Siloé, en Cali, no olvida a las 11 personas fallecidas en el Paro Nacional colombiano

El estigma de Siloé, situada en las laderas de Cali, de ser una localidad peligrosa se está intentando utilizar por el Estado colombiano para intentar negar lo sucedido. Durante las protestas del pasado mes de mayo, fueron asesinadas 82 personas en la ciudad.

Imagen: Comité de Solidaridad Internacionalista.

El domingo 3 de octubre en la localidad de Siloé, situada en las laderas de Cali, tuvo lugar una jornada reivindicativa y de memoria de los jóvenes asesinados por las fuerzas policiales durante el Paro Nacional. Desde el 28 de abril, en la capital del departamento del Valle del Cauca, en el marco de las protestas contra las medidas tributarias del Gobierno de Iván Duque, se desarrollaron acontecimientos que convirtieron a Cali en epicentro del estallido social que vivió el país en esas fechas.
En “Puerto Resistencia” se erigió un monumento, en forma de puño, en homenaje a las víctimas de la violencia y a favor de la protesta; la demolición por los indígenas Misak de la estatua al fundador de la ciudad Sebastián de Belalcázar; y las imágenes de civiles de barrios pudientes disparando contra protestantes al amparo de la Policía, fueron algunas de las noticias que rompieron el silencio informativo que predomina respecto al país latinoamericano. Del mismo modo, la localidad de Siloé iba a convertirse, igualmente, en protagonista por la violencia que las autoridades desataron contra la población civil.

Esta localidad es conocida y caracterizada como el barrio más peligroso de la ciudad pero vecinos como David Gómez, fundador del Museo Popular de Siloé, se empeñan en mantener la memoria histórica del territorio desde su nacimiento, la historia de un barrio popular construido por los propios habitantes que llegaban de otros puntos del país y que con sus manos empezaron a construir las casas y los servicios sin la ayuda del estado. Gómez explica que ese era el objetivo de la jornada: “mantener la memoria, hoy en el marco de un recorrido hermoso pero con mucho dolor de los familiares de los muchachos asesinados en el marco del paro nacional, tanto de Siloé como de la ciudad de Cali y en el que la memoria viva está presente, se camina la memoria y la palabra para que el mundo sepa que pasó desde el 28 de abril hasta 2 meses después, cuando arremetió contra los jóvenes y adultos, la mayoría, incluso, no tenía nada que ver con las protestas y también cayeron protestantes”.

Decenas de familiares de las víctimas, acompañadas de vecinos, organizaciones de derechos humanos y personalidades, como el Obispo de Cali, Monseñor Darío de Jesús Monsalve, recorrieron, desde la glorieta de Siloé, diferentes puntos de la localidad pasando por lugares que fueron escena de lo acontecido en aquellas semanas.

La cifra de muertos a manos de la policía, Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios) y Ejército asciende provisionalmente a 11 fallecidos. El estigma de Siloé, como localidad peligrosa, se ha intentado utilizar por el Estado para intentar negar lo sucedido, “para vender lo ocurrido como si fueran víctimas de peleas internas de pandillas y bandas criminales, por ello se busca hacer visible que hay una responsabilidad sistemática de un Estado que intenta oprimir y ocultar lo que realmente está pasando”, afirma Ani Diesselman perteneciente a la Red de Hermandad y Solidaridad con Colombia (Redher) y que conoce el barrio desde hace años por participar en diferentes programas comunitarios.

Entre los asistentes se encuentran familiares de los asesinados como María Paula, hermana del joven de 16 años Daniel Stiven Sánchez, detenido e introducido en una tanqueta policial. La denuncia no puede ser más espantosa: el joven habría sido encerrado en un supermercado Dollar City por la Policía, que después incendió el edificio con él en su interior, donde fue quemado vivo. Los restos incinerados del supermercado por el que pasa el recorrido se han convertido en un lugar en el que se cobijan entre escombros habitantes de la calle y las paredes incineradas han sido pintadas con referencias alusivas al trágico día. Junto a una de las paredes la hermana de Daniel depositó unas flores y carteles alusivos al asesinato de su hermano.

María Paula, hermana del joven de 16 años Daniel Stiven Sánchez, quemado vivo por la policía en el interior de un Dollar City.
Imagen: Comité de Solidaridad Internacionalista.

Berenice Celeita es una destacada activista de derechos humanos, presidenta de la Asociación Para la Investigación y Acción Social (NOMADESC) y rememora que en el país “los jóvenes salieron a protestar por la injusticia social, por la inequidad, por el racismo institucional”. Celeita señala que el balance fue de 11 asesinados sólo en ese punto de la ciudad, aunque en toda Cali fueron 82, con Yumbo y Buga (“el mayor número de muertos en el país”). Recuerda a las víctimas como jóvenes “músicos, muralistas, deportistas, que tenían todo un futuro por delante y que la policía disparó contra esos sueños. La Policía, el GOES, la SIJIN, por órdenes de los altos mandos militares, en este caso, del mismo presidente del país, Iván Duque, disparó para segar los sueños de estos jóvenes”. Pide justicia, verdad y garantías de no repetición, alzar la voz para que esto no quede en la impunidad y los responsables sean juzgados ejemplarmente.

La gravedad de lo sucedido resulta de que en aquellos días el Estado dio un tratamiento de guerra a la protesta social. El Alcalde Jorge Iván Ospina declaró el toque de queda y un alto mando agrupó las diferentes cuerpos policiales y militares, los helicópteros sobrevolaban la ciudad y los francotiradores dispararon contra jóvenes indefensos. David Gómez sostiene que se actuó “contra la gente, la mayoría inocente”, incluso contra los que “no tenía que ver con las protestas, pero que también cayeron protestantes, para dar escarmiento, para que no se marchara y no protestara pero se les volvió en contra”.

Aunque en aquellas semanas Siloé, el barrio de la loma, “el que está más cerca del cielo”, sufrió su particular infierno, Ani Diesselman recuerda que este “es un barrio que siempre ha resistido, que existe porque resiste, y es una forma de resistencia permanente para construir una vida digna a partir del movimiento popular y de sus propios habitantes".

Las jornada del domingo terminó avanzada la tarde pero las familias de las víctimas continuaran exigiendo justicia y que estos crímenes no pasen a formar parte de las estadísticas de la impunidad en las que sistemáticamente ingresan los casos en los que están implicadas las autoridades en Colombia.

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