La gente necesitamos la política para resolver nuestros problemas. Esa “militancia de la utilidad”, que decía Rufián en el Congreso, es la que permite llenar la nevera, trabajos dignos y servicios públicos de calidad para unas vidas que merezcan la pena ser vividas.
En el debate del estado de la nación, el presidente Pedro Sánchez anunció una batería de medidas “progresistas”, que van en la buena dirección, para que la riqueza se reparta mejor y las familias no pierdan su poder adquisitivo. Así, los nuevos impuestos a las empresas energéticas y bancos que se están beneficiando de las facturas y las hipotecas de la gente, permitirán una mayor recaudación para pagar más becas al estudiantado, más bonos de transporte para la gratuidad de los trenes de cercanías y media distancia, más inversión para la construcción de vivienda social.
Son anuncios positivos, pero insuficientes. Cualquiera que repase el acuerdo de investidura que firmaron PSOE y Unidas Podemos para configurar el primer gobierno de coalición desde la República, confirmará que la agenda política del actual Gobierno de España debería haber sido mucho más útil para la mayoría de la gente. Parece que ahora se endereza un rumbo errático. Durante demasiados meses el PSOE ha tendido la mano al PP para acuerdos que nunca llegan y dejan las instituciones españolas en una situación de interinidad, descontrol democrático o directamente ineficacia palmaria.
En la delicada situación social, política y económica que estamos viviendo, el Estado debe dar certezas a la gente, trabajadores, familias y empresas, para la recuperación tras dos años y medio de pandemia. En su discurso, Sánchez no se fue por las ramas y reconoció que “el principal problema que hoy tenemos es la inflación”. Un problema que él considera global y consecuencia de la pandemia y la guerra en Ucrania.
Es innegable que en parte, sí. Pero también es consecuencia de un perverso sistema económico neoliberal, que permite que unos pocos sigan amasando indecentes beneficios con la especulación y sus negocios gasísticos, petroleros, energéticos, inmobiliarios, bancarios o rentistas. Como también es resultado de un mercado eléctrico disparatado, cuyas facturas recaen en las espaldas más estrechas, las familias y empresas que peor lo están pasando, mientras unos pocos consejos de accionistas consiguen boyantes ganancias.
“Iremos a por todas”, decía Sánchez. En este sentido, sería bueno que releyera el acuerdo que pactó con Unidas Podemos y, efectivamente, vaya a por todas y cada una de las medidas ahí contempladas. Porque no vale con “ayudar a Ucrania y castigar a Rusia”, en una espiral belicista que contrasta con ese sentido común pacifista en España. Para que esta crisis no afecte a las personas más vulnerables hace falta una batería de medidas valientes que no pueden esperar: subida de los salarios, del SMI y mejoras laborales notables; inversiones importantes para la rehabilitación y accesibilidad de viviendas sociales; apuesta decidida por la transición ecológica como oportunidad para proteger la vida y generar trabajos de calidad; fondo extraordinario para una mejor gestión de las Comunidades Autónomas de la sanidad y la educación pública, con más profesionales, una apuesta decidida por la Atención Primaria y un plan de contingencia urgente para acabar con las listas de espera; renovación del Plan Corresponsables con más ayudas para conciliar en la crianza; más fondos para la dependencia; revalorización de las pensiones; renta básica universal; despliegue de un nuevo modelo de asistencia residencial para mayores y dependientes; plan ambicioso de desarrollo rural sostenible que repueble nuestros territorios despoblados y una Política Agraria Común que beneficie a las explotaciones familiares; reforma fiscal progresista, que nunca llega, y es imprescindible para un sistema de financiación autonómico justo y la autonomía financiera que necesitan todos nuestros municipios; y una apuesta por la paz, la cooperación y el diálogo internacional para alcanzar acuerdos amplios que nos permitan afrontar los retos planetarios.
Yo también me pregunto, como hizo Jaume Asens, qué hubiera pasado si estos años hubieran gobernado otros. Estaríamos mucho peor, con menos sanitarios, menos profesores, más recortes en los servicios públicos, precarización del trabajo, derogación de derechos al aborto, a la eutanasia, a los derechos sexuales… un escenario de involución que traería más sufrimiento y desesperación. En este debate, PP y VOX vinieron con muchas críticas e insultos, pero pocas propuestas. Más allá de sus palabras huecas de bajadas de impuestos (sin ningún rigor económico) y destrucción de los avances sociales y la transición ecológica, nada. Sin propuestas para mejorar las vidas de “los españolitos” (como se le escapó a la portavoz del PP, Cuca Gamarra). Abascal de Vox repitió (con menos vehemencia que en discursos anteriores) las obsesiones de la ultraderecha: guerra civil, ETA, conspiración ecologista, igualdad, sindicatos, migrantes, ONGs. Pero se olvidaron de hacer propuestas para mejorar la vida de la gente.
Como siempre en política, podemos ver el vaso medio lleno o medio vacío, celebrar el cambio de timón progresista de Sánchez o lamentar su limitado alcance. Pero lo que seguro que nos toca es seguir, empujar, trabajar, luchar, sumar, para proteger a la mayoría social y caminar hacia una sociedad y un mundo en paz, con justicia, equidad y libertad.
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