Estudiantes y profesorado prefieren la enseñanza presencial a la virtual en las universidades

Además de dificultades a nivel técnico (sonido, calidad de la imagen, conectividad), se ha evidenciado la complejidad de atender de igual modo a las personas que están en clase presencial y a las que están en aula online

Facultad de Educación | Foto: Universidad de Zaragoza

La enseñanza híbrida resalta que la virtualidad muestra fortalezas y debilidades en la docencia universitaria. Así se desprende del estudio liderado por la Universidad de Zaragoza sobre el modo de implementar la docencia híbrida durante el pasado curso académico 2020/21, en el que han participado además las universidades Rovira i Virgili (Tarragona), de Sevilla, de Jaén, Pontificia Comillas (Madrid) o el CES Don Bosco (Madrid).

La persistencia de la pandemia durante el curso académico 2020/21 llevó a muchas universidades y facultades a la necesidad de abordar una docencia híbrida que combinara la docencia presencial con la docencia virtual. De este modo, se redujeron de ratios en las aulas, permitiendo el mantenimiento de las distancias de seguridad determinadas por las autoridades sanitarias.

A pesar del esfuerzo que ha supuesto dotar a las aulas de equipos técnicos para la retransmisión en streaming durante el curso 2020/21, lo cierto es que se han detectado dificultades a nivel técnico (sonido, calidad de la imagen, conectividad). Además, ha quedado patente la dificultad que puede suponer atender de igual modo al estudiantado que se encuentran en el aula y al que está siguiendo la clase online.

Aparece, por tanto, una demanda sobre la formación específica del conocimiento y uso de aplicaciones, metodologías y recursos educativos que puedan garantizar la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje sin afectar negativamente al rendimiento académico.

Valoración del e-learning

La enseñanza híbrida ha demostrado un margen de mejora en el alumnado, en el profesorado y en la institución universitaria. Todos los agentes participantes coinciden en señalar la evaluación como el principal elemento de mejora, debiendo reflexionar sobre el modo en el que la docencia virtual afecta al rendimiento académico delos y las universitarias. Éste debe ser entendido no solo como el resultado reflejado en las calificaciones finales sino como el grado de adquisición de competencias, conocimientos y recursos que conformen el perfil profesional del futuro egresado o egresada.

La ventaja más señalada es la ruptura de la dimensión espacial, en el sentido en que se puede llevar un seguimiento de las clases incluso si no se puede asistir presencialmente. De esta manera, se ha apreciado de forma muy positiva el esfuerzo económico que ha supuesto incorporar en las diferentes aulas equipamiento tecnológico para poder realizar una retransmisión en directo de las diferentes sesiones.

En ocasiones, también se ha ofrecido la posibilidad de grabar las clases precisamente para dar respuesta a esa posible incompatibilidad horaria. Por otro lado, la principal dificultad que han reportado tanto estudiantes como profesorado es la falta de implicación por parte del grupo participante de forma virtual.

En muchos casos, esa falta de participación se ha relacionado con el modo en el que se ha impartido la docencia híbrida, que en muchas ocasiones no ha distado mucho de la docencia presencial tradicional. Por esta razón, los estudiantes han reportado una generalizada sensación de dificultad para el mantenimiento de la atención y del seguimiento a través de las pantallas.

Por su parte, el profesorado manifiesta también una sensación de sobrecarga y de no llegar adecuadamente al estudiantado en su proceso de construcción del conocimiento. No es de extrañar, por tanto, la impresión compartida por todas las personas participantes de haber afectado de forma negativa al proceso formativo. Especialmente, en aquellas asignaturas con un marcado carácter práctico: talleres, laboratorios, prácticas... Los aprendizajes inherentes a la acción profesional, trabajada a través de las relaciones interpersonales, son los mayores perjudicados.

Todo el mundo señala que la presencialidad, el contacto y las relaciones sociales entre los diferentes agentes (estudiantes entre sí y estudiantes con profesorado) aportan una serie de beneficios que se pierde en la enseñanza virtual, especialmente si ésta se lleva a cabo de manera asíncrona.

De este modo, el e-learning se percibe como una alternativa más para la docencia, pero no como el único modelo. Tal y como establece Carlos Peñarrubia, líder del proyecto, y tras el análisis realizado, “las metodologías centradas en el estudiante que saquen provecho de aquello que pueda aportar la virtualidad ofrecerán un escenario formativo con más posibilidad y recursos”.

La recogida de datos se realizó entre los meses de mayo y septiembre. Para el caso concreto del estudiantado, se hizo llegar telemáticamente un cuestionario de preguntas abiertas. La participación del profesorado, entre los que se diferenció entre función única de docencia o con funciones de gestión, se llevó a cabo mediante grupos de discusión por videoconferencia.

Estas son las principales conclusiones del proyecto “Análisis de la utilidad, aplicabilidad y alcance de la metodología e-learning y recursos educativos digitales ante la situación producida por el COVID-19: un estudio cualitativo en el ámbito universitario”, liderado por Carlos Peñarrubia,  investigador y profesor de Educación de la Universidad de Zaragoza, en el que también han colaborado Juan Carlos Bustamante, Manuel Lizalde, Manuel Segura, Julio Latorre, David Falcón (Campus de Teruel) y Alejandro Quintas (Campus de Uesca).

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