Que la crisis ecológica recaiga sobre las espaldas de los poderosos

Esta mañana he decidido no usar el coche para ir a mi lugar de trabajo, y sin embargo, la emergencia climática sigue ahí. Decidí comprar menos carne, decidí dejar de ser cliente de Endesa y pasé a ser de una cooperativa que fomenta las renovables. También prescindí de ese botellín de agua que me ofrecían, y pedí un vaso de agua del grifo, para evitar un plástico más en la basura que exportamos a otros países. Y la emergencia climática, como el dinosaurio cuando abres los ojos, sigue allí. No debemos renegar de las acciones individuales, porque el ejemplo ético …

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Huelga climática el pasado 2019 | Foto: Pablo Ibáñez

Esta mañana he decidido no usar el coche para ir a mi lugar de trabajo, y sin embargo, la emergencia climática sigue ahí. Decidí comprar menos carne, decidí dejar de ser cliente de Endesa y pasé a ser de una cooperativa que fomenta las renovables. También prescindí de ese botellín de agua que me ofrecían, y pedí un vaso de agua del grifo, para evitar un plástico más en la basura que exportamos a otros países. Y la emergencia climática, como el dinosaurio cuando abres los ojos, sigue allí.

No debemos renegar de las acciones individuales, porque el ejemplo ético es la base de todo. Son los cimientos de la sociedad. Pero, y es triste reconocerlo, los cambios personales no implican necesariamente cambios sociales.

Los movimientos ecologistas que han resurgido con fuerza en estos últimos tiempos están situando de nuevo esa idea en la agenda pública: hay que redireccionar el foco de la responsabilidad de las personas y dirigirlo a las decisiones macro, a gobiernos y grandes empresas.

Si el feminismo nos ha enseñado que debemos revisar continuamente nuestros privilegios, el ecologismo nos subraya que esos privilegios nos vuelven como un bumerán que nos ataca directamente. Los privilegios del primer mundo son los que están llevando el planeta al colapso. No vivimos en una “consumocracia” en la que con nuestras decisiones de compra podamos resolver todos los problemas. Nuestras acciones cotidianas son una parte importante, está claro, pero no sirven de nada si no se acompañan con políticas públicas severas. Somos consumidores, pero mucho más que eso. Que no nos engañe el Neoliberalismo.

Y, hay que tener en cuenta, que no todo el mundo puede decidir. Una persona que trabaja de camarera con un salario de menos de 800 euros no se puede permitir el lujo de ser súper coherente en sus decisiones de consumo. A esas personas, hay que decirles bien claro que sobre sus espaldas no recae la pesada carga de la crisis ecológica.

Esta semana leía las declaraciones del señor Lambán en el Consejo Aragonés de Cambio Climático, un órgano que, a mi juicio, debería ser más que consultivo. El presidente de Aragón opinó que las áreas prioritarias de acción  debían ser producir más coches eléctricos, paliar el efecto nocivo de los purines o el río Ebro, así en general. No ha entendido nada.

No ha entendido que el tiempo de los parches ya pasó. La emergencia nos sitúa ante un abismo. No se trata de cambiar el coche privado de motor de explosión por uno eléctrico, debemos cambiar el modelo de transporte favoreciendo transporte público limpio. No se trata de minimizar los efectos de los purines, se trata de no impulsar desde el Gobierno de Aragón proyectos como el de Bonárea, que se carga el freático y la ganadería familiar, y pasar, por ejemplo, a favorecer la ganadería extensiva al mismo tiempo que se promueve otro modelo de alimentación. No se trata de llenarnos la boca con el fetiche del río Ebro. Se trata de ser conscientes de su degradación por la acción humana y evitar dragados y limpiezas que hacen que el cauce del río tenga mayor incisión y menos adaptabilidad a las grandes avenidas y estiajes. Nos negamos a que el greenwashing, el lavado de cara verde del capitalismo se instale en el Gobierno de Aragón.

Estos días está celebrándose la COP25 en Madrid. Ya sabes, ese gran evento que organiza la ONU para tratar de conseguir compromisos serios ante la emergencia climática que vive el planeta. Evento financiado por el IBEX y las grandes empresas que son responsables de buena parte de las emisiones. Todos nos llenamos la boca con la palabra "sostenible".

Y, mientras tanto, mientras se ponen medallas de sostenibilidad, el capitalismo depredador quiere hacer otra salvajada, una más, en el Pirineo. Al final es lo de siempre: postureo verde pero el Gobierno de Aragón sigue sin cuestionarse el modelo económico, anteponiendo los euros y la rentabilidad a corto plazo a la salud del territorio y del Planeta.

Ahora se les ocurre montar un teleférico para llevar turistas a hacerse una foto en un lago glaciar. Les importa un pito que sea una zona protegida, que haya especies en peligro de extinción y que el lago forme parte de la Red Natura 2000.

Total, nos dicen, es el turismo. Pero claro, ese es el mismo planteamiento que llevan quienes quieren unir las estaciones de esquí y quieren enladrillar el Pirineo.

Necesitamos un Gobierno de Aragón a la altura de su sociedad civil. Mientras tanto, la ciudadanía organizada seguirá, una vez más, tratando de salvar nuestras montañas.

El 2019 será recordado como el año en el que el mundo puso su atención en el clima, pero también, lamentablemente, el año en el que las personas con poder real, miraron hacia otro lado.

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