Zaragoza se encuentra sumida en una ensoñación autocomplaciente por obra y gracia de un gobierno municipal que persigue aquellos proyectos megalómanos que salven a la ciudad de la “mediocridad” (sobre este término volveré más adelante). Un escenario siempre de moda, aunque nada novedoso: en nuestra memoria suena atronador cada evento que derrama millones de euros en esta tierra en forma de hormigón y oportunidades de negocio para las viejas estirpes familiares locales y patrias, y también ahora para los grandes fondos de inversión que huelen su oportunidad allí donde el dinero se desparrama. Adalides del liberalismo, Azcón desde la cúspide …
