ en el que el pico bajo tarda cada vez menos en repetirse.

A principio de siglo se daba cada siete u ocho años, ahora no suele tardar más de tres, cuatro a lo sumo, mientras los picos de máximos suelen coincidir con las etapas de grandes crecidas, algo que invita a aplicar matices cualitativos al análisis cuantitavivo ante la posible influencia estadística de ese factor.

“Las crecidas cada vez tienen más peso en el caudal medio. Esas medias aumentan por el efecto [estadístico] de las crecidas. Si suprimiéramos las crecidas en los cálculos la reducción de los caudales sería todavía mayor”, anota Ollero.

Y no es que la que se aprecia sin excluirlas sea menor: “en medio siglo se ha perdido el 25% del caudal de la cuenca”, explica el profesor, en línea con las conclusiones que van exponiendo los técnicos de la CHE, que ya en 2008 apuntaban a una reducción de esa magnitud, de los 17.800 hectómetros cúbicos de aportación media anual que manejaban los gobiernos trasvasistas de Felipe González y José María Aznar a partir de una serie que iba de los años 40 a los 90 a los 13.869 que arrojaba la de 1980 a 2005.

La de 2007 a 2022 (quince años) cae a 8.701, menos de la mitad de lo que nos contaron en su día Josep Borrell y Jaume Matas, la de 2013 a 2022 (una década) repunta a 9.432 y la de 2018 a 2022 (un lustro) se queda en 8.577 pese a incluir dos riadas de elevada magnitud como las de 2018 y 2021, en las que el Ebro llegó a superar los 2.000 metros cúbicos por segundo a su paso por Zaragoza, un dato que apunta en la dirección que sugería Ollero.

En el apartado de las crecidas no se puede obviar otro factor: aunque las hay de gran magnitud, los embalses retienen las de menor caudal, y eso favorece el estrechamiento de los cauces al reducirse la aportación de sedimentos y facilitar, así, la colonización de las riberas por varios tipos de vegetación.

Regar los Monegros y La Plana y asilvestrar el Bajo Aragón

“Se sigue consolidando el descenso de caudales que comienza en los años 70”, anota Ollero, que apunta varias causas que, junto con el aumento de la demanda por la intensificación de la actividad agrícola y ganadera, cuya demanda ya supera los 8.000 hectómetros cúbicos, tienen que ver con ese proceso.

“Hay una mayor evaporación por el aumento de las temperaturas”, tanto en el caso de las masas de agua retenidas en los embalses, que es mayor que cuando el agua circula, como en la evapotranspiración que realizan las plantas.

Este último vector se ha visto claramente incrementado en los últimos años al haber crecido tanto la superficie dedicada al regadío, en la que la realización de dos cosechas resulta más frecuente que extraordinaria en todo el país, como la cubierta vegetal por el abandono de montes y zonas de media montaña.

Los datos del Iaest estiman que entre 1990 y 2018 el terreno dedicado a cultivos de regadío, arrozales y fruta creció en 534.526 hectáreas, con un incremento del 140% sobre las 382.210 iniciales, mientras que la superficie forestal aumentó en 131.524, en este caso con un crecimiento del 5,5% sobre los 2,37 millones iniciales.

Esas cifras equivalen a que en menos de treinta años se ha puesto en regadío una superficie equivalente a la que suman las comarcas de Monegros y La Hoya y se ha ‘asilvestrado’ por abandono una extensión como la que ocupa el Bajo Aragón turolense, en ambos casos con el consiguiente aumento de la demanda de agua.

Llueve menos y cae más agua en otoño

Las lluvias muestran una tendencia a la baja, más ligera que acusada, en los últimos años y especialmente en 2022 en zonas tanto de llano como del Pirineo. Aunque quizás más relevante que el volumen sea el cambio de patrón que se está produciendo en la caída de esas precipitaciones, con una clara tendencia a concentrarse en otoño y a perder frecuencia en primavera.

“Dentro del contexto del cambio climático estas variaciones entre precipitaciones estacionales pueden ser explicadas por una subtropicalización del clima con una reducción de las precipitaciones desde invierno a verano; y un incremento del porcentaje de la lluvia de otoño”, señala la documentación básica del Plan Hidrológico del Ebro, que también reseña "un decrecimiento general en la precipitación anual en la mayoría de los observatorios” meteorológicos.

Esa caída se da en tres vertientes: se reduce “el número de días lluviosos y la intensidad de la precipitación” al tiempo que se incrementa “la duración de los días secos", en un fenómeno de “decrecimiento en la precipitación” que resulta “muy marcado en las cabeceras [de los ríos] durante el invierno y el verano” y que se registra en menor medida en otoño, como está ocurriendo este año.

Ese aumento de las jornadas sin precipitación también resulta clave para comprender la reducción de los caudales circulantes en los ríos de la cuenca, puesto que la mayor sequedad del suelo hace que este absorba mayor parte del agua que va cayendo y reduzca la circulación hacia los acuíferos y los cauces.

La situación en los principales sistemas fluviales

Esa confluencia de factores está provocando una notable caída de los caudales que circulan por los ríos aragoneses, navarros y catalanes en los últimos años, en un fenómeno que, aunque con ‘dientes de sierra’ en las gráficas, tiende a marcar bajos registros, especialmente el año pasado y en este.

Esta es la evolución de los caudales medios y las aportaciones en los principales sistemas fluviales de Aragón, con datos por años naturales y no hidrológicos:

Ebro: el cauce principal de la cuenca llevó el año pasado a Tortosa 6.339 hectómetros cúbicos, con una media de 201 metros cúbicos por segundo que este año no alcanzará ni de lejos, ya que cerró octubre con sendos registros de 3.217 y 102. Un año antes las cifras se quedaron en 7.442 y 236; más cerca, como los anteriores, del tercio que de la mitad de aquel dato de los 90.

Ega y Arga: los dos grandes ríos navarros atraviesan uno de sus años más secos, con sendas aportaciones medias en octubre de 5,28 y 24,4 metros cúbicos por segundo que se sitúan en la mitad de sus medias de casi 12 y 44 de los últimos 18 ejercicios. El hecho de tratarse de ríos apenas regulados y con escaso aprovechamiento hidráulico hace que sus fluctuaciones sean más acusadas.

Aragón: este gran río pirenaico lleva en lo que va de siglo cuatro de sus peores registros históricos, con caudales medios inferiores a los 25 metros cúbicos por segundo en la cola del embalse de Yesa, que recoge las aportaciones de la malla fluvial de La Jacetania y el Roncal. Los bajos registros que se dan en su desembocadura en Caparroso son consecuencia de la intensa explotación extractiva de sus recursos, aunque el hecho de que en cinco de los últimos diez años su aportación a ese pantano se sitúe por debajo de los mil hectómetros cúbicos cuando llegaba a superar los 2.000 apunta a un claro desplome de las aportaciones en régimen natural.

Galligo: el río oscense es uno de los pocos que ofrece un caudal medio superior a la media del siglo en su cabecera, con 1.380 litros por segundo de enero a octubre de 2023 frente a un promedio de 1.061 para el periodo 2004-2022. Por el contrario, a lo largo de este año ha venido desembocando en el Ebro en Zaragoza con menos de la tercera parte del caudal que suele llevar, algo que ya ocurrió en 2022 y que es consecuencia de la combinación de menores aportaciones naturales y una extracción que no varía.

Cinca: a la Cinca le ocurre como al río anterior. Llega esquilmado a Fraga con un tercio del caudal habitual, ya de por sí reducido por la regulación de Mediano y El Grado, a pesar de que la reducción de las aportaciones no es muy acusada en su cabecera, donde llega a Lafortunada con una merma del 30% sobre el chorro habitual y donde el Ara sufre una caída similar. Ese decrecimiento es intenso en la malla del Alcanadre, que se deja en su recorrido de Guara al Baix Cinca más de dos tercios este año tras haberse quedado en la mitad el pasado.

Ésera: se encuentra en los peores registros del siglo, con un caudal medio inferior por vez primera a los diez metros cúbicos por segundo y una aportación de apenas 300 hectómetros en Graus de enero a octubre.

Noguera Ribagorzana: su merma de caudales en la cabecera, en El Pont de Suert, se acerca al 30% este año tras haber caído por debajo de ese nivel el pasado.

Jalón: la situación de este cauce es similar a la de los grandes ríos oscenses, algo que se acentúa cuando, como este año, apenas alcanza el 70% de su escuálida aportación en Calatayud y se queda por debajo del 60% en la más reducida todavía de su desembocadura en Grisén.

Martín: se encuentra en la misma situación que el Jalón, con un caudal medio de apenas 700 litros por segundo en Oliete y menos de 500 en Híjar.

Guadalope: en realidad se encuentra en uno de los años medios, aunque eso también tiene que ver con las presiones extractivas que padece, si se excluyen de la serie los escasos años en los que esa aportación se dispara. Si se tienen en cuenta, lleva dos años con menos del 25% del agua que sería normal.

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