Sin feminismo no hay democracia: 8 de marzo 2020

La historia del día internacional de las mujeres tiene que ver con una lógica profundamente humana y netamente democrática como es el hacer extensivos los derechos civiles, políticos y laborales a todas las personas excluidas de ellos. Es una lógica profundamente humana porque aunque coreada principalmente por mujeres, apela a toda la humanidad. En las largas horas y experiencias de lucha, de negociaciones, de logos, monólogos y diálogos, las mujeres en todos los ochos de marzo del planeta, han apelado insistentemente al lado femenino de toda la especie humana para lograr equilibrar la balanza de los sexos y no han …

La historia del día internacional de las mujeres tiene que ver con una lógica profundamente humana y netamente democrática como es el hacer extensivos los derechos civiles, políticos y laborales a todas las personas excluidas de ellos. Es una lógica profundamente humana porque aunque coreada principalmente por mujeres, apela a toda la humanidad. En las largas horas y experiencias de lucha, de negociaciones, de logos, monólogos y diálogos, las mujeres en todos los ochos de marzo del planeta, han apelado insistentemente al lado femenino de toda la especie humana para lograr equilibrar la balanza de los sexos y no han cesado de repetir su creencia legítima de que otro mundo, sin violencia, desigualdad y mercantilismo es posible y necesario.

La lógica democrática se encuentra inmersa en todas las propuestas repetidas hasta la saciedad por los colectivos femeninos y feministas, léase aquí repartir, distribuir, co-responsabilizarse, participar, todo ello, para los ámbitos públicos y privados. El objetivo general es claro, democratizar las relaciones (amorosas, políticas, laborales, filiales, institucionales, sexuales, internacionales, productivas) y diluir el ejercicio del poder a lo puramente autogestionario, el poder de cada cual para gestionar su vida y sus necesidades, el poder de decidir, en relación, con las otras y los otros.

Probablemente no es necesario recordar que la distribución de la riqueza es muy desigual, que la distribución social de los trabajos es injusta, que lo es aún más con las mujeres y que esto es producto de condiciones materiales concretas que dificultan la participación pública en pie de igualdad y que, por tanto, cuestionan, poniendo en tela de juicio, los actuales modos, maneras y normativas de intervención y convivencia democrática.

Cuando decimos distribución desigual de los trabajos no solo debemos referirnos a la menor tasa de actividad femenina, el mayor desempleo, la mayor temporalidad y precariedad, los menores salarios, debemos hablar del trabajo en su conjunto sea remunerado o no remunerado. El trabajo gratuito existe, lo desempeñan en su mayoría mujeres (gestión del hogar, mantenimiento de bienes, cuidado de personas: niños, ancianos, discapacitados, enfermos), y en la mayoría de los casos lo compatibilizan, en doble o triple jornada con el trabajo remunerado. La lógica que guía estos trabajos es la satisfacción de necesidades por un lado y la calidad de los servicios, por otro, una lógica que trasladada al ámbito público significa la calidad, el cuidado y atención en los servicios que se prestan a la ciudadanía ¿por qué lo valoramos entonces de tan distinta manera? Poseen la cualidad de la maleabilidad, es decir, reaccionan ante los cambios en los mercados o en el sector público y se reajustan para garantizar que la vida siga. Por eso se dice que las mujeres somos el colchón del sistema económico.

Vivimos en una sociedad organizada en torno a los mercados capitalistas, donde la lógica de la acumulación de beneficios se impone a cualquier otro objetivo social. Los mercados no asumen ninguna responsabilidad en la sostenibilidad de la vida, tampoco el estado la asume, sino que lo relega a los hogares. Los mercados como epicentro suponen que el estatus social y los derechos sociales se organizan en torno al empleo y para acceder a él hay que ser un trabajador libre de cargas. ¿Y quien está libre de cargas? Evidentemente nadie, el acceso al empleo remunerado se realiza delegando sus cargas en otras personas y hoy en día las mujeres, son las que más cargas asumen dificultando con ello la salida al mundo del empleo en condiciones de igualdad. Y esta posición de desigualdad alimenta la vulnerabilidad frente al ejercicio de la violencia.

Unido a todo ello, quiero hacer unos apuntes de pasado y de futuro que sirvan  para establecer la genealogía y el proyecto histórico del feminismo para acabar con lo que considero una violencia estructural de este sistema antidemocrático que opera contra las expectativas y la libertad de las mujeres y se concreta en la punta de iceberg de las violencias machistas y los feminicidios. Hoy más que nunca toca posicionarse y construir un mundo más feminista, pacifista, humano y democrático.

Una anotación histórica cargada de futuro

La decisión de convertir la celebración del 8 de marzo en una festividad internacional corrió a cargo de Clara Zetkin (1857-1933), líder del movimiento alemán de mujeres socialistas. Pero esta propuesta, presentada en el marco de la II Internacional Obrera de 1910, no era del todo original, tenía su antecedente en la celebración del Womens'Day que las feministas socialistas estadounidenses llevaban celebrando desde 1908 cuya finalidad era la reivindicación del derecho al voto para las mujeres; era una celebración reivindicativa que confluía con las espectaculares y convulsas huelgas de mujeres y del movimiento de obreras textiles del momento. La fecha del 8 de marzo se consolidó a partir del levantamiento de las mujeres rusas en 1917 reclamando alimentos, día que se considera el comienzo de la revolución.

Las huelgas de las obreras textiles de principios del siglo XX, en lucha por sus derechos laborales, en unos momentos en que ningún sindicato obrero, de mayoría masculina, se hacía eco de sus justas reivindicaciones laborales, fue el detonante que logró hacer confluir a mujeres de todo el mundo en la celebración del 8 de marzo como día internacional de lucha feminista por la justicia social.

Las obreras textiles de principios de siglo pasado, que hacían huelga por sus derechos laborales, gritaban en sus manifestaciones "Pan y Rosas" porque sabían que los cuerpos y la inteligencia pasa hambre con su esfuerzo para sobrevivir en condiciones adversas pero, también, los corazones, para el amor, el arte, la belleza, pasan hambre igual que los cuerpos. Algunas de ellas murieron en la fábrica con sus espíritus rendidos y sus deseos en lucha. Celebramos el 8 de marzo, día de las mujeres trabajadoras, por el pan y las rosas, una petición que el movimiento obrero, sindical y político, ha tardado en recoger plenamente y con reticencias, es por ello, que existen los movimientos feministas y la lucha de las mujeres por la justicia social.

Años después, tras haberse logrado el sufragio femenino en muchos países occidentales y determinados derechos civiles con las movilizaciones de los movimientos feministas de primera ola,  durante los años sesenta y setenta emergió el conocido como movimiento feminista de segunda ola, basado en la politización de lo privado y el rechazo al determinismo biológico como principales objetivos a partir de los cuales se produjo un cuestionamiento de los pilares que sostenían el sistema productivo como el modelo tradicional de familia, la sexualidad o el trabajo.

Fue a partir de ahí cuando se reactivó la celebración del 8 de marzo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el año 1975 como el Año Internacional de la mujer y en la resolución de 1977, reconoció el 8 de marzo como el día internacional de la Mujer.

Más de cien años después, y en los últimos años con especial intensidad, el 8 de marzo y la Huelga Mundial de Mujeres, que marca un antes y un después haciendo universal el mensaje político de justicia social y empoderamiento de las mujeres, sigue siendo una fecha singular que tiene su sentido en las condiciones de desigualdad, para aquellas con salarios más bajos, aquellas que se ocupan de las tareas de cuidados en el mundo y quienes sufren en sus cuerpos distintos tipos de violencias (directa, estructural o simbólica), todas ellas son injusticias que nos afectan a todas y todos en las sociedades contemporáneas.

La primera vez que se tiene constancia de dicha celebración en Zaragoza fue el 8 de marzo de 1936 en el contexto de la II república y la llamada Semana Internacional de la mujer. Un contexto marcado por el auge de los fascismos en Europa y en el que en España, tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, las mujeres se organizaron y se manifestaron contra el paro, las malas condiciones laborales, la guerra y el fascismo.

El feminismo emergió de nuevo ligado a los grupos antifranquistas, algunas militantes ya habían celebrado el 8 de marzo de forma previa en los años sesenta gracias al Movimiento Democrático de Mujeres de Zaragoza. (MDM), una organización ligada al PCE y formada por familiares de presos políticos, comunistas y católicas de base que defendían la amnistía para los presos, la democracia y un nuevo papel para la mujer en la sociedad así como unas mejores condiciones de vida para las familias obreras.

En la Zaragoza de la transición la eclosión de organizaciones de mujeres en el seno de las asociaciones de vecinas y vecinos, en sindicatos y partidos políticos de izquierdas así como organizaciones autónomas feministas, fueron el desencadenante de la primera gran manifestación feminista se produjo el 6 de mayo de 1978 con el lema “Por un divorcio en la Constitución”. Sin embargo, el 8 de marzo de 1979 fue la primera manifestación unitaria del 8 de marzo que se celebró con el lema “Día Internacional de la mujer trabajadora”, que se convertiría desde entonces en un referente y símbolo de activismo feminista.

Una propuesta con sentido para el presente, de lo mundial a lo local

Hoy sigue siendo la hora de luchar en pie contra los recortes sociales que hipotecan nuestras vidas, ya es hora de trabajar juntos, mujeres y hombres, por la construcción de otros universalismos que no sean ni patriarcales, ni capitalistas, ni sexista, ni racista, ni homofóbico, ni nacionalista, ni imperialista. Ya es hora de movilizarse activamente, de acabar con la violencia estructural y disfrutar, en plenitud de derechos e igualdad de oportunidades, para vivir la vida en justicia y libertad.

Con el último caso de violencia machista en España el número de mujeres asesinadas por violencia de género ascendería a 14 en 2020 y a 1.047 desde 2003 que se empezó a contabilizar. Tenemos un pacto de estado y una aportación económica para las entidades locales para dar cumplimiento de ello. Tenemos una ley integral contra la violencia, tenemos leyes de igualdad entre mujeres y hombres,  y hoy, el anteproyecto de ley de libertad sexual en Consejo de Ministras y Ministros, la denominada ley del “solo si es si”.

¿Y que nos falta ahora? Es preciso consolidar las políticas públicas de igualdad y libertad sin ningún retroceso y seguir alimentando el movimiento feminista y su expresión pública en todos los foros y en todas las realidades.

Pese a ello soplan vientos de reacción y regresión. Hannah Arendt decía que lo que construye el consentimiento y la aceptación de políticas violentas y regresivas es la banalización del mal. Pues bien, asistimos a gobiernos de ultraderecha que están  banalizando el mal que ocasiona la violencia machista, negándose a apoyar institucionalmente lo que la sociedad civil demanda, recortando programas de políticas transversales de igualdad, eliminando logos y apoyo a las concentraciones organizadas por la Comisión de la Mujer de la Federación de Asociaciones de Barrios en Zaragoza, tras 20 años apoyando a las mujeres maltratadas, a las hijas, familiares, amigos, a las sobrevivientes, sensibilizando de manera pública  para que esto no se vuelva a repetir. Este es un ejemplo paradigmático de la deriva reaccionaria del gobierno negacionista de derecha en Zaragoza, que no aceptan la historia y memoria del 8 de marzo, paralizando una exposición sobre ello y la divulgación, con rigor histórico, de los logros del feminismo internacional.

Hoy 8 de marzo, la lucha sigue y si podemos seguir afirmando desde el feminismo que la lucha contra el machismo y la violencia es una cuestión de derechos humanos y un proyecto para humanizar la vida, porque sin feminismo no hay democracia.

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