Urbanismo tonto en la Madalena

Como de costumbre cuando una se dirige al Ayuntamiento nunca ha sido nadie el que ha autorizado la chapuza. Por lo visto esas decisiones vienen por ciencia infusa, aunque más bien da que pensar que quien las toma no se molesta en currárselo mucho.

agustín
Imagen de archivo de la Calle San Agustín en 2015

El título no es por faltar, pero a menudo, cuando una ve determinadas actuaciones urbanísticas, y sobre todo cuando éstas persisten en el error, inevitablemente se pregunta por la inteligencia o la formación de las personas que las proponen.

Viene al caso esta reflexión sobre dos actuaciones realizadas en el Barrio de la Madalena en fechas recientes, una de las cuales es el parche de una mala actuación anterior. Me refiero al parcheo del comienzo de c/ san Agustín y a la colocación de dos farolas en mitad de la Pza Asso.

Si nos remontamos unos quince años, en todo el Casco Histórico zaragozano fueron apareciendo como champiñones una peculiar forma de adoquinado de las calles que ha resultado ser un desastre.

En la Madalena en concreto se pavimentaron calles como san Agustín, Heroísmo o Arcadas con unos adoquines que, a todas luces, han resultado una solución lamentable.

A los meses de estar colocados los dichosos adoquines colorados empezaron a abrirse por diferentes puntos y a generar charcos de agua sucia que se introducía entre los mismos y devolvía a los peatones en forma de sucio escupitajo cuando se pisaban. Ahí sigue el problema, agravado, claro.

Eso cuando no empezaron a resquebrajarse, especialmente en las zonas cercanas a registros o alcantarillas puesto que las juntas de dilatación se revelaron inútiles. El simple tránsito de camiones de la basura, por otro lado, los rompe y el inevitable tráfico, pese a tratarse de zonas peatonales, aún los deteriora más.

Para más inri los pedruscos coloraos resultaron ser una superficie difícil de limpiar, por lo que ahora mismo lucen toda una gama de colores que van del blanco cal al negro tubo de escape.

Cuando la Calle Heroísmo se había convertido definitivamente en una pista de motocross, con más adoquines rotos que enteros, a algún responsable municipal se le debió ocurrir apañar el desaguisado y hormigonar la calle. Un apaño que no se extendió a las calles del entorno, pero pasable.

Como el problema se ha ido reproduciendo en muchas otras calles a algún otro genio del pastiche urbano se le ocurrió arreglar la entrada de la c/san Agustín. Pero, ojo, sólo la entrada y de cualquier manera.

Así pues, un grupo de aguerridos (y un tanto chapuceros) curritos se han afanado en estos días en hacer un puzzle cromático a la entrada de la calle, montando diferentes rectángulos de colores variados, sin juntas de dilatación, orden ni concierto que nos ha terminado por tocar las narices a las vecinas, empezando por los sufridos pequeños comercios de esa zona.

Como de costumbre cuando una se dirige al Ayuntamiento nunca ha sido nadie el que ha autorizado la chapuza. Por lo visto esas decisiones vienen por ciencia infusa, aunque más bien da que pensar que quien las toma no se molesta en currárselo mucho. Se hacen por trámite y teniendo más en cuenta la partida presupuestaria que la idoneidad. Igual es mejor solución esperar un poco y hacerlo incluso bien. Vamos, digo yo, que tampoco me tengo por una destellante lumbrera.

Pero en la misma semana, si hablamos de actuaciones absurdas, aún nos esperaba otra sorpresa, como fue la colocación de dos farolas, como dos peculiares monolitos de luz, en mitad de la Pza Asso, rompiendo la estética de ágora que debería corresponder a toda plaza como lugar de encuentro vecinal. Farolas además recicladas y roñosas que contribuyen a la fealdad del conjunto.

La verdad es que esa plaza no ha tenido mucha suerte. En ella languidece desde hace décadas una casona infanzona renacentista del siglo XVI, ahora derruida en su interior y que está pendiente de rehabilitación. Unos andamiajes se tiraron siete años allí, criando polvo y amenazando la seguridad de los peatones.

A uno de los lados de la plaza un solar abandonado. Y el toque de alegría lo pone Gusantina y su actividad constante, menos mal.

No se sabe muy bien a qué ha respondido dicha actuación, pero es a todas luces incomprensible e inútil, dado que bloquea las posibles actividades colectivas en la plaza y rompe con la línea visual de la misma, no siendo especialmente útil en la función de iluminar. Tampoco el espacio es un lugar peligroso e, insisto, no carecía de iluminación suficiente.

No faltará quien piense, como de costumbre, que desde los movimientos vecinales nos quejamos de vicio, pero ver la forma en que se ejecutan algunas cosas nos lleva a cuestionar la realidad urbana como el todo que debería ser. Un todo participativo que no se lleve a cabo a golpe de ocurrencia o de partida presupuestaria exclusivamente y para el que sería de agradecer un poco de eficiencia y visión de lo común.

Sí, señor/a funcionario que toma determinadas decisiones. En los barrios vivimos personas que somos las directas afectadas por una forma de hacer las cosas y de gastar la pasta que ponemos entre todas.

Pero, por favor, no se precipiten y añadan un chandrío más a los ya ejecutados. Pensemos en lo colectivo y esperemos un tiempo si es necesario, pero actuemos desde planes de reforma integral, sensatas y a nivel de las personas.

Leo Vargas es miembro de la Asociación Vecinal de la Madalena Calle y Libertad.

 

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