Estamos caminando a Glasgow. Partimos de Zaragoza y vía Bilbao y Santander, cruzamos el mar como la nueva Armada Invencible. Vamos a conquistar Gran Bretaña. El tiempo se acaba y el cambio climático se apodera del planeta. Nuestra invasión es pacífica y su bandera es la esperanza en poder influir de algún modo sobre los 200 países que van a reunirse en la COP26.
En 2015, en París, llegaron a un acuerdo histórico de reducción de emisiones contaminantes a nivel planetario. Cinco años después poco se ha cumplido lo firmado. La actividad modificadora del hombre, sobre la naturaleza, el suelo y el aire, sigue en progresión aritmética. Y, en consecuencia, ha aumentado la contaminación y el efecto invernadero en la Tierra.
La climatología está cambiando drásticamente. Más desiertos, más incendios, más lluvias torrenciales, más inundaciones, menos glaciares... Ya no se puede esconder por más tiempo. Gobiernos y grandes empresas son conscientes y desean un cambio que modifique lo mínimo posible la situación actual, que tanto les beneficia. Quieren pintar de verde la economía actual, para que todo siga igual. Saben que no es suficiente, pero no saben cómo hacer un gran cambio de modo “ordenado”.
De momento, se están posicionando en el mercado eléctrico, para oligopolizarlo (como si no lo estuviera ya). Hablan de hidrógeno verde y de coches eléctricos. Así pueden justificar la instalación de miles de granjas de energía renovable por toda la geografía rural, donde los terrenos son más baratos, pero dónde más daño se hace a la naturaleza, la agroganadería y el turismo de paisajes. Y lo pagamos con dinero público. Una paradoja incompatible con un cambio verde.
Saben que la electricidad supone el 20% del consumo energético en el mejor de los casos y que será imposible llegar, siquiera, al 50% del consumo actual. Electrificar es necesario, pero no la solución milagrosa. Debemos reducir el consumo.
En Reino Unido, la mayoría de población vive en casas adosadas, muchas de ellas alejadas del trabajo, colegios y tiendas. Dos, tres o cuatro coches aparcan por la noche enfrente de casa. Las distancias son grandes y el vehículo particular se ha potenciado hasta el extremo: casi 34 millones. La bicicleta se emplea poco, lo mismo que andar, casi no hay pasos de peatones. El transporte público se privatizó, es caro y de mala calidad. Pero este modelo parece agradar a una mayoría de población. El consumo de energía para alumbrar calles y calentar las casas es enorme. Reino Unido es el octavo país del mundo con mayor huella per cápita de carbono.
El problema es conocido por la población inglesa. El actual presidente, Boris Johnson prometió, en campaña electoral, subvenciones públicas para aislar térmicamente las viviendas. Pero ganó y se le olvidó. Un reducido grupo se lo recuerda con acciones audaces como cortar carreteras o aeropuertos. Se llaman Isolate Britain, 'aislar Gran Bretaña' para recordárselo. La prensa (pro sistema) está usando estos hechos para demonizar todo el movimiento ecologista, como violento. Les da un breve respiro a su negacionismo climático.
Los científicos ya han alertado de que hay que parar el cambio climático si no queremos sufrir cambios drásticos, incluso la extinción del ser humano. Y alertan de que la única solución efectiva es la reducción de la actividad modificadora del hombre, la misma que ha hecho rica a los pocos privilegiados mundiales.
El “decrecimiento” afectará a la vida de todos los países, ciudades y barrios, pero, especialmente, a la de los que más consumo energético tienen. Por este motivo, muchos gobiernos son reticentes a tomar medidas impopulares que les puedan apartar del poder. Ya no está el gran negacionista Trump, pero los demás tampoco son mucho más valientes.
En Reino Unido hay experiencias que nos muestran un camino de futuro: cooperativas cuyo fin principal no es el beneficio económico, sino una remuneración justa del trabajo. Las hay de alimentación, distribución, electricidad, bancos, telefonía, vivienda de alquiler, etc. Porque el principal problema no es el cambio climático, sino el espíritu usurero del capitalismo. La acumulación de capital es incompatible con la sostenibilidad del planeta, con la salud y con la justicia social.
Extinction Rebellion pide actuar más y hablar menos, justo lo contrario a lo que nos tienen acostumbrados los políticos y, en esto, Boris Johnson es un verdadero experto. No parece que Reino Unido sea el mejor anfitrión para empujar un acuerdo mundial en pos de mayor justicia climática y social. Es el momento de que los pueblos empujen a sus gobiernos, nuestros hijos lo merecen. Por eso Ecologistas en Acción caminamos a Glasgow durante un mes y casi 1.000 Km.
Nuestra Armada Invencible pretende luchar contra los elementos y salvar a la humanidad. Ayúdanos a exigir a los gobiernos que actúen con decisión contra el cambio climático, nos va la vida en ello. Sólo la presión social puede empujarlos a pensar en su población y no en las grandes empresas. Evitemos que Glasgow sea una nueva oportunidad pérdida para la humanidad. Quedan pocas ya.
Todo sobre la Marcha a Glasgow en AraInfo. Web de la Marcha a Glasgow, organizada por Extinction Rebellion, Ecologistas en Acción y la Alianza por la Emergencia Climática.