A pesar de que muchos de estos datos permanecen ocultos en la frialdad de las estadísticas oficiales, no resultan ajenos ni extraños para la gran mayoría de la población, que se ve obligada a afrontarlos en el día a día.
A la fuerza ahorcan
Una de las conclusiones más llamativas es la que hace referencia a la cantidad de personas que cuentan con jornadas de trabajo a tiempo parcial en contra de su voluntad. En el Estado español el porcentaje en 2017 se situó cerca del 60%, lo cual da una idea de la situación a la que se enfrentan muchas personas, de hecho la mayoría, que no tiene otro remedio que aceptar empleos de menos de cuarenta horas semanales.
Esta situación contrasta con lo que ocurre en Europa, donde este porcentaje es sensiblemente inferior (con una media de un 26,4% de los trabajadores en esta situación). Por encima del porcentaje del estado español tan solo se sitúan tres estados: Grecia (70%), Chipre (67%) e Italia (62%).
En el caso de Aragón los datos también arrojan varias peculiaridades interesantes. El nuestro es el territorio del estado en la que este porcentaje resulta menor. Según la EPA, en 2017 se encontraría en esta situación el 46,9% de los trabajadores a tiempo parcial. Un porcentaje que casi dobla a la media europea y que solo es superado, además de por los países ya nombrados, por Bulgaria (58%), Rumanía (55%) y Portugal (47%).
Lo verdaderamente curioso (o no), sin embargo, es el aumento que se ha experimentado a lo largo de los últimos años, coincidiendo con el estallido de la crisis. En 2006 los trabajadores y trabajadoras con jornadas laborales parciales en contra de su voluntad representaban únicamente el 15,1%. La crisis disparó esa cifra hasta triplicarla, experimentando un ascenso que en términos relativos no se ha dado del mismo modo en ninguno de los otros territorios del estado.
David Pac, profesor de Sociología en la Universidad de Zaragoza, observa esta situación como una clara muestra de la precariedad que marcan los tiempos. “Se trata de uno de los indicadores más claros de la precarización de la sociedad, cuando aproximadamente la mitad de las personas que trabajan a tiempo parcial lo hacen contra su voluntad. Esta situación les impide disponer de los medios necesarios para desarrollar una vida completa, puesto que el acceso a estos se produce normalmente a través del trabajo”.
Lo cierto es que esta situación (trabajar a tiempo parcial involuntariamente) tocó techo en 2013 en Aragón, cuando alcanzó el 56%. Desde entonces ha comenzado un paulatino descenso, si bien se encuentra muy lejos de los registros anteriores a la crisis.
Trabajar más horas que el reloj
El análisis de los datos, no obstante, sigue deparando sorpresas. Así, mientras casi la mitad de las personas asalariadas a tiempo parcial lo hacen involuntariamente, un porcentaje altísimo de los trabajadores realizan habitualmente jornadas de más de 40 horas semanales. En este caso Aragón se encuentra en el pelotón de cabeza. Solo cuatro territorios cuentan con un número mayor de jornadas de trabajo y en todos los casos se trata de comunidades con un importante desarrollo del sector turístico (Balears, Canarias, Catalunya y Murcia). Más de la mitad de la población asalariada aragonesa reconoce realizar habitualmente jornadas largas. El 42,9% entre 40 y 48 horas y el 10,1% 49 horas o más.
Nuevamente se trata de un dato que contrasta de forma clara con la tendencia en el entorno europeo. A pesar de que estos registros se sitúan en la parte media-baja del conjunto de estados, resulta esclarecedor que el exceso de jornada es una de las características de los países de menores rentas. Los mayores porcentajes de jornadas laborales maratonianas se agolpan en los países del Este y el Sur europeo, siendo los estados del Centro y del Norte, los que cuentan con mejores índices de calidad de vida y mayor PIB per cápita, en los que el exceso de jornada resulta menor. Como en toda estadística se pueden encontrar excepciones (como es el caso de Luxemburgo), sin embargo, la línea de tendencia es muy clara: los países con mayor porcentaje de personas con exceso de jornada son los que tienen menos niveles renta.
Si tenemos en cuenta la distribución por colectivos, también queda de manifiesto que aquellos que más horas trabajan (o en donde es más acusada la proporción de jornadas largas) son los más desfavorecidos. A nivel del estado español, por ejemplo, son los extranjeros de fuera de la Unión Europea y la población con menor nivel de instrucción quienes en mayor medida realizan jornadas maratonianas. Asimismo, la proporción de hombres sobre mujeres es muy superior.
David Pac recuerda que “la jornada laboral siempre ha sido superada en algunos sectores”. Aparte, la propia situación que provocan los salarios bajos “por lo que para muchas personas la única forma de conseguir un salario decente puede pasar por hacer más horas que las que le corresponde”. El profesor de la Universidad de Zaragoza y decano del Colegio de Sociólogos de Aragón, se cuestiona por si las personas que realizan este tipo de jornadas “en muchos casos no se encuentran obligadas por las propias políticas de las empresas. Hay una especie de usos y costumbres en determinados sectores por los que hay que trabajar más de 40 horas. Se trata también de un modo de disciplinar a los trabajadores por parte de los empresarios. De este modo, estos datos responderían a las estrategias de personal de algunas empresas”. Lamentablemente sobre estas prácticas no se dispone (al menos todavía) de datos oficiales que ayuden a aclarar el tema.
¿Trabajar más o trabajar menos?
Sobre esta cuestión llaman la atención dos cuestiones: en primer lugar que el porcentaje de exceso de jornada se ha mantenido en unos parámetros similares a lo largo de los años de la crisis. Si bien como se indicaba anteriormente en Aragón se disparó el porcentaje de personas obligadas a trabajar a tiempo parcial a partir de 2006, las personas que trabajan más allá de lo establecido por ley en los últimos once años tan apenas ha experimentado modificaciones.
Si en 2017 el 42,9% de la población asalariada trabajaba entre 40 y 48 horas en Aragón y el 10,1% lo hacía 49 horas o más, en 2006 los registros eran, respectivamente, de 43,1 y 11,9%.
La otra cuestión se sitúa, sin duda, en la comparación entre el exceso de jornada laboral y el hecho de que un porcentaje amplísimo (en el caso aragonés casi la mitad) de la población que trabaja en jornada parcial lo haga en contra de su voluntad.
Capítulo aparte merecerían otras cuestiones (entre ellas los salarios, la duración de los contratos o las condiciones laborales) con las que se puede trazar una radiografía mucho más real de nuestro mercado laboral y de cómo tanto la crisis como las sucesivas reformas laborales han influido en él. Porque, como queda más que demostrado, no solo se trata de analizar el aumento o descenso del paro para evaluar el tipo de sociedad que la crisis nos ha dejado.