No hay mucho más que hablar. La hoja de ruta catalana seguirá su rumbo, ahora con la ley catalana de consultas, con el grueso independentista reforzado con el debate de ayer.
Será difícil que los independentistas catalanes encuentren las palabras precisas para agradecer los discursos que ayer realizaron en el Congreso de los Diputados Rajoy y Rubalcaba. Sin olvidar, faltaría más, a Rosa Díez, a quien cabe reconocer la virtud de resumir en una frase la paradoja del discurso unionista global: "En democracia, lo esencial no se discute". Pues estupendo. Etapa quemada y adelante con la hoja de ruta del proceso. Es lo que vino a decir por la noche el president, Artur Mas, que se cuidó mucho de no ofrecer la imagen de Ibarretxe nueve años atrás. Tras la experiencia vasca y el recuerdo del Estatut, la lección, aparentemente, está aprendida.
Sobre el debate de ayer correrán ríos de tinta -probablemente más en España que en Catalunya-, pero el resumen es muy sencillo: más del 80% de los diputados del Congreso rechazaron la proposición de ley que en Catalunya recibió el apoyo de dos tercios del Parlament. Si el pleno sirvió para algo fue para constatar este choque de legitimidades, que en el fondo, no es más que una cuestión de soberanía. Y por mucho que, amparados por el Constitucional, unos nieguen la soberanía catalana, esta ya ha sido declarada por el Parlament. Y como bien dijo ayer Rajoy, la soberanía ni se da ni se negocia. El debate también sirvió para evidenciar la abismal distancia que separa hoy en día a España y Catalunya. Una distancia que imposibilita compartir ni siquiera un relato o una interpretación de lo sucedido ayer en Madrid: para el unionismo es el final de trayecto; para Catalunya es la prueba que ampara la vía unilateral.
No hay mucho más que hablar. La hoja de ruta catalana seguirá su rumbo -ahora con la ley catalana de consultas-, con el grueso independentista reforzado con el debate de ayer. No está todo hecho, ni mucho menos, y el principal peligro, utilizando una frase que no es mía, sigue siendo acabar "haciendo un Ibarretxe". Pero eso pasa por la ruptura -interna o externa- de los partidos soberanistas, algo que discursos como los de ayer convierten ahora mismo en improbable.
Beñat Zaldua | Publicado en NAIZ
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