El pasado sábado 16 de octubre, personas provenientes de todos los rincones del Estado nos reunimos en Madrid, en el corazón de la bestia, para denunciar la especulación medioambiental con sello renovable que lleva tiempo fraguándose en los despachos y que está empezando a arrasar nuestros territorios; se habla de que nos juntamos unas 15.000 voces para gritar, bien fuerte, que “renovables sí, pero no así”.
Son decenas y decenas los proyectos que ya están en marcha y prácticamente cada semana se aprueban nuevas proyecciones para seguir masificando y destruyendo nuestros montes. En muchos casos, estos proyectos son de dudosa legalidad y se aprueban rodeados por un halo de oscurantismo (con prisas y presiones) que nos debe hacer sospechar.
Todos estos proyectos, sin embargo, tienen un punto en común: están ubicados en zonas demográficamente deprimidas y vulnerables. Este fue, precisamente, uno de los puntos que se empleó como estrategia para disfrazar estos proyectos como beneficiosos para nuestro medio rural: prometieron que estos parques de renovables serían el remedio para la despoblación y que traerían empleo a los pueblos. No han parado de repetir este mantra desde el Gobierno de Aragón, que está vendiendo al mejor postor nuestros montes y paisajes, mintiendo sin ningún reparo a los y las vecinas de los pueblos. La realidad es más bien otra: aquellos lugares en los que han instalado parques de renovables no han aumentado su población y el empleo que se ha generado ha sido temporal y, en muchas ocasiones, lo ha realizado gente que no es de la zona.
¿Por qué nos mienten, entonces? Bien es sabida la grotesca simpatía que profesa Lambán (consentida por sus socios de gobierno, no olvidemos) por Madrid, por España y por todo lo que suponga bailarle el agua al gobierno central; y esta ocasión, la de masificar y asolar nuestro territorio “por España”, no podía dejarla pasar. Por eso, es importante que entendamos que la proliferación sin sentido de estos proyectos por los campos y montes de Aragón es un caso más de colonialismo interior. Esta condición de colonia no es nueva para nuestra tierra, ya nos han extraído más veces nuestros recursos hasta esquilmarlos y hemos sufrido la peor de sus consecuencias: el exilio rural. Nos engañan y pretenden convencernos manipulando el lenguaje para expoliar y maltratar nuestra tierra en nombre de la revolución verde cuando ni es revolución ni es verde.
El sábado, mientras íbamos en el autobús en dirección a Madrid, alguien leyó un titular en el que se venía a decir que, si el precio de la luz no bajaba, era porque en los pueblos no queríamos poner parques de renovables. No, lo siento, la gente de los pueblos no somos a las renovables lo que los antivacunas al COVID: las renovables son necesarias, pero no a costa de devastar ecosistemas y de seguir condenando a los pueblos a su desaparición (“renovables sí, pero no así”). Además, ¿de verdad la instalación de más placas, de más molinos va a mejorar la calidad de vida de la clase trabajadora? De nuevo, no. Lo único que puede mejorar la calidad de vida de los y las trabajadoras es un cambio de sistema, un sistema sostenible y respetuoso con la vida; no uno depredador y devastador como el capitalismo. De nada servirá llenar hasta reventar nuestros horizontes si no hay un cambio desde la raíz del problema: aunque el capitalismo se vista de verde, capitalismo se queda.
Es importante que seamos conscientes de esto porque el capitalismo ya está haciendo funcionar su maquinaria: no están dudando, por ejemplo, en acusarnos directamente de la subida de la factura de la luz; es decir, buscan dividir y debilitar nuestras fuerzas, enfrentar campo y ciudad. Pero no, esto no va ni de campo ni de ciudad, esto va de un sistema que arrasa para seguir beneficiando a unos pocos, contra otro que respete el entorno y la vida y que haga no solo una transición renovable sino también sostenible. Debemos organizarnos en nuestros pueblos, en nuestros barrios, en nuestras ciudades y transformar toda esa rabia y toda esa impotencia en acción, en movimiento, en respuesta popular… Darlo todo para que no nos quiten la vida; porque sí, si nos arrebatan los montes, los campos, ¿qué nos queda?