Una vida robada entre La Panadella y Balbastro

El caso de José Luis Gili Arizón puede que forme parte de la trama de bebés robados instalada bajo la dictadura franquista. Este hecho nunca se sabrá con certeza porque el pasado mes de julio la Audiencia de Barcelona sobreseyó su caso: una querella contra los que él creía que eran sus padres biológicos por los delitos de alteración de la paternidad y de detención ilegal. Caso que el juez cerró por falta de pruebas aun reconociendo, tanto el "padre" como la "madre", que José Luis no era hijo suyo.

Foto: AraInfo

La trama de bebés robados que la dictadura franquista constituyó desde 1940 en el Estado español bien pudiera alcanzar los 300.000 casos, según estimaciones a las que el periodista –tristemente fallecido- José Luis Gordillo se refiere en un informe para la publicación digital ‘Periodismohumano.com’. Muchos de estos hombres y mujeres –actualmente en edad ya adulta- viven bajo una identidad falsa. Y lo que resulta más grave y triste al mismo tiempo, desconocen esta realidad.

Gordillo, en su libro ‘Los hombres del saco’, asegura que esta práctica comienza sobre la base de las investigaciones de “limpieza ideológica” realizadas por el médico español franquista, Vallejo Nájera, con la Gestapo. Un hecho que el periodista andaluz califica como un “procedimiento diabólico para forzar la separación de las familias, arrebatándoles a sus hijos”, y que el franquismo copió en su día al III Reich de la Alemania nazi.

Actualmente, la trama tiene como único objetivo, ya no tanto la compra y venta de bebés robados como verdadero negocio, sino ocultar lo que se hizo hasta bien entrada la “Transición española”. Es decir, la confección de toda una red para esconder a las personas que se encuentran (o encontraron en su momento) al servicio de dicho negocio o en los más altos estamentos.

Este es el caso del doctor Eduardo Vela (85 años), juzgado estos días (4 de septiembre) por los delitos de sustracción de menores, suposición del parto, falsedad documental y detención ilegal, y por los que se enfrenta a una pena de 13 años de prisión. La Fiscalía cree constatado que entre los años 1961 y 1981 ejerció como jefe médico en la clínica San Ramón de Madrid, con "control total y disposición sobre los partos y nacimientos que allí se producían". Un cargo que, supuestamente, le pudo proporcionar ‘orden y mando’ en toda esta trama.

Cabe recordar que ésta es la primera vez en el Estado español, y en Europa, que la demanda de una víctima llega a juicio. Hasta la fecha, y según cifras que manejan las asociaciones de víctimas, más de 2.000 denuncias han sido archivadas, bien por falta de pruebas o porque –incomprensiblemente- los delitos han prescrito.

De La Panadella a Balbastro/Barbastro

El caso de José Luis Gili Arizón puede, o no, englobarse dentro de toda esta trama de bebés robados surgida bajo la dictadura franquista. Digo esto porque primero el pasado mes de marzo, y posteriormente el pasado mes de julio, la Audiencia de Barcelona sobreseyó su caso por falta de pruebas. Un caso que el juez cerró aun reconociendo tanto el "padre" como la "madre" que José Luis no era hijo suyo. Por lo tanto, en caso de no recurrir al Tribunal de Estrasburgo nunca conocerá su verdadera identidad.

La historia de este barcelonés afincado actualmente en Uesca comienza el 10 de julio de 1966 en el Hospital Clínico. O al menos eso es lo que dice el expediente gubernativo expedido en marzo de 1971. Un documento utilizado para, entre otras cuestiones, la inscripción de un nacimiento fuera de plazo. Es decir, casi cinco años después de nacer. Ahí, y según consta en el expediente, el “padre biológico” de José Luis lo reconoce –con testigos presenciales- como su hijo natural, y como nombre propio ficticio de la madre figura el de María.

Una historia rocambolesca, tal y como él mismo la define, ya que entre otras cosas José Luis demandó a los que creía que habían sido siempre sus padres biológicos por los delitos de alteración de la paternidad y de detención ilegal. Un hecho que en el año 2016 comprobó que no era cierto. Fue en dicho año cuando José Luis solicitó una copia del expediente de inscripción del nacimiento y descubrió que tenía un hermano que ya había fallecido. Esto, supuestamente, sucedió en mayo de 1968, menos de un año después de su nacimiento, en septiembre de 1967. Pero él, en sus 50 años de vida nunca había oído hablar del fallecimiento de ningún hermano. Su nombre, Enrique.

Según nos explica, su “padre biológico” trabajaba en un establecimiento hostelero de La Panadella, un pueblo situado en el municipio de Montmaneu, entre Lleida y Barcelona. Allí estaba al cargo de veinte camareros y doce veladores que pertenecían, y pertenecen, al Hotel Bayona. Residían también en una vivienda propiedad de dicho establecimiento y que era ofrecida como morada a determinados empleados y empleadas. Es decir, una vivienda y un trabajo con futuro en un establecimiento que comenzaba a despuntar en la zona. Sin embargo, un buen día José Gili –nombre del “padre biológico”- y Ángela Arizón –nombre de la “madre biológica”- hacen las maletas y se van a vivir a Balbastro/Barbastro, lugar donde Ángela tenía familia.

Para José Luis esta decisión resulta “sospechosa” y “sorprendente”. Marcharte de un lugar donde tienes un empleo de bastante relevancia para irte a otro a comenzar prácticamente de cero, es cuanto menos significativo. Allí, y según nos sigue contando José Luis, montan un bar en un local que no estaba previamente acondicionado para ello y deben acometer unas reformas que necesitan una financiación.

Por ello, y en su opinión, no parece que tuviera mucho sentido dejar La Panadella si no era por una causa de fuerza mayor. Cabe destacar, que en el cementerio de esta misma localidad es donde está, supuestamente, enterrado Enrique Gili –hermano de José Luis-. También llama poderosamente la atención que el panteón esté, y así queda reflejado en una imagen que nos muestra José Luis, registrado en propiedad del Hotel Bayona. Un hecho cuanto menos curioso.

Hotel Bayona en La Panadella. Foto: Isidre Blanc (CC BY-SA 4.0)
Hotel Bayona en La Panadella. Foto: Isidre Blanc (CC BY-SA 4.0)

Una infancia marcada por los malos tratos

La infancia de José Luis, según sus propias palabras, estuvo marcada por los malos tratos. Su “madre” le pegaba con frecuencia y le recordaba además que “la comida se la tenía que ganar”.

En su opinión, la diferencia de trato que existía con su otro hermano, Miguel Ángel -que sí era hijo natural de José y Ángela-, era patente. Mientras el segundo –nacido en julio de 1971- contó con el “absoluto apoyo” de su padre y madre, “incluso para cursar estudios en centros privados”, José Luis no solo no tuvo la oportunidad de estudiar, sino que tuvo que verse obligado a trabajar desde muy pequeño con su padre en el establecimiento de Balbastro.

¿Un hermano gemelo en el servicio militar?

Ya a los 18 años, y tras escaparse de casa un par de veces, a José Luis no le quedó más remedio que realizar el servicio militar. Hizo el periodo de instrucción en Zaragoza pero luego lo destinaron a Chaca/Jaca. Y aquí es donde, atando cabos, recuerda una ocasión en la estación de tren ‘El Portillo’ de la capital aragonesa en la que coincidió con un chico que también cumplía el servicio militar y que esperaba, al igual que él, el tren hacia su destino. Cuenta José Luis que esta persona le se acercó y le dijo:

- “¿Qué haces aquí, si tú te quedabas en Barcelona?”
- A lo que éste le respondió extrañado: “Pero, ¿de qué me conoces?”
- “Hombre, si tú eres mi vecino y te quedabas en Barcelona”, afirmó el joven
- “No, te confundes, no te conozco de nada. Mi destino es Jaca”, contestó José Luis

En ese momento avisaron por megafonía de la salida del tren y al despedirse, esta persona, le pellizcó la cara, le tocó la cabeza y le espetó: “¡Qué cachondeo llevas!, ¿no?”. Y a continuación se marchó, transmitiendo la total seguridad, según reconoce José Luis, de que el joven lo conocía de algo.

Estas evidencias, recordadas hace poco tiempo, fueron las que lo llevaron recientemente a buscar por Internet a un posible hermano gemelo suyo. De hecho, en un par de páginas de las que trabajan en la búsqueda de personas desaparecidas, José Luis encontró dos referencias que podrían probar que ese posible hermano gemelo también lo estaba buscando a él. Mismo lugar de nacimiento, mismo hospital, misma fecha… Pero lamentablemente, la inactividad de dichas páginas le impidió contactar con esta persona que introdujo los datos en la web.

Un juicio que se cierra de forma sorprendente

En 2016, nada más conocer la noticia de que tenía un hermano que había fallecido, José Luis buscó respuestas a todas sus preguntas. ¿Quién era realmente Enrique? ¿Había realmente fallecido? ¿Por qué el nicho dónde se encuentra –presuntamente- enterrado Enrique era propiedad del Hotel Bayona? ¿Quiénes eran realmente su padre y su madre? ¿Por qué este silencio? Muchas cuestiones sin resolver pero una idea al respecto.

José Luis interpuso una querella contra su “padre” y “madre” por los delitos de alteración de la paternidad y de detención ilegal. Quizá de esta forma pudiera conocer algo más de lo que había sido la historia de su vida. La verdad.

Tras la presentación de la querella criminal, el 4 de mayo de 2017 el fiscal declara compleja la instrucción y ordena, entre otras medidas: tomar declaración a José Luis y a José y Ángela (el “padre” y la “madre” del primero); tomar muestras biológicas a estas tres personas y verificar si existe parentesco entre ellas; tomar declaración a los testigos aportados por José Gili el día de la inscripción del nacimiento fuera de plazo; y que se recabe del Registro Civil de Montmaneu el testimonio completo del expediente de inscripción de la defunción de Enrique, el hermano fallecido.

El 31 de mayo de 2017, el Juzgado de Instrucción número 11 de Barcelona admite a trámite la querella criminal y se fija el 22 de junio de ese mismo año como fecha para las declaraciones. Éstas se retrasan hasta el 17 de julio por la imposibilidad de José y Ángela, por motivos de salud, de acudir a declarar desde Balbastro a Barcelona, o al menos así lo manifiestan en su momento.

Llegado el día, y en declaraciones realizadas por videoconferencia, tanto José como Ángela reconocen que José Luis no es hijo biológico suyo. El “padre” admite que, antes de contraer matrimonio con su actual esposa, conoció a María, una “señorita” con la que mantuvo una relación sentimental y estuvo viviendo una temporada. Sin embargo, y según sus palabras, “de la noche a la mañana” esta mujer desapareció y dejó a un niño de dos años nacido en Barcelona del que José se hizo cargo “por la amistad que les unía” a ambos. Al cabo de unos años, José y Ángela se casaron y tomaron entonces la decisión de inscribir a José Luis como hijo suyo.

Tras la pertinente toma de declaraciones a todas las personas implicadas en la querella, en marzo de 2018, el Juzgado de Instrucción número 11 de Barcelona dicta un Auto de sobreseimiento provisional “por no resultar debidamente justificada la perpetración del delito”.

Unos días después, la defensa de José Luis interpone un recurso de apelación contra el Auto dictado por el Juzgado de Barcelona. Pero en junio, el propio órgano público desestima el recurso y confirma dichas resoluciones, contra las que no cabe recurso ordinario alguno.

De esta forma, y aún habiendo reconocido el padre y la madre que José Luis no era hijo biológico suyo, y quedando pendientes medidas sin concluir dictadas por el propio magistrado, éste cierra el caso. Con ello se cierran las puertas para este barcelonés, que ve así truncada la posibilidad de dar respuestas a toda una serie de incógnitas que podrían esclarecer su propia identidad. En definitiva, una vida robada.

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