Hölderlin escribió “Donde hay peligro crece lo que nos salva”. Poco antes de las elecciones de 2019, quedé a tomar café con unas amigas de la infancia. Aquella tarde recordamos las palabras del poeta y le dimos un repaso al mundo, mejor dicho, a la ciudad y más concretamente a la situación del entonces Ayuntamiento de Zaragoza gobernado por ZEC, que ya empezaba a verse amenazado por la desconfianza de su electorado.
Nuestro grado de inquietud aumentaba ante la tradicional habilidad de la izquierda para dividirse en los momentos más inoportunos. Nos preocupaba la imprevisión de ZEC en algunos casos y la falsa creencia en que podían hacerlo todo solos, sin entender el mapa de la realidad municipal. Al final de aquel mandato daba la sensación de que cada concejalía era en sí misma un planeta independiente. Nos asustaba aquella situación, imaginábamos que tras las elecciones vendría un aguacero, una tormenta, pero lo que no podíamos imaginar es que llegase un monzón llamado PP, Cs y Vox que lo destruiría todo a su paso.
Aquel monzón se convirtió en pesadilla con programa incluido. En poco tiempo se han destruido todos los avances sociales conseguidos por la anterior corporación. Todo lo conquistado en esos años se ha ido deshaciendo como un azucarillo en café caliente. No le hace falta a Vox quemar en la hoguera de la que son herederos cualquier atisbo de feminismo, de derechos humanos o de Ilustración, para eso tiene los votos decisivos en sus negociaciones con el PP. Ser negacionistas del municipalismo y ediles al mismo tiempo es posible en Zaragoza.
Y sí, hubo errores en el anterior mandato municipal de ZEC, sin duda, pero también hubo cientos de aciertos, de iniciativas que pusieron a la gente en el corazón de la política, y a la ciudad como un bien común. Una ciudad que guarda muchas pequeñas ciudades dentro de sí misma. La experiencia de ZEC fue pionera, única y también brillante, algo que no había sucedido en mucho tiempo con tal intensidad.
Reconozco que algunas de las críticas que realicé a determinadas actuaciones municipales de ZEC fueron punzantes: no escuchar, no dialogar, creer que lo controlas y lo sabes todo. Hoy todas aquellas críticas me parecen irrelevantes. No imaginaba que años después añoraría tanto criticar lo que hoy me parece irrisorio. Creo en la autocrítica y en la esperanza, no veo otra salida a la mayoría de los problemas que nos rodean.
Me gustaría saber si esa autocritica y esa necesidad de desempolvar la esperanza las van a aplicar también los grupos municipales de la izquierda. Ni quiero ni merezco, como mucha gente, que se vuelvan a poner mis derechos en las arenas movedizas de la política por culpa de desencuentros, egos y visiones casi infantiles. Me asusta que nuevos errores consoliden aún más esta ciudad en manos de especuladores, odiadores profesionales y mentirosos compulsivos, en manos de la extrema derecha pura y dura. Los mismos que arrancan árboles de la ciudad y pretenden crear el espejismo del bosque de los zaragozanos, que dejan sin profesionales los Centros Municipales de Servicios Sociales, que recortan servicios públicos hasta dejarlos al mínimo mientras privatizan, los mismos que se burlan de la cultura, que humillan a las mujeres, que desmontan la protección animal, que olvidan a los barrios sin ayudas básicas…
No sé cuál será el futuro, ni qué movimientos se prevén para evitar que el desastre siga su curso en Zaragoza, pero, si echo la vista atrás, sólo deseo que una tormenta de cordura nos arrastre a entendernos más y mejor.
Es imposible volver a alcanzar ese punto de esperanza y de sueños, de oportunidad histórica y única que sucedió en 2015, con la llegada al gobierno municipal de gentes que venían de movimientos sociales, sindicales, feministas y comunitarios. Ese sueño ya pasó, pero quedan otros, y queda un trabajo extraordinario por parte de los concejales que vivieron ese período político. La experiencia y los desafíos que conlleva un ayuntamiento ha formado a excelentes servidores públicos, y me refiero por supuesto a los cargos de ZEC, pero también a los de Podemos.
Somos miles de personas las que confiamos en la palabra Unidad no como consigna, sino como salvavidas, porque de eso se trata, de sobrevivir en esta ciudad donde abunda el hormigón, pero escasean los pájaros y los árboles, donde abundan los prejuicios y escasea la solidaridad.
Ojalá, como escribió Hölderlin, donde haya peligro crezca lo que nos salve, y ojalá esa salvación vuelva a ser colectiva, comunitaria, ética. Porque es tiempo de pensar en aquello que nos salva, que nos puede salvar, y ahí es donde deberían estar instalados todos los grupos de la izquierda. ZEC fue una experiencia de la que se debe aprender, tanto de sus logros como de sus errores.
Quedan catorce meses para las próximas elecciones.
Queda más de un año para hacer más grande la zanja de las desigualdades o, todo lo contrario, para reducirla. Queda más de un año para empezar a recuperar la ciudad.
Yo apuesto por recuperar lo que nunca debió perderse.
PD: Mientras escribo este artículo, leo que Cultura, Agricultura e Industria y Empleo estarán en manos de Vox en la Junta de Castilla y León. Decidme ahora que no es para reaccionar.

