Títeres y caza de brujas: la ficción encarcelada

La encarcelación de dos titiriteros por representar en Madrid una obra en la que la protagonista, una bruja punki, es violada, vejada, e incluso víctima de un montaje policial que colocaba pruebas en su contra, la ya famosa pancarta “Gora Alka-Eta”, es tan surrealista como reales puedan ser las situaciones representadas. La obra no cuenta nada que no pudiera suceder en el mundo deshumanizado en el que vivimos. Lejos de que este mensaje pudiera calar en un público diverso, lo que sin duda era la intención de la compañía “Títeres desde Abajo”, el auditorio de esta sociedad es prácticamente impermeable …

La encarcelación de dos titiriteros por representar en Madrid una obra en la que la protagonista, una bruja punki, es violada, vejada, e incluso víctima de un montaje policial que colocaba pruebas en su contra, la ya famosa pancarta “Gora Alka-Eta”, es tan surrealista como reales puedan ser las situaciones representadas. La obra no cuenta nada que no pudiera suceder en el mundo deshumanizado en el que vivimos.

Lejos de que este mensaje pudiera calar en un público diverso, lo que sin duda era la intención de la compañía “Títeres desde Abajo”, el auditorio de esta sociedad es prácticamente impermeable a la opinión insólita, novedosa o simplemente distinta, y a cualquier argumento que se aventure a salir del camino único trazado. Así, parte de la concurrencia que tuvo a bien acudir, pues nadie les obligaba a ello, a la representación de “La bruja y Don Cristóbal”, o bien no supo, o bien no quiso entender, y decidió combatir, desde una supuesta superioridad cognitiva que enarbolan los abanderados del pensar único, el mensaje disonante que suponía la representación.

La realidad es que la denuncia se elevó a fiscalía, y a los titiriteros se les ha aplicado prisión incondicional, una medida que debería ser excepcional, pero que en el estado español es habitual contra el disidente, pese a estar frontalmente enfrentada al principio de inocencia. Y todo por contar una historia ficticia a través de unas marionetas.

Y es aquí, y solo en este asunto, la encarcelación y el manejo de las leyes de forma crispada, donde debería ponerse el foco. Que se pueda encarcelar por enaltecimiento del terrorismo en base a la representación, con títeres, de ahorcamientos, apuñalamientos y pancartas, es digno de distopías todavía por escribir. Confinar la ficción es una nueva vuelta de tuerca en la represión. Encarcelar los pensamientos no es nada nuevo. Sin embargo, encarcelar en base a una historia de ficción, a un guión, entra dentro de un absurdo que debería dejar en un segundo plano los debate estériles sobre el público al que va destinada, la calidad de la obra o la adecuación de la misma.

Que un sistema político, sea el que fuere, pueda arbitraria y habitualmente encarcelar a sus disidentes -preventivamente y sin sentencias- cuando estos se sirven de la sátira, el humor, la somardería y la ficción para realizar sus críticas y denunciar, precisamente, los sistemas represivos de ese régimen, supera con creces los sueños más húmedos de los Pedro Arbués o Tomás de Torquemada.

“…el Señor los llama delitos y rebeliones. La tierra defensas, y a los castigos tiranías y crueldades…”. Leído en 'Bartolomé Leonardo de Argensola y la rebelión aragonesa de 1591' de Gregorio Colás Latorre.

Libertad titiriteros. La ficción no es delito.

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