Husein Alhabash era refugiado del pueblo palestino “El Yura”, veterano del Frente para la Liberación de Palestina (FPLP) y, hasta su ultimo día de vida, militante y figura activa en su campo de refugiados de Deir El Balah, en la Franja de Gaza. Un día de acción voluntaria, mientras limpiábamos la entrada del pueblo, le pregunté: “¿Por qué te llaman Felipe?”. Y me contestó con una sonrisa: “Es mi nombre español”.
Felipe fue su nombre de militante durante su estancia en el Estado español. En 1969, Husein formaba parte de “las Fuerzas de la Resistencia Popular”, una fuerza guerrillera del FPLP que en Gaza “mandaba de noche, mientras Israel mandaba de día”, según decía el propio Moshé Dayan entonces ministro de Defensa israelí.
Cuando descubrieron su identidad, Husein pasó a estar en busca y captura, por lo que se vio obligado a dejar Palestina. Logró falsificar documentos y se escapó a través del aeropuerto de Ben Gurion en Tel Aviv hacia Europa. Aunque parezca algo sencillo, Husein me contó cómo esto, convertirse en Felipe e instalarse en el Estado español, “fue mucho más complicado que en las películas”.
La estancia de Felipe en Estado español no duró mucho, sus relaciones con el Partido Comunista y su involucración en actividades para la causa palestina provocaron la ira del régimen fascista de Franco. Fue detenido y trasladado a Melilla donde las autoridades franquistas le soltaron en la frontera con Marruecos.
Los servicios de seguridad del reino marroquí, aliado de Israel (no declarado en aquel entonces), no le dejaron respirar. La persecución empezó nada más entrar en Marruecos. Tuvo que ir a pie de pueblo en pueblo, escapando. Felipe me contó cómo la gente campesina marroquí le colmó de generosidad nada más notaban su acento palestino. Fue gracias a esa generosidad por lo que no murió de hambre y tuvo fuerzas para adelantarse a las fuerzas marroquíes y penetrar en la frontera argelina.

En Argelia fue tratado bien y desde allí viajó al Líbano donde se convirtió en base de las tropas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Le enviaron a la URSS para obtener formación militar en artillería y lanzacohetes múltiples.
Felipe participó en todas las batallas importantes contra la invasión israelí del Líbano. La Operación Litani, las batallas del valle de la Bekaa… Fue él el comandante de la artillería y lanzacohetes de la OLP durante el sitio israelí de Beirut en 1982. Participó en las batallas de defensa de los campos de refugiados palestinos contras las milicias falangistas libanesas, el movimiento “Amal”, apoyado por Irán y el régimen de Asad padre, también contra el ejército sirio.
Felipe estaba convencido en que el socialismo es la salvación de la humanidad, pero no el totalitarismo. Un día me dijo que la URSS y su bloque fueron regímenes totalitaristas y eso conllevó no solo a la represión absoluta, sino también a la corrupción absoluta. Después me contó cómo una noche fría y oscura, a horas tardías en las afueras de Moscú, estaba haciendo autostop y paró un coche de la policía. La patrulla le llevó a donde quería. Al bajar, Felipe le dijo al policía: “¡Spasiba Tavaresh!” (gracias, camarada) y el policía le respondió: “¡Son cinco rublos!”.
A Felipe le hirieron muchas veces, una de las heridas más graves fue en su espalda y le dejó cojo para el resto de su vida. Pero cada vez que le disparaban él volvía más fuerte.
En el campo de refugiados de Shatila y Mar Elias, en Beirut, me decían que todo el mundo le reconocía, en aquellos años de guerra y sueños de liberación, por su chaqueta verde, su boina roja y, siempre, con su mochila de cuero donde portaba los mapas.
El cuerpo de Felipe no ha aguantado más de 71 años, pero su memoria, historias, hazañas y sentido crítico seguirán vivas. He decidido escribir estas líneas en castellano, y no en árabe, porque me acuerdo que un día me dijiste, Felipe, que el único país que ocupa sitio en tu corazón después de Palestina es España.