Testimonios de dolor y esperanza en Gaza: "No vamos a abandonar esta tierra"

LIBRERED / ANDES | La joven palestina maestra de francés que nació en Argelia, pero decidió radicarse en Gaza; el albañil que lucha por recuperar la movilidad de las piernas tras un bombardeo; el muchacho cuya boda se frustró porque perdió su vivienda tras ataques israelíes; el traductor de árabe a español que acogió a 40 parientes que perdieron su hogar durante la última guerra. Todas esas historias tienen algo en común: están marcadas por la devastación de sus poblados y por la pérdida de algún familiar, amigo o conocido, pero también por el arraigo a su tierra, por el …

gaza libreredLIBRERED / ANDES | La joven palestina maestra de francés que nació en Argelia, pero decidió radicarse en Gaza; el albañil que lucha por recuperar la movilidad de las piernas tras un bombardeo; el muchacho cuya boda se frustró porque perdió su vivienda tras ataques israelíes; el traductor de árabe a español que acogió a 40 parientes que perdieron su hogar durante la última guerra.

Todas esas historias tienen algo en común: están marcadas por la devastación de sus poblados y por la pérdida de algún familiar, amigo o conocido, pero también por el arraigo a su tierra, por el coraje de resistir cualquier agresión para ver algún día a Palestina reconocida como un Estado, “libre del asedio de Israel”, según sus palabras.

Sus voces pretenden dibujar el panorama de la vida en la Franja de Gaza después de la guerra. El panorama de la muerte tras 50 días de conflicto se resume en 2.152 palestinos fallecidos, entre ellos 504 niños y 260 mujeres, así como 71 israelíes muertos, 66 de ellos soldados, según cifras hasta el 24 de septiembre de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés).

“A pesar de que yo podía salir porque tengo una residencia fijada en España, no lo hice. Tenía un viaje programado, pero lo cancelé y dije: ‘voy a estar con mi gente. Si sobrevivimos, sobrevivimos todos, si morimos, morimos todos’, pero yo quería estar con mi pueblo porque esta es mi patria”, dice Sofián El-Astal, profesor de la Universidad de El-Azhar, quien ayudó con la traducción a la delegación ecuatoriana que llegó a Gaza para llevar ayuda huminataria.

Desde su casa en las afueras de la ciudad y en perfecto español, este hombre cuenta que recibió en su casa “a 40 personas a lo largo de la guerra. Compartimos todo, el pan, el agua, todo”.

“Maten lo que quieran, hagan lo que quieran, esta es nuestra tierra, no vamos a abandonar esta tierra y algún día si no podemos ver a Palestina como un Estado con autodeterminación, lo verán nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros bisnietos”, señala.

La guerra entre árabes y judíos empezó en 1947 cuando la ONU aprobó un plan para dividir la Palestina histórica, bajo administración británica en ese momento, en dos estados. Desde entonces, el territorio israelí se ha ido expandiendo y el palestino reduciendo.

Mientras recorremos polvorientas calles sin ninguna casa en pie, Nabila Kilani trata de recrear lo que había en un lugar y en otro donde ahora solo se ven escombros. Esta voluntaria de la Media Luna Roja Palestina, de 32 años, enseña francés en una escuela. Nació en Argelia donde podía quedarse, pero decidió volver a la patria de sus padres y no piensa irse a pesar de haber experimentado episodios tan dolorosos como un funeral masivo de 50 niños. ¿A veces no sienten que el mundo los abandonó?, le pregunto. “Sí”, me dice y continúa: “El mundo siempre se acuerda de nosotros en medio del conflicto, nunca antes ni después”, por eso confiesa que le contenta tanto que gente de tan lejos, como la delegación ecuatoriana, llegue hasta su país.

Y tratando de abarcar pedazos de cotidianidad para que los extranjeros seamos mucho más que testigos de ruinas, nos lleva a oler especias tradicionales con las que elaboran delicios platos, entona canciones en árabe mientras cruzamos una playa frente al mar Meditarráneo, traduce al inglés las palabras de desconocidos que se acercan a recibirnos en un barrio devastado, acomoda pañuelos al estilo árabe para cubrir las cabezas de las mujeres de la delegación.

A kilómetros de la ciudad de Gaza, en el poblado de Juzzah que ni siquiera aparece en los mapas, Ramsey Abu Reda cambió su casa por una jaima (tienda de campaña), un lugar para dormir armado con palos, telas, una alfombra y una cama. La pequeña aldea, como muchas otras aledañas, fue atacada con misiles y artillería pesada. Luego entraron tanques israelíes que no dejaron ningún edificio habitable.

Ramsey, de 24 años, usa ahora muletas para caminar. ”Habíamos salido de nuestras casas dos semanas antes, dijeron que había tregua, era un viernes, como dijeron que había tregua volvimos a nuestras casas y justo antes de llegar a mi casa, a 200 metros dispararon contra mí las fuerzas especiales (de Israel)”, cuenta.

“Fue una destrucción del hueso del fémur”, dice. “Estuve a punto de casarme el 4 de octubre, preparé mi casa para la boda”. Ahora la casa está en ruinas y aprovecha la presencia de las autoridades ecuatorianas y palestinas para reclamar: “nadie se interesó por mí, espero que alguien se ocupe de mi caso”.

Según datos de las Naciones Unidas, el último conflicto entre israelíes y palestinos en la Franja de Gaza dejó además 475.000 personas desplazadas, 793 edificios y 231 escuelas afectadas. Casi 280.000 personas están albergadas en 83 escuelas bajo gestión de la ONU, “una cifra sin precedentes”, reconoce la misma organización.

Y como si fuera una ironía del destino, Hamad Abujar, cuyo apellido significa ‘el padre de la guerra’ es una de las víctimas de la guerra. Este albañil estaba en uno de los colegios de la ONU cuando los israelíes lanzaron un misil, después de eso “no sentía la parte inferior de las piernas”, relata desde una de las camas del hospital Al Amal de la ciudad de Khan Younis. La tregua inició hace casi un mes y medio y Abujar sigue internado. Su mujer está embarazada de su cuarto hijo y solo anhela recuperarse. Su condición no le quita la sonrisa y cuando nos vamos sigue viendo el partido de fútbol de dos equipos egipcios que empatan 0-0.

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