Estas calles son distintas

Escribimos este artículo con el fin de aportar a un debate más que necesario sobre la actual situación política. Aquí nuestra reflexión sobre las posibilidades de la izquierda transformadora, desde un análisis del ciclo recorrido y otro que se abre a raíz de esta nueva crisis. La mirada de las de abajo: el 15M Ha pasado una década desde que jóvenes y no tan jóvenes tomábamos las calles, un conjunto de personas diversas de varias generaciones comenzamos a ilusionarnos con la posibilidad de cambiar las reglas del juego. El tablero político reflejaba una separación abismal del pueblo con los poderes …

No podemos
Erika Sanz e Itxaso Cabrera en una imagen de archivo. Foto: @ItxasoPodemos

Escribimos este artículo con el fin de aportar a un debate más que necesario sobre la actual situación política. Aquí nuestra reflexión sobre las posibilidades de la izquierda transformadora, desde un análisis del ciclo recorrido y otro que se abre a raíz de esta nueva crisis.

La mirada de las de abajo: el 15M

Ha pasado una década desde que jóvenes y no tan jóvenes tomábamos las calles, un conjunto de personas diversas de varias generaciones comenzamos a ilusionarnos con la posibilidad de cambiar las reglas del juego. El tablero político reflejaba una separación abismal del pueblo con los poderes políticos que en aquel entonces permanecían distanciados a las demandas sociales, vivían alejados y ahogaban a la ciudadanía con una propuesta austericida para, supuestamente, salir de aquella crisis. La indignación había explotado y había transformado las palabras individuales en un grito potente de lucha común.

Señalamos a esos partidos tremendamente institucionalizados y teñidos por la corrupción, en los que ya no quedaba ni un mínimo de savia nueva para mantener un nexo de unión con los problemas reales que estaban viviendo millones de personas relacionados con el trabajo, la vivienda, la educación o la sanidad, derechos básicos de esa Constitución que se suponía nos protegía a todas. El movimiento 15M y su desborde social planteó un horizonte transformador para darle un giro de 180º a la democracia, encorsetada en instituciones que velaban por los privilegios del 1% mientras despreciaban al 99% de la población. Soñamos una democracia real, que representara las necesidades del pueblo y poder incorporarlas en la agenda política con la denuncia explícita de que ningún partido del régimen podría hacerlo, aquello estaba por venir.

El PP, cara visible de la corrupción, y por ende, de las políticas antisociales, ganó las elecciones ese mayo de 2011. La senda de los recortes se consolidó con M. Rajoy, golpeando de forma rotunda a las clases populares: su gobierno estuvo marcado por dos huelgas generales, varias sectoriales con gran protagonismo de la sanidad y la educación con una movilización social en las calles de forma continua, de la mano de las mareas ciudadanas, sindicatos, organizaciones de izquierdas y movimientos sociales.

Tras diez años, no cabe duda de que el 15M supuso un antes y un después para nuestro país y toda esa experiencia sigue viva y activa en buena parte transformada en redes comunitarias, barriales que continúan tejiendo apoyo en los pueblos y ciudades y que ahora se han mostrado vitales para hacer frente a la crisis en la que nos encontramos.

La mirada popular y Podemos

Sobre Podemos se han escrito ya ríos de tinta, pero nos parece importante destacar hitos de sus inicios para entender el momento en el que estamos ahora.

Tras aquel 15M, el movimiento "Mover ficha" dio lugar a una nueva organización política que emanaba de las calles. Tuvimos claro que había que presentarse a las elecciones para que la política no nos la hicieran de nuevo los mismos que nos habían llevado a la austeridad y pérdida de derechos. Había surgido sin duda una nueva manera de hacer política, un cambio de paradigma. Actuamos con la seguridad de que la pata institucional era imprescindible para materializar buena parte de nuestras demandas, pero preguntas como ¿qué tenía que ser Podemos una vez aquí? estaban todavía por resolverse. La estrategia a seguir como partido anclado en la sociedad no se había afianzado en su totalidad y con las sucesivas convocatorias de elecciones a lo largo de este tiempo convulso y las asambleas internas, no se ha llegado a dar un debate sosegado sobre nuestra trayectoria social y política, esto es: sin mediar la coyuntura del momento electoral de turno.

Hay que tener en cuenta que Podemos surgió cual volcán que emanaba de la tierra y su lava había llegado para cambiar todo pero ¿qué debía hacerse tras esta erupción? Es destacable la alta participación que hubo al principio para conseguir un programa elaborado por la gente, campañas (no sólo electorales) y sobre todo, la autonomía de los círculos que en un período muy inicial se caracterizaron por la autoorganización y lograban conectar el partido con las luchas sociales desde la base.

En Aragón, Podemos logró entrar con fuerza en el parlamento autonómico en el 2015 obteniendo los mejores resultados de todo el Estado. Fue una oposición dura con no pocos actores en contra. Los dos primeros años de legislatura puso en valor el programa con el que se presentó a las elecciones y logró tener espacio propio como partido a la izquierda del PSOE, diferenciando modelos en temas que suscitaron debate social como los conciertos educativos con la privada o la Renta Básica. Siendo decisivos para negociar presupuestos, Podemos logró arrastrar al PSOE a una acción política más acorde con el programa morado, lo cual suponía avances en derechos sociales con la introducción de mejoras en las cuentas públicas en las que además se contó con la participación de la sociedad civil para que reflejaran sus demandas.

Posteriormente, en una nueva asamblea en la que fue elegido Secretario General Nacho Escartín, se impulsó desde la nueva dirección de Podemos una política de cara amable con el PSOE y empezó una acción dirigida a ser parte del gobierno de Lambán. Cuestiones como la derogación del ICA (Impuesto sobre la Contaminación de las Aguas) quedaron fuera en la negociación de los presupuestos de 2018 mientras en las calles había una importante movilización de miles de personas en torno a ello. Esa nueva estrategia, en cambio, no llevó al PSOE a incorporar las líneas de Podemos en la acción de gobierno, sino más bien a verse libre para llevar a cabo el que fuera su gran pacto de la legislatura con Ciudadanos: la eliminación del Impuesto de Sucesiones y Donaciones.

A nivel interno, ha ido quedando una organización política con unas direcciones territoriales fuertemente institucionalizadas, cuya acción política de arriba a abajo se va centrando más en lograr mayorías electorales que sociales, con una apuesta fuerte por entrar en gobiernos del PSOE en una posición de socios minoritarios. En ausencia de debate y participación actualmente y con una debilitada implantación territorial, es difícil que pueda haber ahora mismo un viraje que se parezca, al menos, a esos inicios en los que un partido como Podemos echaba a andar.

Ese nuevo ciclo electoral que surgió en 2015 también reavivó la fuerza del municipalismo. Es cierto, que las experiencias sobre candidaturas de unidad popular son muy diversas, muy pegadas a cada territorio, pero en general, destacaron por tener un mayor protagonismo colectivo y despertaron desde la cercanía la necesidad de participar en lo común conectando con diferentes capas populares a través de la democracia directa y participativa.

Salvaguardar procesos horizontales, en los que no hubiera una voz, sino muchas, con una mirada transversal que diera relevancia a todos los problemas que nos afectaban en nuestros barrios y municipios involucrando a organizaciones políticas de la izquierda, movimientos sociales y personas que no se identificaban con ningún partido político, llevó a tejer en esos momentos de cambio candidaturas municipalistas, de las cuales algunas acabaron consiguiendo las alcaldías de ciudades tan importantes como Zaragoza en Común en la capital aragonesa.

La mirada de la gente en los gobiernos

Zaragoza, Barcelona, Madrid, A Coruña, Cádiz y otras tantas, se convirtieron en ayuntamientos del cambio, fueron la punta de lanza de las políticas sociales, centradas en la gente, de nuevos modos de gobierno.

Zaragoza en Común, como plataforma que supo mantener los mecanismos de participación y trabajo en los
barrios y sus asambleas. a pesar de las dificultades derivadas de un gobierno en minoría, la obvia inexperiencia y las enormes limitaciones financieras impuestas a los ayuntamientos, siempre ha sido un espacio abierto a la construcción de ideas de transformación, con capacidad de innovación y energía de la sociedad civil. Se entendió que el gobierno municipal debía ir más allá de ser un mero instrumento de gestión sino ser un verdadero instrumento de transformación social y política.

La centralidad del feminismo pasó por encima de la consideración como “tema sectorial”. Se elaboraron presupuestos con perspectiva de género pero también marcó la forma de hacer día a día para intentar mejorar la vida de todas. Para cambiar la realidad material de miles de mujeres, para ser más libres y felices, debemos ser muchas y tener en cuenta las desigualdades que nos atraviesan de manera diferente. Desde Zaragoza en Común también se puso en cuestión nuestras propias prácticas y los entornos políticos: limitar los liderazgos y la masculinización de los espacios y portavocías, la necesidad de cuidar las relaciones, así como la manera de generar las condiciones para que las personas con responsabilidades de cuidados pudieran participar en igualdad sin que eso supusiera una sobrecarga para ellas.

Zaragoza en Común sufrió un ataque frontal de las derechas y los poderes económicos y mediáticos de la ciudad para desgastar de todas las formas posibles al gobierno y su alcalde, Pedro Santisteve. Por primera vez, los que habían mandado en Zaragoza vieron amenazado su poder porque la política no se hacía a su dictado sino que era la ciudadanía la que marcaba el programa. Muchos titulares en contra, mucho ruido para desestabilizar al gobierno en el que el PSOE fue aliado del PP en incontables ocasiones, también el presidente Lambán criticó más de una vez la gestión de Santisteve a diferencia de lo que hace hoy con Azcón.

Sin duda, Zaragoza y otras tantas ciudades fueron el ejemplo de que podía hacerse política de otra manera. Miles de ciudadanas y ciudadanos lograron impulsar una fuerza común que hacía frente a años de olvidos y desidias. Garantizar los derechos de todas las personas, la sostenibilidad medioambiental y los cuidados como parte fundamental de la vida, por primera vez en mucho tiempo fueron prioritarios para los gobiernos municipales. La ciudadanía de a pie, sin deber nada a grandes empresas ni a entidades bancarias había revertido las prioridades políticas, había logrado que la política para la gente, la hicieran, eso: la gente.

La mirada feminista

Durante los últimos años, los movimientos sociales han seguido empujando por colocar en la agenda social y política cambios necesarios para mejorar la vida de las personas y también la del planeta. El movimiento feminista, antirracista, contra la emergencia climática, movimiento antidesahucios, manifestaciones multitudinarias contra el ICA en Aragón, han marcado las grandes movilizaciones de los últimos tiempos. Sucesores de aquellas mareas blancas, verdes o granates, la vitalidad social persistía, ahora con el morado como protagonista.

El 8M ha hecho historia con las huelgas feministas masivas que han logrado movilizar y conectar a mujeres diferentes y formar alianzas con movimientos feministas de otros países. La violencia que este sistema ejerce contra nosotras, que intenta dominar nuestros cuerpos, nos maltrata y asesina hasta querer dejarnos sin redes de apoyo, ha encontrado una fuerte respuesta feminista de empoderamiento y emancipación de las mujeres. Hacemos frente a un sistema machista y capitalista que golpea con más fuerza a las mujeres migrantes, racializadas, pobres, prostitutas, mayores, con discapacidad, trans y lesbianas. Leer las intersecciones que nos atraviesan ha estado presente en las acciones del 8M. La huelga de cuidados, visibilizando las condiciones de las que realizan trabajos esenciales para la sostenibilidad de la vida como las trabajadoras del hogar, es un ejemplo. Sin duda, luchar por un feminismo que no fuera excluyente ha sido una reivindicación muy fuerte y ante ataques tránsfobos de la ultraderecha y algunos sectores del feminismo conectados con el PSOE, ha habido una gran solidaridad feminista. También cabe la autocrítica y hay temas que no han generado tanto apoyo masivo.

No cabe duda de que el 8M ha significado un modo diferente de práctica política. Destaca la autonomía del movimiento, inclusivo, con liderazgos colectivos y apostando por un feminismo del 99% que lucha por los derechos de todas. De ahí la importancia de tener una agenda propia que no la marquen los partidos políticos ni los sindicatos, más bien a la inversa: basada en las propias vivencias y construyendo redes comunitarias, señalando el conflicto capital-vida y provocando que a nivel institucional no se pueda permanecer impasible.

Quienes están marcando a día de hoy la agenda más transformadora, con luchas más transversales e inclusivas, son principalmente las mujeres. Son también las personas más jóvenes quienes hacen frente a los ataques de los más reaccionarios que ven tambalear sus privilegios e intereses capitalistas. El movimiento feminista, antirracista y contra la emergencia climática, se ha mostrado en estos últimos timpos como el espacio aglutinador necesario para la transformación social.

La mirada gobernista

¿Nos habíamos desviado de nuestros objetivos? ¿Eramos tan necesarias como esperábamos? ¿Habíamos vivido una utopía? Las elecciones de 2019 vinieron a recomponer el campo político y el espacio de cambio sufrió un varapalo sin haber encontrado todavía respuestas claras a aquellas preguntas.

En Podemos perdimos la mitad de los escaños en el Congreso, la ultraderecha ganó mucho terreno y el bloque del cambio perdió la mayoría de sus ayuntamientos. Triste domingo electoral que llevó a resultados muy distintos a los de las anteriores elecciones.

El mayor lamento de la izquierda transformadora en Aragón, cuando además la ultraderecha con Vox ya había enseñado demasiado la garra, fue la división de voto con tres candidaturas diferentes en las autonómicas (Podemos - Equo, IU y Alto Aragón en Común) y en distintos ayuntamientos, destacando lo que sucedió en Zaragoza con Podemos y Zaragoza en Común. Esto no había supuesto solo otro de aquellos desencuentros que la izquierda había protagonizado, contribuía a poner un antes y un después en los logros de políticas más transformadoras.

El hecho de que se produjese la división fue más producto de una obsesión por el control de los recursos que da la marca que por diferencias políticas existentes. La dirección autonómica de Podemos Aragón liderada por Nacho Escartín, decidió no ir conjuntamente con Zaragoza en Común a las elecciones rompiendo unilateralmente el acuerdo que habían elegido las y los inscritos en la Asamblea Ciudadana, órgano de máxima decisión en Podemos, que con una abrumadora mayoría se había pronunciado a favor de ir en confluencia con las fuerzas consideradas del cambio en todo Aragón y sin duda, Zaragoza en Común o Alto Aragón en Común eran unas de esas fuerzas. Los resultados de las elecciones municipales reflejaron el poco alcance de Podemos en prácticamente todo el territorio y en Zaragoza hemos pasado del gobierno de la gente al del trifachito.

A nivel autonómico, Podemos decidió entrar en el gobierno de Aragón y pese a perder nueve diputadas en las Cortes de Aragón, se alcanzó un acuerdo con PSOE - PAR y CHA. El acuerdo de gobernabilidad, además de fijar las líneas básicas del cuatripartito daría principalmente la Consejería de Ciencia, Universidad y Sociedad del Conocimiento a Podemos con Maru Díaz como consejera. Desde Podemos estatal, todos los acuerdos se dieron por buenos, aunque se tratara de validar una entrada en un gobierno con un partido de derechas como el PAR al que tanto habíamos criticado, llevándolo incluso a la Fiscalía Anticorrupción y el ala más derechizada del PSOE con Lambán a la cabeza. Lo importante era poner a Sánchez delante de los ojos los pactos territoriales (daría igual qué, para qué y con qué socios) con el fin de llegar a conformar el deseado gobierno de coalición progresista.

En el plano general, con una monarquía corrupta que sigue siendo mantenida y le permite gozar de una buena salud y la represión ejercida contra la libertad de expresión, son ejemplos de que el régimen del 78, representado por el PSOE en el Gobierno sigue haciendo todo lo posible por permanecer y apartar todo lo que le amenace. ¿Cómo no va a intentar resistir aquel régimen si todavía siguen en determinados sectores del poder aquellos que luchan por mantenerlo?

Esta crisis ha puesto de manifiesto las grandes grietas de nuestra democracia con las debilidades de los servicios públicos, la precariedad laboral y las condiciones de vida de millones de personas que no tienen ni siquiera los derechos más básicos garantizados. Todo indica que la recuperación a través de los fondos europeos viene con contraprestaciones sociales y que van a ir a parar en su mayoría a grandes empresas con beneficios desorbitados. Nada parece poder evitar el aumento del desempleo que se avecina. Hay que valorar que se haya puesto en marcha un escudo social como choque a los duros golpes de esta crisis pero es francamente insuficiente y a penas significativo en cifras macro de gasto público y que se está haciendo a golpe de emisión de deuda pública no vía reforma fiscal (redistribución de la riqueza). El PSOE lucha día a día con reducir a sus socios de gobierno, incumpliendo los acuerdos firmados y empujando a Podemos a renunciar a sus principios programáticos.

En Aragón gobierna Lambán consiguiendo acuerdos por izquierda y derecha, sin presiones y con grandes silencios por parte de Podemos que empiezan a pesar demasiado a ojos de la gente que llegó a verlo como alternativa. Gobernar es el principio y final de toda su acción política. Aún así, hay muchas diferencias entre la gestión de Pablo Iglesias y su homóloga en Aragón, Maru Díaz, actual coordinadora general de Podemos Aragón. El primero trata de llevar al PSOE al ala izquierda visibilizando desacuerdos, mientras que la segunda ha adquirido una posición muy centrada desde la que no hay espacio para diferenciarse. El trato de los medios de comunicación hegemónicos hacia uno y otra también nos da claves del estatus que ocupan para el poder cada uno de ellos.

Esta fuerte apuesta que se ha hecho por meter a todo el partido en la acción institucional, la poca militancia activa y sin debate de hacia dónde vamos tras las renuncias programáticas claras y el desencanto generalizado, pone al descubierto la poca presencia de Podemos en la calle y cierta desconexión con los problemas de la gente.

Es verdad que se han alcanzado acuerdos y propuestas de calado social para que la salida de la crisis no sea al estilo de la derecha, pero la crisis sanitaria que vivimos ha evidenciado que la reflexión interna de cada organización es necesaria y además, la pesadilla que ha venido en forma de pandemia, debe empujar la transformación de un nuevo modelo económico, político y social con gran urgencia.

Una mirada de futuro

Ahora es momento de plantearse cuál es la mejor salida de la crisis, cómo frenar a la ultraderecha crecida en los parlamentos y en las calles y al mismo tiempo construir una alternativa social y política que haga frente a las recetas neoliberales que llegan de Europa para que esta crisis no la paguen los y las de siempre. Sabemos que la auto-organización ciudadana en nuestros barrios y pueblos es el camino a seguir.

Desde el plano institucional-gobernista es muy complicado legitimar reformas que mantienen los privilegios de unos pocos y que no aterrizan en dar soluciones estructurales para las mayorías sociales cuyos problemas de vivienda, desempleo y acceso a servicios básicos y a papeles en el caso de personas migrantes son cada vez mayores. Siguen siendo muchas personas las que quedan fuera del escudo social. Haber hecho la apuesta por parte de Podemos e Izquierda Unida de entrar en gobiernos con el PSOE, les hace realmente difícil la posibilidad de ser la voz de los movimientos sociales en las instituciones.

La gente, sobre todo las más jóvenes, ve nuevamente como este sistema les excluye e incluso criminaliza y es muy probable que todas las manifestaciones contra la represión que está habiendo actualmente se transformen en la búsqueda de otras alternativas. En ese momento, será preciso que los y las militantes de las organizaciones de izquierdas reabran el debate político para ver si están dispuestas a remar en esa dirección y por tanto llevar también a las cúpulas a sumar y ser más, aunque esto suponga confrontar de nuevo con el PSOE y volver a recomponerse como partido-movimiento que lucha por conquistas sociales que todas sabemos que han de empujarse desde las calles donde no sobran fuerzas.

Si echamos la vista atrás y valoramos el tsunami social y político que significó Podemos, es difícil creer que solo en seis años nos conformemos con ser un partido en soledad, con alianzas a excepción de IU muy extrañas por calificarlas de alguna manera, como con el PAR en Aragón justificadas como la "única vía" para evitar que gobernara la extrema derecha, abandonando la posibilidad de investir a Lambán sin renunciar al espacio de la izquierda y reconstruir una alternativa verdaderamente transformadora para Aragón.

El coronavirus nos enseña cada día que el apoyo vecinal y la organización en los barrios y pueblos es la manera de tejer redes de solidaridad pero también de desplegar prácticas políticas que nos hacen vivenciar ese otro modo, nunca olvidado, de hacer y actuar diferente, no desde la filantropía barata a la que acostumbran los ricos a vender en los medios de comunicación mientras limpian sus bolsillo, si no desde el desinterés buscando únicamente el bienestar de quienes están a nuestro lado. (Ver "No saldremos juntas de esto")

Hemos experimentado que cuidar las vidas, en plural, es un ejercicio comunitario que nos pone frente al espejo la interdependencia entre las personas pero también con el medio que nos rodea. Queremos ciudades y pueblos en los que se pueda vivir dignamente y eso significa repensar la importancia de vivir en comunidad y consonancia con la naturaleza que nos está dando una lección sobre sus límites y los de este modelo de desarrollo económico que va hacia el colapso. Nuevamente el capitalismo nos muestra que no se puede mantener sin los trabajos que sostienen la vida, esenciales, invisibles y precarios que realizan en su mayoría mujeres a las que esta crisis está golpeando duramente.

Por eso, desde los espacios en los que militamos es importante ir ampliando alianzas con movimientos sociales, locales, organizaciones comunitarias y otras fuerzas políticas de la izquierda transformadora. Una vez hemos salido del aislamiento, toca volver a confluir social y políticamente con el fin de ir generando una alternativa posible, haciendo política sobre el terreno con aspiración a ser mayorías sociales para cambiar las cosas de manera profunda.

De nuevo la sociedad está marcando el camino, un camino del que nunca debimos desviarnos, la toma de las calles parece inminente, con mascarillas, sin abrazos, más cansadas sí, pero con la misma mirada ilusionada. Muchas tenemos claro que es ahí donde hay que estar principalmente, nos va la vida en ello.

Estas calles son distintas.

De aquí no se va el invierno.

¿Dónde están los que pueden parar

el mundo solo con mirar?

¡No te olvides de dónde vienes!

(La M.O.D.A.)


Todo sobre el especial #20voces10años15m.

Autor/Autora

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies