Cambiamos de escenario, ahora a Monzón, siguiendo la estela de las localidades que vivieron procesos de colectivización, pero es que el escenario, el teatro mundial, ha cambiado mucho en el último año.
A la que creímos sociedad de la abundancia, hablando siempre de los países ricos o más bien de una parte de los mismos, se le están viendo las costuras. Una guerra y la avaricia desmesurada del oligopolio energético nos ha convertido en más pobres. O, a lo mejor, es que siempre hemos sido lo abundantes que nos han dejado ser.
Ahora nos toca además padecer la crisis en temas muy tangibles. Por un lado en el confort de nuestros hogares con una subida general de la energía y los suministros que incluye los alimentos más básicos.
Por otro con la auténtica vaca sagrada de Occidente como es el coche. Un vehículo del que buena parte de la población depende para su vida diaria.
Se nos está presentando todo como una situación de emergencia. Y de sobra es sabido que cuando entran los mecanismos de emergencia hasta la idea de participación ciudadana se esfuma. La democracia occidental, ya de poca calidad, queda reducida a mera pantomima.
La idea de participación, aquello de que el pueblo tenga algo que decir, cada vez parece más desdibujada y es sustituida por mera gestión de los que, a falta de transparentes, se proclaman como eficaces.
De hecho otro cambio en la realidad ha sido la aparición de una guerra “molesta”, pues nos pilla en nuestro entorno cercano y sus víctimas son blancos y cristianos. En cuanto se escuchan tambores de guerra solo cabe la adhesión al discurso oficial. Lo hemos comprobado recientemente y hemos asistido al espectáculo de una parte de la izquierda apoyando una escalada armamentística sin fisuras.
Por otro lado nuestra dependencia de las materias primas y el derroche de las mismas (nada nuevo, el movimiento ecologista lo lleva denunciando décadas) no hace si no alimentar a las fieras que nos devoran. Personajes como Putin son un producto 100% capitalista. Las autocracias, la mano de hierro, son útiles a la globalización económica.
Con este panorama parece casi irónico que las teorías del decrecimiento económico demuestren la evidencia de que términos como desarrollo sostenible no son sino una trampa dialéctica. De que el crecimiento perpetuo es una fantasía y solo desequilibra más la balanza hacia quienes más tienen.
Vista la situación nos queda, de nuevo, mirar hacia lo cercano para construir sociedad y organización. Reflexionar sobre lo que nos queda a mano y sobre nuestras posibilidades de intervención en ello para quienes estamos fuera de la partida de eso que se ha dado en llamar geopolítica.
En este sentido en la nueva edición de Colectiviza! queremos profundizar en una concepción radical de la democracia. En lo que afecta a vertebrar un territorio como el aragonés en torno a luchas sociales como es la defensa de los derechos laborales y el entorno natural. En la participación de la gente de a pie en la economía, la que va más allá de lo macro y se centra en más que hacer dinero y en hacer sociedad aquí y ahora.
En un escenario que nos prefiere asustad@s creemos una buena opción formarnos e informarnos. Te esperamos.