De nuevo obras en el embalse de Montearagón

A la vista de un informe de Ecologistas en Acción, debería analizarse si realmente en algún momento fue viable este pantano y si realmente sirve para algo. A la vista del informe, habrá que analizar si realmente en algún momento fue viable este pantano y si realmente sirve para algo, o su final más lógico sería la demolición, como proponía la organización ecologista en su informe.

Castillo de Montearagón. Foto: Pierre Pouliquin (CC)

Se reiniciaron en junio las obras de prueba de carga del embalse de Montearagón en el río Flumen, tras cinco años paralizadas por informes que alertaban de deslizamientos en la cola del embalse. Asimismo, en 2016 se producía un movimiento en el estribo derecho de la presa, que sigue en observación.

Una obra finalizada en 2006 y que se enfrenta a trabajos de consolidación y drenaje que implicarán otros diez meses añadidos y 1,5 millones de euros a una presa que ya ha duplicado su presupuesto.

Aún, así no está nada claro el futuro de este embalse, pues las obras para transportar el agua a los eventuales regantes quedaron descartadas y el coste repercutido del agua, si se tienen en cuenta los 66 millones que ya ha costado la obra (estaba presupuestada en 30) podría ser muy alto. También se paralizó el posible abastecimiento de agua a Huesca, pues ambas posibilidades necesitaban coste añadido y obras que sumarían otros 35 millones adicionales.

Entender qué está sucediendo con este embalse requiere dar una visión de conjunto y remontarse mucho tiempo.

Montearagón no tuvo una gran contestación social y produce un impacto ambiental relativamente leve comparado con obras similares, pero es un ejemplo de planificación y ejecución cuestionable, con visos de ser caótica. Es un pantano pequeño, 52Hm3. Una obra que, a priori, no debía presentar grandes complicaciones ni sobrecostes.

Los trabajos empezaron en abril de 1995, con un presupuesto en pesetas y ninguno de sus objetivos se ha cumplido ni de lejos, ni tan siquiera construir un embalse funcional, pues solo se puede llenar hasta el 30%, algo que no ha sucedido hasta este año con una cantidad de lluvia excepcional.

Tras diversas incidencias, 11 años después del comienzo de las obras se concluía la construcción propiamente dicha y se preparaba la llamada prueba de carga, previa al llenado definitivo del vaso.

El largo tiempo transcurrido se debió a la necesidad de resolver problemas de fracturación de la presa. Aquello ya pintaba mal.

Aún, así las pruebas de carga evidenciaron nuevos problemas y se ralentizaron, hasta detenerlas definitivamente en 2013, para lo que fueron concluyentes los deslizamientos que se produjeron en la ladera izquierda del vaso, a la espera de que se pudiera llenar de forma natural hasta la llamada cota 554, una tercera parte de su capacidad. Fueron muy tenidas en cuenta las 44 inestabilidades de las que alertó un informe de 2005.

Esta paralización se llevó a cabo porque la idea de la presa era que soportara la masa de agua con su propio peso y, dado que la estabilidad absoluta no está garantizada, implica nuevas infraestructuras que drenarán el agua y rebajarán la presión sobre el hormigón.

Por cierto, para lo que parece que también se va despacio es para las restituciones a los municipios afectados por las obras. Loporzano y la capital oscense, cuyos términos municipales resultaron afectados por la construcción de la presa, siguen esperando el dinero prometido. Un compromiso que data de 2004.

La evidencia de este panorama hizo que Ecologistas en Acción incluyera Montearagón en su informe Fracasos hidráulicos. Embalses carentes de utilidad, que se publicó en marzo de este año.

A la vista del informe, habrá que analizar si realmente en algún momento fue viable este pantano y si realmente sirve para algo, o su final más lógico sería la demolición, como proponía la organización ecologista en su informe.

Por lo pronto es una obra totalmente sobredimensionada, destinada a almacenar el doble de agua que el Flumen vierte en su desembocadura. El río Flumen sufre fuertes estiajes y durante meses su caudal es mínimo, así que habría que fiar el llenado de la presa a las lluvias estacionales, pues durante al menos la mitad del año el embalse no puede recibir aportaciones de agua sin afectar al caudal ecológico.

El terreno sobre el que se asienta la presa es sedimentario, por lo que los movimientos de tierras que están provocando los retrasos eran predecibles, además de que nada indica que no vayan a seguir produciéndose y convirtiendo en inútil la obra.

Quedan pues los usos que se presumían al embalse.

Poner más hectáreas en regadío. Seguir cultivando más y más para que el producto termine valiendo tan poco que se necesiten más hectáreas en regadío que aún harán más barato (y excedentario) el producto y concentrando la propiedad en menos manos. Por otro lado, se da por hecho que los regantes nunca pagarán el coste real de la obra, pues encarecería el agua mucho. Ahora mismo se usa para riego, pero como último recurso y su uso es más bien escaso.

¿Garantizar el suministro a Huesca? La capital oscense padeció una leve escasez en 2005, que no supuso ningún recorte, tiene un pantano para suministro en exclusiva, Vadiello, y la conexión con el canal del Cinca como recurso. Además, existen en un radio de pocos kilómetros varios pantanos. Y, desde luego, la evolución demográfica no indica que se necesite triplicar las reservas de agua.

Por otra parte, el uso para agua de boca implica nuevas obras, como una planta potabilizadora y una canalización de 11 kilómetros, que costaría 8 millones adicionales.

Todo indica que Montearagón fue una obra poco justificada, mal planificada y de pésima ejecución.

Lo peor de esta infraestructura es que parece obedecer a un modelo varias veces repetido en el estado, especialmente relacionado con la política hidráulica: se lanza un proyecto, que con el discurrir de los años va quedando obsoleto o se demuestra inútil, pero se sigue insistiendo en el mismo y gastando recursos por pura inercia. Si luego es una pifia, produce severos daños ambientales o hace un roto en las cuentas públicas han pasado por el proyecto tantos responsables que las responsabilidades se diluyen.

Ya se trabaja con el horizonte 2019 para dar por concluida la obra, que se considera en ejecución, pendientes aún las obras complementarias para aprovechar el agua.

Seguro que habrá una inauguración de campanillas. A ninguna autoridad le gustará que le amarguen la fiesta recordando el festival de gastos imprevistos que, quizás, nunca deberían haberse producido optando por otro modelo de infraestructura menos gravosa y dañina.

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