Dos conciertos irrepetibles han puesto el broche a la programación de Pirineos Sur

Martirio y Chano Domínguez se estrenaron en el escenario flotante e invocaron al espíritu de Bola de Nieve para regalar un inspirado concierto lleno de belleza. No menos sorprendente fue la colaboración conjunta entre Toquinho, Silvia Pérez Cruz y Javier Colina.

Silvia Pérez Cruz y Javier Colina. Foto: Jaime Oriz.

Este sábado se celebraron los últimos conciertos de Pirineos Sur en Lanuza, escenario principal del festival. Pero lo hizo con una de esas noches a recordar, tanto por su calidad musical como por albergar dos conciertos de esos que son casi imposibles que se repitan por las agendas de los reputados músicos que la protagonizaron: Toquinho con Silvia Pérez Cruz y Javier Colina y Martirio con Chano Domínguez. También cerró hasta el año que viene el escenario Caravana Sur, con uno de los grupos de la escena pop aragonesa más interesantes, Kiev Cuando Nieva.

El proyecto de Toquinho, Silvia Pérez Cruz y Javier Colina surgió hace escasos meses y casi de casualidad, pero lo tienen completamente rodado, estudiado y planificado. Primero, tirando de experiencia y leyenda, salió al escenario el maestro brasileño. No necesitó mucho más que su guitarra para desgranar un repertorio propio que, por supuesto, arrancó los mayores aplausos con la eterna “Aquarela”.

No tardó en unírsele Javier Colina, virtuoso bajista donde los haya, para marcar el ritmo y seguir calentando el ambiente hasta que salió Silvia Pérez Cruz. La artista catalana recibió una calurosa y cariñosa bienvenida por parte del público, certificando el excelente sabor de boca que dejó su última actuación en el escenario flotante en 2013. Casi sin espavientos y sin llamar la atención, Toquinho abandonó el escenario para dejar a dos viejos amigos recuperar un repertorio que ya tiene más de una década (“Ella y yo”, “Ojos verdes”) y versionar algún clásico (“The sound of silence”, de Simon & Garfunkel). Con la complicidad que solo se puede desde el respeto y la admiración lograron algunos de los momentos más íntimos que se han vivido este año en Pirineos Sur.

La conjunción de astros, el momento más esperado de la noche y uno de los del festival, fue el instante en el que los tres músicos coincidieron ya sin prisas en las tablas. Llegó ya a mitad del concierto, pero mereció la pena. Juntos hicieron un precioso repaso a grandes canciones de la música brasileña con esa calidez que estaba embargando al concierto. Sonó “Asa branca”, “Eu sei que eu vou te amar”, “Carinhoso” (una de las canciones más bellas de su país jamás escritas, según Toquinho) o la esperada “Garota de Ipanema”. Un lujo haber presenciado esta alineación de artistas.

“Este va a ser un concierto dedicado a Bola de Nieve, pero también a la belleza y a la verdad. Sacad el pañuelo o abrazad muy fuerte si tenéis a vuestro lado a la persona que queréis”. Tras una breve introducción al piano de Chano Domínguez, así comenzó el concierto que Martirio y el pianista regalaron para el público de Lanuza. Los títulos del eterno compositor cubano ya daban bastantes pistas de los desamores a los que se iban a cantar bajo las faldas de los Pirineos (“Tu no sospechas”, “Si me pudieras querer”, “Ya no me quieres…). Y verdaderamente fue una actuación bella, llena canciones eternas que el dúo supo llevar a su terrena de una manera muy natural.

Después de 15 años sin colaborar juntos, Martirio y Domínguez escogieron este proyecto, casi irrepetible, para volver a juntar sus talentos. Con la pericia y maestría del pianista y la voz y el carisma de la cantante desgranaron un repertorio centrado en el cubano pero con sabias paradas y homenajes a otros grandes artistas (“Se equivocó la paloma” para Rafael Alberti; o “La vie en rose”, de Edith Piaf).

La belleza y la pasión puesta por los dos artistas calaron hasta el fondo de los casi 2.500 espectadores que no perdieron detalle ni de sus notas al piano ni de ninguna inflexión vocal de Martirio. “Bito Manué, tú no sabe ingle” y “Manicero” pusieron el punto y final a la primera actuación de la cantante andaluza en el escenario flotante (ya actuó en 2014 en Sallent de Gállego). Público en pie.

El escenario Caravana Sur también echó el cierre anoche, con el concierto de Kiev Cuando Nieva, una de las bandas de Uesca que son siempre un valor seguro. Como siempre, desplegaron su ese sonido tan suyo, que bucea entre lo mejor del indie pop y las melodías clásicas. Dignos herederos de la tradición aragonesa (El Niño Gusano, Tachenko), llenaron la carpa de Lanuza con algunos de los mejores temas que han grabado en su carrera, como “Más tranquilo”, “Linóleo” o “De tarima”.

Compás flamenco con aromas de jazz y música popular aragonesa

En el escenario de los Mercados del Mundo de Pirineos Sur nunca pueden faltar las nuevas propuestas musicales aragonesas más interesantes, y en la tarde del sábado, penúltima jornada del festival, ese papel recayó en la formación oscense Nanjazz, cuyo álbum de debut, “Manuco”, les ha situado en primera línea del panorama nacional de las fusiones entre flamenco y jazz.

Nano Giménez (piano) y Gerardo López (trompeta y flugel) comandan la banda, completada por Raúl de Huesca (voz), Jesús Martín (bajo) y Willy Giménez y Marcos Giménez en las percusiones. Nanjazz iniciaron su actuación con una emotiva seguiriya dedicada al trompetista Jerry Gonzalez y el periodista musical Javier de Cambra, viejo amigo de Pirineos Sur; en las alegrías “Barrio de la Catedral” ya se deslizaron algunos ecos de jota y folklore aragonés, uno de los rasgos diferenciales del sonido de la banda oscense. Siguieron con “Penas de mi pesar”, un martinete que acaba entrando en terrenos del bop, y las bulerías de aires jazzísticos “This is from my Mark”.

A continuación, Nanjazz estrenó una pieza nueva por fandangos, “Café Canfranc”, en homenaje al primer café flamenco que existió en Huesca, hace más de un siglo. Buen ejemplo de la visión abierta con la que Nanjazz afronta su propuesta fue su recreación de la popular “Pulida magallonera”, que va transformándose de bolero a rumba y verdiales, dejando amplio espacio para la improvisación y aproximándose al free jazz.

El combo oscense cerró su actuación, que fue seguida con creciente interés por un público sorprendido por su calidad, con una versión de esa “Leyenda del tiempo” de Camarón de la Isla con versos de Lorca, a la que consiguen extraer nuevas posibilidades y descubrir recovecos inéditos. Y, ya fuera de programa, se despidieron con una improvisación sobre ritmos afrocubanos que dejó bien claro que en la música de Nanjazz se mezclan con estilo y personalidad el flamenco, el jazz y el folklore aragonés, el swing, el compás y el tumbao.

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