Abierto por las Schutzstaffel (SS) en primavera de 1933, ocho semanas después del ascenso al poder de Hitler, Dachau fue el primer campo de concentración nazi. Se convirtió, por ello, en un centro de entrenamiento para los guardias de las SS y sirvió como modelo para el terror del Tercer Reich. Un sistema de campos centralizado y en expansión, con la deshumanización de la persona como método. Según registros oficiales, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial (1945), los campos repartidos por Alemania y toda la Europa ocupada fueron un total de 1.235.
El mapa del horror. Los campos de concentración y exterminio del régimen nazi en Europa durante la II Guerra Mundial (1939-1945)#MayoenMathausen pic.twitter.com/b4EzWs7UQV
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Cercano al pueblo de Dachau, a unos trece kilómetros de Munich, fue construido sobre una fábrica de pólvora en desuso. Los 5.000 primeros presos fueron internados el 21 de marzo de 1933, en su mayoría comunistas y socialdemócratas, opositores políticos de Hitler. En 1937, el número se había elevado a 13.260, en un campo ideado para recluir a 6.000 personas. El objetivo del régimen nazi era utilizar mano de obra esclava para rearmar a Alemania en secreto.
Durante sus doce años de funcionamiento 206.206 personas, en su mayoría hombres de más de 40 países, fueron recluidas en Dachau. Se estima que unas 41.500 fueron asesinadas en este campo, en el que se infringieron atroces castigos a miles de presos y cientos de brutales experimentos médicos. El 29 de abril de 1945 fue liberado. Había 31.000 supervivientes.
6.000 prisioneros de Dachau fueron sometidos a todo tipo de experimentos pseudocientíficos, a manos del oficial nazi Heinrich Schütz. Pruebas en cámaras de presión, congelamientos en piscinas, inyecciones con virus y enfermedades. Más de 2.000 murieron brutalmente pic.twitter.com/0edf3ffMB2
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Un recorrido por la muerte
El memorial de Dachau se abrió en mayo de 1965 por iniciativa de los supervivientes, que se unieron en el Comité Internacional de Dachau. "Al principio se encontraron mucha resistencia, tanto de la clase política como de la sociedad. Entonces, en la antigua República Federal Alemana (RFA) decían que había que pasar página. Ahora es distinto. Está gestionado institucionalmente, sus instalaciones cumplen la función de Museo Conmemorativo, y tiene carácter de cementerio, considerándose por tanto un lugar de luto y recuerdo", nos explican al inicio de la visita.
El museo cuenta con 22 zonas, 21 de ellas abiertas al público y solo la zona del antiguo campo de las SS es inaccesible. A lo largo del recorrido se intenta recrear la vida de los reclusos durante su estancia en el campo, o al menos aproximarse a lo que fue. Cualquier pequeño detalle en el día a día podía suponer la diferencia entre lo soportable y lo insoportable.
Después de una inspección larga, el kapo hacia sonar el silbato y cada prisionero era dirigido a su trabajo. 12 horas de jornada esclava bajo golpes y castigos. Sin comida. Sin agua. Al término, un plato de sopa, pan y margarina. Exhaustos, iban a la cama. Y vuelta a empezar. pic.twitter.com/OpaTE7b62v
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63 presos y presas de Aragón
Al menos 653 personas de los distintos territorios del Estado español fueron recluidas en Dachau, o pasaron por aquí para finalmente ser enviadas a otros campos. Murieron 130. Según aragonesesdeportados.org, un total de 63 eran de Aragón, 60 hombres y tres mujeres de más de 50 localidades: Alcampell, Alcanyiz, Alcorisa, Alcubierre, Alagón, Albelda, Almonacid de la Cuba, Anzánigo, Ateca, Ballobar, Binaced, Binéfar, Biota, Boltaña, Calanda, Capdesaso, Capella, Casbás, Caspe, Castejón de Monegros, Castellote, Echo, El Grado, Espierba, Esplús, Gallur, Grañén, Fabara, Fuendejalón, Herrera de los Navarros, Híjar, Lécera, Lidon, Luesia, Mazaleón, Mequinensa, Morilla, Orihuela del Tremedal, Pancrudo, Ponzano, Panticosa, Peñalba, Rafels, Riglos, Sangarrén, Sena, Sigües, Torralba de Aragón, Torrecilla del Rebollar, Tosos, Urrea de Gaén, Vistabella de Huerva, Yésero y Zaragoza.
Ojos que no ven...
Lo primero que impacta al entrar en el campo de Dachau es la proximidad al núcleo urbano. En el momento de la liberación, los soldados estadounidenses encontraron un panorama dantesco. Decenas de miles de personas muriendo de hambre, heridas y errantes. Vagones de tren con cadáveres en descomposición. Hedor a muerte. Unas imágenes que documentaron en video.
Y uno se pregunta: ¿Sabía la población lo que sucedía tras esas alambradas y muros? Parece imposible pensar lo contrario. La población conocía la existencia de los campos, pero la propaganda nazi había realizado un ejercicio premeditado disfrazándolos de campos "de trabajo" en los que supuestamente los prisioneros podían redimir sus penas ("el trabajo os hará libres"). Casi todos callaron. Algunos por miedo, otros por afinidad y el resto por pasividad. Pero callaron. Cómplices silenciosos de una maquinaria salvaje dedicada a la muerte.
El Ejército Aliado obligó a la población civil alemana a visitar el campo y confrontar las atrocidades cometidas por el régimen nazi. Así, los núcleos poblacionales alemanes del entorno fueron conducidos hasta allí para observar con detalle las consecuencias. Pocos podían imaginar lo que iban a ver. Las sonrisas eran algo extendido en el viaje de ida, cual visita o excursión ociosa, incluso con la ropa “de domingo”. Sin embargo, la realidad les sacudió. Se sucedieron los vómitos, los desmayos, las lágrimas de vergüenza y horror. Pocos pudieron tolerar las imágenes que circulaban a su alrededor.
Memoriales como el de Dachau nos enseñan una lección vital. Es imprescindible quitar las vendas que ciegan los ojos. Honrar a los muertos, para que los vivos no olviden las consecuencias del nazismo y del fascismo, de la persecución y aniquilación del diferente.
Dachau. "Honrar a los muertos. Para que los vivos no olviden"#MayoenMauthausen pic.twitter.com/Jn4mSts8qD
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Sin palabras. No basta leer y leer para aprenderlo. Hay que estar para entenderlo. #mayoenmauthausen con @igoiz17 de @arainfonoticias https://t.co/8BrYibsQJM
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