¿Jornada continua escolar? Así no

Admitámoslo: la implantación de la jornada continua en las escuelas es una reivindicación fundamentalmente laboral del cuerpo docente. Y, admitámoslo también, a las y los docentes y a las familias que sí están a favor de la jornada continua les gusta devolvernos este argumento en forma de reproche, cargado de victimismo, sobre lo poco valorada que está esa profesión tan importante y sobre cómo intentamos desprestigiarlos… ¡Falso!

En general, las familias valoramos de una forma más que positiva el trabajo del profesorado: a veces ingrato, duro y abnegado, pero también lleno de satisfacciones y profundamente vocacional. Este reconocimiento (y también la falta de él si la hubiera) nunca puede privarnos del derecho a opinar sobre cómo se realiza este trabajo, con más o menos acierto en la emisión de estas opiniones, y a participar. La comunidad educativa debería ir más allá del alumnado y el profesorado; las familias, su situación socio económica, y el entorno, la comunidad en la que el colegio se integra, el barrio, deberían también tener mucho que decir y aportar en cualquier decisión que quiera tomarse y que afecte al modelo educativo.

Las reivindicaciones laborales, vengan del colectivo que vengan, deberían ser siempre tomadas en cuenta. Ahora bien, en comunidades tan complejas como la educativa, han de ser abordadas siempre a través del consenso y tratando de evitar que los derechos de unos se antepongan a los de otros y, sobre todo, evitar que la información se distorsione y se aporten argumentos sesgados o directamente falsos con el fin de manipular a la otra parte… Y eso es exactamente lo que está pasando en algunos colegios hoy en Aragón.

¿Puede la implantación de la jornada continua escolar en Aragón aportar algo positivo a la educación del alumnado? Pues depende. Si lo que se trata es de vender una simple redistribución de los tiempos de clase la respuesta es no. No aportará nada positivo y sí mucho negativo. Me explico: no basta con garantizar la apertura del centro hasta el mismo horario que tiene ahora para que las familias que lo necesiten puedan seguir utilizándolo, porque esto sí convierte una buena parte del horario del centro en un parking para niños y niñas cuyas familias no pueden organizarse de otra manera. Porque, que la escuela es un lugar en el que se deberían formar personas y no el lugar donde dejamos a las y los niños mientras no podemos ocuparnos de ellos es algo en lo que todas y todos estamos de acuerdo ¿verdad?

La jornada continua escolar es un ataque directo (otro más) a la línea de flotación de la educación pública, laica e igualitaria. La experiencia en otras comunidades demuestra que provocará un trasvase hacia la escuela privada concertada (y religiosa) que nunca asumirá la jornada continua.

Es imposible garantizar al cien por cien la continuidad de servicios esenciales como el comedor, el transporte o las actividades extraescolares. El descenso en el número de personas usuarias de estos servicios puede convertirlos en negocios difícilmente rentables para las empresas que ahora los gestionan (cooperativas de padres y madres en algunos casos). Para compensar esta bajada de ingresos sólo cabría bajar la calidad del servicio, reducir costes de personal o hacerlo desaparecer. Un cambio de signo político del gobierno de turno, nuevos recortes, también podrían provocar su desaparición.

En el caso de las extraescolares es todavía aún más complicado. Las extraescolares no las gestionan los centros, lo hacen las AMPAS, y están supeditadas a la demanda de ellas que hay por parte de las familias. Cualquier descenso en el número de personas usuarias conlleva una subida en el precio de la actividad y, a menudo, su desaparición. ¿Cuántas familias que tengan la suerte de poder sacar a sus hijas e hijos a las dos del mediodía volverán a traerlos a las cuatro y media a hacer extraescolares? De nuevo la experiencia en otras comunidades con jornada continua ya implantada nos da la respuesta.

Los deberes son considerados por mucha gente una intromisión en la vida familiar y un atentado contra la igualdad de oportunidades entre el alumnado cuyas familias tienen posibilidad y capacidades para reforzar el trabajo escolar en casa (o dinero para permitirse pagar clases de apoyo) y las familias que no. La experiencia en otras Comunidades nos indica que la tendencia general es que el alumnado suele tener más tareas para realizar en casa.

Los modelos de jornada laboral implantados de forma mayoritaria en este país tampoco parecen indicar que con la jornada continua resulte más fácil conciliar la vida laboral y familiar. Más bien al contrario.

El papel dinamizador y normalizador de la vida del barrio que ejercen muchos colegios públicos se vería también seriamente comprometido. Las redes de de apoyo entre familias que se tejen en los patios de los colegios prácticamente desaparecerían.

Este cambio de modelo tiene, como veis, un montón de aristas y recovecos dignos de ser tenidos en cuenta y no puede producirse de manera precipitada. La normativa definitiva no está aún aprobada, pero si algún colegio quiere implantarla para el curso que viene, tiene que cumplir todos los trámites y llevar a cabo todos los pasos de este proceso para que sea resuelto antes del 22 de marzo. Un periodo que, a todas luces, parece insuficiente para garantizar unos mínimos de calidad. Y es de la calidad de la educación de nuestros hijos e hijas de lo que estamos hablando.

Hay muchas cosas que mejorar y cambiar en el sistema educativo, mucha pedagogía obsoleta y desmotivadora que desterrar, mucho trabajo de innovación y mejora y, por supuesto, mucho trabajo de racionalización, adaptación y mejora de los tiempos escolares, pero resulta lamentable que se condicionen los cambios en los proyectos, las innovaciones al cambio de jornada. Es un chantaje intolerable. Nos gustaría hablar de todas, negociar de todas ellas, pero de todas al mismo tiempo. Como un cambio global, substancial. Un cambio de modelo que piense en quién tiene que aprovechar y disfrutar (y no sufrir) el modelo educativo. Los niños y las niñas. Los dueños de esta sociedad.

¿Jornada escolar continua? Desde luego que así, no.

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