Panticosa, entorno en decadencia

Hubo un tiempo en que llegar al Balneario de Panticosa suponía entrar en un entorno natural impresionante a través de un valle encañonado, paso de contrabandistas, refugio de pastores y, desde el siglo XIX, reducto lujoso de edificios con un toque afrancesado, historicista e idílicos jardines

Ahora mismo nos recibe una estructura de cemento a medio terminar llena de restos de obra y basura. Al fondo la mole de hormigón y acero de Nozar, justo frente al edificio del Gran Hotel, único edificio histórico más o menos respetado, y en el entorno varios edificios casi en ruinas, entre otros los preciosos templetes que contienen varias de las fuentes minero-medicinales del complejo.

Junto al refugio de Casa de Piedra dos barracones en franco deterioro que se aprecian en la subida al cercano ibón de Bachimaña y que puede uno ver en todo detalle cuando asciende al pico del Garmo Negro. Con sus muebles abandonados, techos medio caídos y un patio interior lleno de aperos de obra son testimonio de un descabellado proyecto que no llegó a ser.

Si nos remontamos al pasado reciente la historia de este espacio termal es la de una empresa (Nozar, propiedad de la familia Nozaleda) que fue recibida con la alfombra roja por las autoridades aragonesas tras la compra de los edificios del balneario en el año 2000. El Ayuntamiento de Zaragoza también permutó su parte de Panticosa por un solar propiedad de Nozar en el barrio de l'Almozara.

En 2002 entraron las excavadoras y comenzó a perpetrarse lo que, a la postre, ha resultado ser un verdadero chandrío. Con el proyecto de edificar un resort de super-lujo se derribaron varios edificios históricos en lo que era un espacio catalogado como conjunto histórico por el mismo Gobierno de Aragón que permitió el destrozo. Se vació el edificio del Gran Hotel del que sólo se respetó la fachada y se realizaron excavaciones que terminaron por secar varios manantiales.

Por otro lado se dejaron en completo abandono las casetas termales en las que, en otro tiempo, se acudía a “tomar las aguas”. Pequeños pabellones que imitaban templos clásicos y que permanecen cerrados con un cartel en que se lee fuente en restauración. En varios de ellos se ha hundido parte del techo o están llenos de basura.

En otra zona de las instalaciones languidece lo que fue casa Belío, con las puertas rotas y una valla protectora que nada protege pues lleva meses caída. El cercano pabellón tiene parte del techo derrumbado y es mejor no acercarse mucho. Dentro del mismo se aprecian aún los restos de vestuarios y artesonados de madera.

No falta quien diga, con razón, que todo el complejo llegó a presentar un aspecto fantasmal cuando estaba prácticamente abandonado en los años 70. Pero casi cincuenta años después la solución dista de ser óptima y lo peor es que la pérdida del patrimonio histórico se ha hecho con el consentimiento del Gobierno de Aragón y a mayor gloria de una empresa privada.

Porque, quién es la inmobiliaria Nozar. Al abrigo de la gran burbuja inmobiliaria de los 90 aparece en Aragón una familia de origen asturiano con una parte radicada en México, los Nozaleda, que tenía cierta notoriedad económica. Hasta salían en la lista Forbes. Nozar fue haciendo fortuna en nuestra tierra adquiriendo empresas emblemáticas como Bodegas Pirineos y tomando posiciones en el sector inmobiliario, con la inestimable colaboración de la CAI, a la que arrastraron en su caída.

Nozar empieza a aparecer como patrocinador de la Expo, en diversos tratos con instituciones públicas o en construcción de viviendas. Una de sus promociones más célebres fue otro sonado fiasco, la urbanización y campo de golf las Margas en Samianigo. Pero cuanto más alto subes más dura es la caída y terminaron asumiendo un volumen de deuda impagable que en 2008 ascendía a 700 millones de euros y que terminaron con la liquidación de todo su sector ladrillero. Sólo en intereses la CAI asumió una deuda de 115 millones.

Mientras todo esto se iba fraguando las promesas en torno a Panticosa Resort habían pasado por edificios diseñados por Moneo o un restaurante con chef de primera línea como Pedro Subijana. Al final la cosa terminó en el despido de toda la plantilla y la quiebra del complejo.

En estos momentos aún el edificio principal no es sino un lugar para bodas y celebraciones con todo su seudo-lujo hortera. Como se cargaron una de las fuentes termales se ha optado por calentar de forma artificial el agua. Las instalaciones hosteleras han quedado para los bolsillos más pudientes (un café, lo más barato, son 1'70 euros) y el acceso a varias de las caminatas por la naturaleza atraviesa propiedad privada.

Desde las Cortes de Aragón, donde se ha denunciado en varias ocasiones la situación, se adujo que habían fallado los instrumentos de control. Una forma fina de reconocer su inutilidad porque ese control era competencia suya.

Por parte de Apudepa se recordó que parte del patrimonio ya es irrecuperable, pues directamente se ha derribado, pero aún se está a tiempo de restaurar lo que no ha sucumbido a la oleada especulativa de los últimos años.

Ya han pasado 16 años de gestión irresponsable de Panticosa. Puede que sea tiempo de revertir la mayor parte  de ese patrimonio a manos públicas, de mimar lo poco que queda en pie de las construcciones históricas y que el resort pijo pase a ser un espacio de ocio y disfrute para toda la ciudadanía que padece los excesos de la privatización de este entorno único.

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