Imagina que estás un día en la escuela, eres aún demasiado pequeño para ayudar en el campo, apenas tienes 6 años, aunque algunos de tus hermanos de 8 y 9 ya han dejado la escuela y se parten el lomo ayudando a padre en su labor de mulero, vuelves a casa, sientes algo distinto.
Imagina que un día se llevan a tu padre. Tú entiendes poco, eres pequeño pero entiendes lo suficiente para saber que algo grave pasa cuando ves a tu madre llorar y decirte que calles, y tú ya sabes que hay cosas que “no se pueden hablar” así que te callas.
Y padre no vuelve jamás, y entre lo que te cuentan y lo que escuchas intuyes que lo han matado por rojo, por sindicalista, por defender lo que creía y porque otro vecino lo denunció. Así de sencillo era en el 36, te denunciaban y te subían a un camión.
En el Archivo del Registro Civil de Sos, comarca de las Cinco Villas, se guarda la partida de defunción de Santiago Legarre Bueno, fechada el 11 de agosto de 1936, señala su fallecimiento en Sofuentes marcando el comienzo de una historia que involucra a varias personas.
Los hermanos de Santiago Legarre cavaron una fosa en los alrededores del cementerio, cerca de los cipreses según contaban algunos familiares que lo recordaban. Este día no solo mataron a Santiago, fue asesinado Celestino Laserrada Machín, un joven soltero de 29 años afiliado a las Juventudes Socialistas.
Unos días después, el 23 de agosto de 1936, cuatro vecinos de Layana fueron trasladados a Sofuentes en un camión custodiado por falangistas. El camión dio varias vueltas por el pueblo mientras los falangistas se reían y maltrataban a los detenidos. Los cuatro hombres, Tomás y Baldomero Calvo Larrodé, junto con Pascual y Gregorio Cortés Malón, eran trabajadores y afiliados o simpatizantes de la UGT. Habían sido denunciados por vecinos de derechas, suficiente juicio.
Todo terminó para ellos a las cinco de la tarde en las tapias del cementerio de Sofuentes. Muchos de los vecinos que estaban trabajando por la zona presenciaron lo ocurrido, se armó revuelo tras el paseo en camión que acabó en paseillo a la tapia.

Sin embargo, la tragedia no termina con estos nombres. En el Registro Civil de Layana, solo se encuentra el registro de la muerte de Tomás Calvo Larrodé, un hombre de 43 años que desempeñaba el cargo de vicesecretario en la UGT y era miembro activo de Izquierda Republicana. Estaba casado con Mercedes Cay Pueyo, una mujer de Uncastillo, con quien tenía ocho hijos, uno de ellos perfectamente podía estar en la escuela y tener 6 años. Tomás era un hombre que pasaba la vida entre su trabajo como yeguacero y mulero en el monte de Uncastillo y las obras del pantano de Yesa.
Baldomero Calvo Larrodé, el hermano menor, tenía 29 años y estaba soltero. Los hermanos Gregorio Cortés Malón, de 26 años, y Pascual Cortés Malón, de 18 años, también eran solteros. La memoria de estos últimos se mantiene gracias al testimonio de sus familiares, no hay constancia escrita de nada más.
Según estos familiares, los cuerpos de Gregorio y Pascual Comés Malón descansan en otra fosa común cerca de la tapia este del cementerio de Sofuentes, entre los bloques de nichos. La familia ha continuado depositando flores en el cementerio año tras año en memoria de sus seres queridos. Hay una cruz de mármol erigida en memoria de las cuatro víctimas, que no se encuentra sobre la fosa, ya que el cura no permitió que se colocara junto a la tapia, un detalle que quedó en la memoria del pueblo, porque ellos no eran dignos de camposanto.
Imagina pues que eres ese niño, y que ahora tienes 93 años, y aún recuerdas olores de la era y sonidos de los aperos de las mulas, son ligeros pero persisten mezclados con los recuerdos amargos de aquellos días en los que había que callar. Y sin embargo hay personas que te dicen que lo mejor es olvidar, y que da lo mismo donde está padre enterrado, que hay que avanzar, que padre ya no va a volver. Y a ti te invade una tristeza enorme porque lo que quieres es que tenga sepultura, y el homenaje que merece porque al final fue asesinado por defender aquello que creía. Imagina que con más de 90 años estás orgulloso de tener memoria todavía, y no entiendes como el resto parece haberla perdido por voluntad propia.
Estos días en el cementerio de Sofuentes se están llevando a cabo unos trabajos por parte del Equipo Arqueológico Forense de Aragón, un equipo profesional multidisciplinar dedicado a la investigación, localización, exhumación e identificación de víctimas de la Guerra de 1936 y la posguerra. Promovida por el Colectivo de Historia y Arqueología Memorialista Aragonesa (CHAMA), con financiación de DPZ y colaboración de los ayuntamientos de Sofuentes y Sos, buscan dos fosas, una con dos cuerpos, la otra con cuatro.
En la primera jornada de excavaciones no se han encontrado aún las fosas, se sigue trabajando para localizarlas. Sin reblar, poniendo esfuerzo y empeño en encontrar lo que durante años ha querido ser ocultado. Gracias a su trabajo la memoria no se pierde, los errores se subsanan y las familias descansan igual que lo harán sus muertos cuando tengan el lugar que les corresponda.