De vacíos y desequilibrios

El atinado artículo de Alejandro Plana que refuerza la narración de la película 'As bestas', da qué pensar sobre esta tradición, tan antigua como mentirosa e interesada, de la yuxtaposición rural-urbano. Mucho antes del sainete franquista de Paco Martinez Soria que avalaba el triunfo de los planes de desarrollo de los tecnócratas del Opus Dei, este binomio ya formaba parte de las certezas compartidas por una sociedad española cuya inmensa mayoría tenía sus raíces en el medio rural. Un medio rural, por otro lado, generoso en hostilidad, desde la época de la restauración borbónica, hacia las clases menos favorecidas. En …

jesús samperiz

El atinado artículo de Alejandro Plana que refuerza la narración de la película 'As bestas', da qué pensar sobre esta tradición, tan antigua como mentirosa e interesada, de la yuxtaposición rural-urbano.

Mucho antes del sainete franquista de Paco Martinez Soria que avalaba el triunfo de los planes de desarrollo de los tecnócratas del Opus Dei, este binomio ya formaba parte de las certezas compartidas por una sociedad española cuya inmensa mayoría tenía sus raíces en el medio rural.

Un medio rural, por otro lado, generoso en hostilidad, desde la época de la restauración borbónica, hacia las clases menos favorecidas. En el fondo, no se trata tanto de un enfrentamiento entre la ciudad y el campo si no, simplemente una faceta más, un capítulo más, del eterno intento de la clases favorecidas por afianzar su hegemonía recurriendo más a las vísceras que al cerebro porque el sentimiento es mucho más fácil de movilizar que el raciocinio.

Identificar el progreso con lo urbano y el campo con el atraso, no es ninguna novedad e incluso puede ser humanamente comprensible que quienes salieron de su pueblo y se dejaron los años y la piel en ese progreso en blanco y negro que narraba el NODO, deificaran el mundo urbano como lugar de oportunidades, cosa que, por otra parte, tenía bastante de cierto.

Para los que se fueron, en una u otra época, antes o después de una guerra, por culpa del pantano de turno o simplemente porque la tierra no daba más de sí, volver al pueblo para la fiesta o para el día de difuntos, debía ser la demostración del triunfo de la ciudad.

En los pocos días que volvían a recorrer las calles que les vieron marchar, tenían la necesidad de sentirse y hacer sentir que su desarraigo había sido recompensado y sus hijos, poco a poco acabaron por ver el pueblo de sus padres como lugar de una memoria ajena y a sus habitantes como a los paletos de las películas del actor de Tarazona.

Al mismo tiempo, la cultura burguesa de la modernidad siempre ha ejercido una cierta tutela entre romántica, antropológica y deportiva hacia lo rural como reservorio de valores humanos y el paisaje como expresión y anhelo del alma colectiva. En el caso de Aragón, junto a experiencias serias, también se ha alcanzado la caricatura y no hay más que ver el triunfo de los trajes regionales, la jota y todo el escenario que los rodea con sus ofrendas de flores y todas sus manifestaciones culturales y culinarias.

Así lo rural se convierte en valor, en mito y por tanto, como contrapartida, en mentira consentida y compartida a la que la gestión política no le es ajena en una especie de carrera por defender el campo y a sus habitantes que, a menudo tiene más de apariencia que de verdadera preocupación.

No estaría de más, piensan los librepensadores, repasar la procedencias y comportamiento de la casi totalidad de la clase política aragonesa que, viniendo del campo, conquista la ciudad y cuentan la feria en uno u otro escenario en función de sus intereses.

La profecía de una Zaragoza del millón de habitantes, como la metrópoli cosmoplita del noreste peninsular, alterna con un relato salpimentado de regenaracionismo con profusas citas a Joaquín Costa con su escuela, su despensa y sobre todo su política hidráulica, convenientemente redirigida para que lleve el agua a su molino. En este acuático aspecto no faltará quien recuerde que la Expo 2008 todavía lastra el presupuesto del Ayuntamiento de la capital de Aragón con una deuda que se acabara de pagar en 2030.

Casi al mismo tiempo, la expansión, casi explosión, del concepto “españa-vacía” ha generado una corriente de pensamiento visceral a la que gobernantes y gobernados se apuntan como si fuera palabra de Dios sin hacer un verdadero análisis de lo que ha sido y es, ese binomio de la convivencia en Aragón y en España.

Son gigantes..... Pilar Iturralde 2022
Son gigantes..... Pilar Iturralde 2022.

Para un viejo librepensador es totalmente improcedente reutilizar el triunfo literario de Sergio del Molino, perfecto en la transmisión de sentimientos y en la narración de realidades humanas, para justificar una forma de hacer política, una forma de gestionar los territorios y los paisajes.

Parece un caso de reciclaje de ideas al que políticos poco imaginativos que gustan de revestirse de cultura, se apuntan revolviendo la literatura con la política. Gran error que coincide con una avalancha de ocurrencias oportunistas, con todo tipo de promesas para resolver la despoblación que no es si no la repetición de los mismos modismos que desde antaño han consolidado la injusticia tanto en el campo como en la ciudad.

De esta forma ante la mentira de la “España-vacia” se desdibujan las grandes verdades de la explotación de los territorios y de los paisajes y ante la zanahoria de una promesa de empleo y riqueza, los políticos urbanítas (paletos de ciudad, algunos de ellos) venidos del pueblo, dirigen a los “vaciados” en la dirección que interesa al dueño de la zanahoria.

La ultima versión de este discurso campa a sus anchas por la estepa de Zaragoza o los montes del Maestrazgo que se llenan de centrales eólicas o solares a mayor gloria de Forestalia, esa empresa aragonesa que tributa en Madrid y que medra en la especulación energética con el beneplácito del Pignatelli.

Para redondear la faena, no falta en esta feria de vanidades, el oportunismo de los medios de comunicación que hacen caja con los grandes eventos: congresos del bienestar, Españas despobladas y todo tipo de actos y fastos en donde afamados todólogos se prestan al espectáculo mediático y en los que la población despoblada cree sentirse asistida y acompañada hacia el cambio que va a poner por fin, a su pueblo en el mapa. Porque su pueblo tiene la mejor fiesta, la mejor longaniza y es el más noble de todo el mundo mundial.

Alguien debería decir a estas gentes que el vacío puede estar bien como figura literaria pero es una falsedad física y ética; porque aunque un paisaje pueda tener poca gente, después de tantos años de planes de educación y de ejercicio de las libertades, ya debería ser del dominio público, tanto en el pueblo como en la ciudad que todos los paisajes (no solo las montañas nevadas) y todos los territorios, por poca gente que esté empadronada en ellos, cumplen un papel vital en la vida de un país que, en realidad, está lleno a rebosar.

Sigue acusando al librepensador del siglo XXI como acusaba el del siglo XIX, la necesidad de que los habitantes de una comarca, comunidad autónoma o país, sean sujetos de derecho en igualdad de oportunidades sin mirar el lugar en donde residen y que la “cosa pública”, mande quien mande, construya un estado en que se disuelvan binomios intencionadamente opuestos con el fin de consagrar el desequilibrio entre las personas y los paisajes, siempre a favor de ese tipo de personajes que en sus tiempos hicieron la vida imposible a Joaquín Costa y luego se apropiaron de su discurso.

...Siete llaves al sepulcro de Costa,

que su nombre en vano dejen de invocar

los que por llevarse el agua a su molino

si han de hundir tu casa, no lo van a dudar.


Este artículo también lo puedes encontrar en el blog La Ribagorzana.

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