La nave espacial comunista

Recientemente, en septiembre de 2021, hemos visto cómo la empresa Spacex de Elon Musk ha llevado a cuatro personas a orbitar la Tierra. En este estúpido viaje de 200 millones de dólares de coste, se han consumido en torno a 290.000 litros de combustible para recorrer 575 Km. Con ese combustible, un avión de 500 pasajeros recorrería 24.000 Km. Y un automóvil de cuatro pasajeros, 6 millones de Km.

La nave espacial comunista
Foto: Brian McGowan en unsplash

Dos meses antes del viaje de la empresa Spacex de Elon Musk, en julio, otras dos empresas de millonarios -Virgin Galactic de Richard Branson y Blue Origin de Jeff Bezos- habían hecho sendos viajes espaciales de 80 y 106 Km. respectivamente.

Las pretensiones expresadas por Elon Musk, que va ganando en la carrera espacial privada, aunque hayan contado con buen sustento del gobierno norteamericano, es llevar turistas a la Luna y Marte y fabricar cohetes para 100 toneladas de mercancía y 100 pasajeros. Saben que va a haber mucho dinero público para investigar la minería planetaria. Y poco más. Pero esto no es vendible sin una película espectacular de ciencia ficción: la conquista del espacio.

Hay una serie de minerales necesarios para las nuevas tecnologías (electrónica, baterías, etc.) como cobalto, níquel, tierras raras que se prevé que limitarán bastante la transición energética. Así lo han advertido Antonio y Alicia Valero, catedrática de la Universidad de Zaragoza, en el libro Thanatia, los límites minerales del planeta. La carrera espacial no hará más que agudizar este problema.

Por eso creen que esos minerales extraídos en otros planetas pueden solucionar el problema. Pero, para ello, se requiere una enorme cantidad de energía que hay que exportar de la Tierra a costa de dejar a buena parte de la humanidad en la indigencia energética. Serían combustibles fósiles o uranio y ya escasean sensiblemente y su obtención está sufriendo un aumento de costes insostenible a medio plazo.

Y es que hay unos cuantos interesados en reproducir el sistema económico terrícola en la Luna y Marte. Desde 1980, la Comisión de la Embajada Lunar, empresa de Denis Hope, vende parcelas en La Luna, Marte, Mercurio o Venus; con la esperanza de reproducir el pelotazo inmobiliario más allá de nuestro planeta. La misma Spacex, está radicada en Delaware, uno de los paraísos fiscales norteamericanos.

Esto, además de los enormes costos de dudosa utilidad social, lleva aparejados daños colaterales como la contaminación atmosférica, el peligro de la cantidad de objetos que orbitan la Tierra (sólo Elon Musk ha lanzado 1929 en una red Starlink que pretende ofrecer internet en cualquier lugar del planeta; del control social hablaremos en otra ocasión) y la cantidad de chatarra espacial que amenaza a otros satélites y cohetes o con caer (el 4 de marzo uno de ellos cayó en La Luna) o con impedir la observación astronómica terrestre.

Musk dijo en 2016: “no se trata de que todos se muden a Marte, se trata de volverse multiplanetario… Se trata realmente de minimizar el riesgo existencial y tener un tremendo sentido de la aventura”. Parece que Musk sueña con que para 2035 miles de cohetes volarán a marte con un millón de personas para establecer una colonia autosuficiente en Marte. Pero, ¿es esto posible?

De nuevo vuelve a ser un trampantojo. Cumple la función de hacer creer a la humanidad que la ciencia resolverá todos nuestros problemas. Si se acaba el petróleo, no es problema: encontraremos más; si no, encontraremos otras energías, como la nuclear o los biocombustibles; si nuestro planeta se acaba, hay más en el universo.

Pero el cambio climático, si algo ha demostrado, es que nuestra obsesión consumista destruye nuestro hábitat visible (naturaleza) e invisible (atmósfera, meteorología,...) y que la tecnología humana, como todo lo que conocemos, excepto la estupidez humana, parafraseando a Einstein, es finita.

Entonces, ¿podremos huir hacia otro planeta cuando hayamos destruido este gracias a la tecnología de Elon Musk? Todo parece indicar que no.

Aunque Musk, un empresario privado encumbrado por el mismo gobierno norteamericano (¿de dónde creen que ha sacado la tecnología espacial?) sea capaz de construir un cohete para 4 personas, ¿podría construir uno para 10.000, por ejemplo? ¿Cuanto material a detraer de la fabricación de coches o aerogeneradores, por ejemplo, requeriría?

La transición energética hacia un modelo verde (que no es lo mismo que sostenible, palabra que los gobiernos mundiales evitan pronunciar), no ha hecho más que empezar y se ha topado con cuatro grandes problemas, insalvables: la escasez de minerales, el control de producción energética que tienen un puñado de empresas privadas (y alguna pública, en el Estado español no), el limitado aprovechamiento y la baja densidad energética de las energías renovables (actualmente el 20% de la energía consumida en el mundo es eléctrica y se estima que, en el mejor de los casos, se podrá producir el 50%, lo que implica que en no muchos años deberemos reducir el consumo energético actual a la mitad) y la dificultad de electrificación de buena parte de nuestra vida.

El modelo verde planteado por los mandamases mundiales habla de sustituir la energía fósil por energía “verde” (incluyendo contaminantes y finitas como gas y nuclear) y se olvida completamente de que fabricar coches, aviones, aerogeneradores o placas solares con plásticos y usando energía fósil no es verde ni será posible en un futuro próximo de escasez de los mismos. Es, ya, insostenible.

¿Se imaginan cuántos minerales hacen falta para instalar una base permanente en Marte con un millón de personas? ¿Y cuánta energía de alta densidad (fósil o nuclear) para extraer los minerales y modificarlos que habría que transportar desde la Tierra, donde ya empiezan a escasear? ¿Y cuánta energía para climatización u oxigenación del aire o para producir alimentos?

Si no fuera posible instalar una base permanente en Marte, ¿Se imaginan cuántos minerales hacen falta para construir una nave espacial para 10.000 personas? ¿Y cuánta energía requiere para su despegue y funcionamiento por el universo durante miles de años, en un ámbito interestelar de casi nula concentración energética? ¿Se imaginan el precio que alcanzaría la gasolina, el gas o la electricidad? Las revueltas sociales serían inevitables.

¿Se imaginan cuántas reservas alimenticias debe transportar, y miles de toneladas de baterías y otros sistemas de almacenaje energético como petróleo o uranio?

Cuando esto ocurra, y algunos actúan como si tuvieran mucha prisa, ¿10.000 millones de humanos aceptarán que les quiten las últimas reservas energéticas del planeta y la muerte o degradación extrema de sus vidas para que 10.000 humanos elegidos puedan salvar a la humanidad y reproducirla en otro planeta remoto similar a La Tierra? ¿La elección de estos 10.000 humanos selectos recaerá, como es previsible, en los más ricos y poderosos, justo los que más han hecho para degradar el planeta en su beneficio? ¿Mandaremos a otro planeta los mismos genes indeseables que han destruido este?

La hipotética nave salvadora de la humanidad (rica) requiere unos procesos de producción de energía, residuos, alimentos, etc. 100% sostenibles, es decir, todo en la nave (o base estable en Marte) debe ser reutilizable y no contaminante, nada podrá tirarse a la basura. Esto requerirá una planificación total de todos los procesos y vida dentro de la nave espacial y, esto, es imposible sin la implicación de todo el pasaje, no sólo en el funcionamiento y mantenimiento, sino, especialmente, en la gestión. Esto se llama, participación colectiva o pública (algunos lo llaman comunismo).

La educación y la sanidad deberán ser públicas, universales y gratuitas. Cada persona tendrá una misión específica que deberá aprender y la salud, en un entorno cerrado, es esencial para no provocar pandemias. No existirá el crecimiento económico, sino la estabilidad, la economía circular, la colaboración, no la competencia. La producción será local, sin importaciones. Los agricultores y ganaderos (o reproductores de células madre proteínicas) serán unos funcionarios más dentro del engranaje perfectamente acoplado. Las soberanías alimentaria y energética serán imperativas.

Si el futuro de la humanidad, al que nos están abocando, pasaría por un sistema 100% material y medioambientalmente sostenible en una nave espacial que huye de la destrucción de la Tierra (o una base permanente en Marte), ¿no sería mejor practicar esa sostenibilidad y control social de la economía en la única nave que a fecha de hoy sabemos que funciona: la Tierra?

Sí, ya sé, a los amigos de la propiedad privada extrema, los neoliberales oligopólicos, esto les suena a comunismo. Y esta palabra ha sido explotada hasta la saciedad por una élite económica que ya no puede explicar las bonanzas de su sistema sin señalar a un demonio que es peor aún: el comunismo. Una clara reminiscencia del tribalismo cristiano. Pero lo contrario nos aboca a la extinción, y no parece ser el futuro deseable de la humanidad.

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