No podemos resignarnos y aceptar cualquiera de los dos peores gobiernos posibles, simplemente porque falta la valentía o la astucia política para plantarse y decir no a estos nefastos políticos.
El actual proceso electoral está marcado por la pasividad y la desmoralización del campo popular, que se ve totalmente incapaz de plantear una alternativa a las dos configuraciones actuales de gobierno que se presentan como únicas posibles. La responsabilidad de este hecho recae mayormente en una izquierda que ha sido incapaz de liderar la lucha y el descontento del territorio y las fuerzas populares, con la cabeza metida en su institucionalismo o su gestión de gobierno.
Es cierto que nos encontramos en un momento difícil para las fuerzas populares. Es cierto que hay desmovilización y una falta general de articulación política de las luchas sociales. Sin embargo la fuerza a la que llegan a estas elecciones las fuerzas populares está muy mediada por el comportamiento que ha tenido la socialdemocracia y su nula (o interesada) visión estratégica del momento político. Sin duda, malas decisiones del pasado han lastrado cualquier posibilidad de conflicto contra las fuerzas del régimen en Aragón, que son tanto las del gran capital como las del cacicado y la burguesía local.
Si nos planteamos la “arrogancia” de decir que no queremos ni un gobierno de Lambán ni uno de Azcón, -que es lo mismo que decir ni de Forestalia ni de Forcén; o ni el Grupo Jorge ni los Yarza- parece que tenemos que justificarnos como si esto fuera un ejercicio de fantasía, propia de una chiquillada. Sin embargo lo primero es analizar qué tendría que haber ocurrido para poder llegar a un escenario político en el cual esto fuera no solo viable sino una obviedad para cualquier propuesta política decente.
Para poder decir “Ni Lambán, ni Azcón” hace falta legitimidad. La legitimidad de quien no solo en campaña sino que siempre y en toda circunstancia plantea la lucha no en las negociaciones de moqueta sino en términos ideológicos. El de Lambán ha sido un gobierno sin contrapesos y la voz del presidente ha sido la única que ha prevalecido, con todo lo que ello supone. Y lo peor, con un PSOE que se ha comportado como una banda criminal utilizando las instituciones para sus intereses particulares, sin que nadie le pusiera freno.
No soy ingenuo, aunque por dignidad deberían hacerlo, sé que ningún partido que ha estado presente en ese gobierno impugnará a Lambán como candidato y forzará una renovación en el PSOE. Sin embargo es un hecho que se han dado condiciones propicias en los últimos meses para que los partidos de izquierda caminaran en esa dirección. Ha existido y existe todavía un caldo de cultivo de descontento y rabia contra las instituciones por el maltrato que recibe el territorio y las clases populares aragonesas, que ningún partido político ha sido capaz de capitalizar. Y no hablo de capitalizar en términos electorales (lo cual en última instancia sería solo algo colateral) sino en términos políticos.
Aragón ha sido la administración del estado que peores datos de mortalidad ha tenido durante la pandemia. La sanidad ha quedado devastada y está trágicamente destrozada, especialmente la atención primaria, totalmente colapsada, y las largas listas de espera; que se unen al abandono criminal de la sanidad y el transporte sanitario en el mundo rural. Las clases populares sufren con resignación esta situación.
En la misma línea podemos decir que la situación de la vivienda es nefasta, tanto el mundo rural como en la ciudad aunque por razones distintas. La gente sufre este problema en silencio, aumentando progresivamente su descontento y desconfianza de las instituciones y el sistema de partidos. Ello, por supuesto, unido al aumento del coste de la vida que ha supuesto una caída pronunciada del poder adquisitivo. Todo ello a la vez que se vende el triunfalismo de los “logros” alcanzados por el gobierno.
Los grandes proyectos que amenazan el territorio han sido otro de los grandes espantos que soliviantan el ánimo popular. La invasión descontrolada de proyectos de macrorrenovables que amenazan el medio natural, las macrogranjas, la turistificación masiva del Pirineo y la amenaza de destrucción de valles vírgenes como Canal Roya. El recorrido que han tenido estos conflictos ha sido desigual pero no han estado, desde luego, inactivos.
En general la amenaza contra el territorio, la pésima situación de los servicios públicos y la presión económica que nos empuja hacia la pobreza han generado un caldo de cultivo en el que el descontento y la apatía ante lo político son lo predominante. La derecha no es capaz de capitalizar este descontento. Se conforma con canalizar la antipolítica para desviar la atención y desmoralizar a su rival progresista. Pero es que la principal responsabilidad de esta situación recae en un gobierno (junto al estatal) que dicen ser de izquierdas.
En Aragón no existe un partido o movimiento que se pueda considerar outsider, capaz de capitalizar este descontento. Ese papel en parte lo hace Teruel Existe que solo es capaz de llegar al sur del país y que sin una propuesta política definida acaba por traducir en votos la mezcla del resquemor histórico turolense con el descontento por la situación actual del mundo rural. Pero no es suficiente y no ha sido capaz de llegar a trabajar para sus intereses ese caldo de cultivo.
Las luchas que se han dado han ocurrido de manera desigual y fragmentada, totalmente desarticuladas entre sí y desprovistas de una visión estratégica global, que por su propia naturaleza el movimiento popular solo puede obtener de una organización política. Los partidos existentes han tratado de obtener réditos electorales arrimando el ascua a su sardina, cada uno con su estrategia y con mayor o menor acierto. Sin embargo lo que ha faltado y lo que falta es esa labor de tomárselo en serio y tratar de desarrollar el movimiento popular, llevarlo más allá incluso cuando eso suponga un riesgo para el número de cargos recursos y liberados que podré tener tras el 28M.
La lucha contra la unión de estaciones en defensa de Canal Roya ha tenido un potencial de lucha social prolongada que muy convenientemente ha sido desactivada por el PSOE ante su alarmante crecimiento. La unión de esta lucha con la que defiende el territorio de la amenaza de las renovables hubiera sido capaz de arrastrar ese caldo de cultivo general ante unas instituciones que prácticamente existen para el saqueo y el interés particular de los partidos.
Es cierto que los tiempos han sido cortos pero la inercia de este cuestionamiento del Lambanato podría haber sido desarrollada y llevada mucho más lejos de lo que ha sido. Nos guste o no a los que no creemos en el electoralismo, los procesos electorales tienen una influencia enorme en el nacimiento y supresión de los movimientos de lucha que se desarrollan.
En el momento álgido del cuestionamiento del esperpento de Canal Roya una fuerza de izquierdas inteligente habría salido a la palestra diciendo que esas políticas (teniendo Canal Roya como guinda del pastel) no podrían continuar en la siguiente legislatura. Era el momento de hacer un llamamiento a todas las organizaciones de izquierdas y a TE para que se cuestionase de una vez y se enfrentasen las políticas del PSOE en Aragón. Salir diciendo que en las próximas elecciones los votos de tal o cual partido no servirían para hacer presidente ni a Lambán ni a Azcón sería un movimiento de gran audacia política pero de profundas consecuencias políticas para este pueblo.
A mi parecer esa es la diferencia entre una izquierda valiente que aspira a cambiar algo y una izquierda que se conforma con su pequeña cuota de representación para, simplemente, sobrevivir. Y aquí digo izquierda pero Teruel Existe podría haber estado bien posicionado para decantar la balanza y presentarse, verdaderamente, como algo diferente comprometiéndose a que sus votos no servirán ni para revalidar la nefasta gestión de Lambán ni para poner al pijo zaragozano de Azcón (y con él, a la burguesía capitalina) en el poder. Sin embargo, no ha estado a la altura.
Teruel Existe debe abandonar esa estupidez de la transversalidad. Y para ello no necesita declararse de izquierdas, simplemente reconocer que si Lambán ha liderado un gobierno nefasto para el Aragón, la derecha lo hará igual o peor junto con otras muchas consecuencias negativas añadidas.
Para no caer en la dictadura del mal menor es necesario confrontar al PSOE a la vez que todas las fuerzas se comprometen a no poner a los fascistas (no solo de VOX, también del PP) en el gobierno. Este compromiso no puede significar una carta blanca al PSOE como ha ocurrido estos cuatro años. Ningún voto decente debe ir a investir a Lambán y con él deben irse los Olona, las Gastón, las Repollés y los Anadón que tanto perjuicio han causado.
Esto requería y requiere una estrategia audaz de toma de liderazgo político. No solo una declaración pública sino un trabajo de fondo de todas las formaciones minoritarias destinadas a decidir quién gobernará. Si TE, CHA, IU y Podemos no pactan entre sí echar a la banda de Lambán y sus políticas, no lo hacen porque no quieren. Si se unieran, tendrían la fuerza suficiente.
Pondrían al PSOE entre la espada y la pared. Se enfrentaría a la difícil decisión entre una renovación draconiana (no solo de caras sino de un pacto de gobierno muy exigente en términos de medidas políticas) que les desgastaría internamente en mil y un enfrentamientos intestinos; o bien un gobierno en absoluta minoría tras ser apoyado Lambán en investidura por los partidos citados pero sin su apoyo para gobierno, presupuestos, diputaciones, comarcas, alcaldías… con la pérdida de poder institucional que eso supondría; o bien tratar de negociar una gran coalición con el PP que en igual medida supondría un desgaste absoluto para el PSOE, que perdería su imagen de partido progresista para verse en su esqueleto desnudo de partido de régimen.
Después de lo que hemos conocido recientemente cómo ha funcionado el INAGA y cómo se han puesto las instituciones al servicio de Forestalia. Con la amenaza real del Clúster Maestrazgo. Y en general con todas las barbaridades perpetradas por la banda de Lambán, los partidos políticos no pueden seguir haciendo como si nada.
Puede parecer política ficción pero lo es solo por los intereses particulares de los partidos que están destinados a cobijarse en el exuberante jardín del Lambanato. Para eso hace falta valentía política, audacia y arresto para asumir que eso se puede traducir en la pérdida de poder institucional y de sus prebendas. Desde luego no sería un acto revolucionario, pero al mismo tiempo que audaz y valiente sería la única opción decente. Incluso ahora sigue siendo posible y necesario: si TE, CHA, IU y Podemos no se comprometen a decir “Ni Azcón, ni Lambán”, simplemente serán, en mayor o menor medida, sus cómplices.