La Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido (ARICO), junto a familiares de las personas represaliadas en este barranco bilbilitano han presentado este miércoles una solicitud que, atendiendo a las legislación vigente, dignifique de alguna manera la situación de estas víctimas, convirtiendo el paraje en un Lugar de Memoria Democrática.
La legislación aragonesa define este tipo de lugares como “aquel espacio, construcción o elemento inmueble cuyo significado histórico sea relevante para la explicación del pasado de Aragón en términos de participación, defensa y lucha a favor de la democracia frente a la intolerancia y la dictadura en el marco histórico de la Segunda República española, la guerra civil y la dictadura franquista. Estos espacios podrán incluir ateneos, escuelas, centros sociales y culturales vinculados con la sociabilidad y la cultura republicanas, así como, en relación con la guerra y la dictadura franquista, obras de fortificación, vestigios de combates, fosas, lugares de detención e internamiento, obras realizadas con trabajos forzados, espacios de acción guerrillera antifranquista, así como cualquier otro tipo de espacio significativo o conmemorativo, tales como las maternidades en las que se cometieron los actos contra la dignidad de los bebés robados”, según la definición registrada en el artículo 5 de la Ley de Memoria Democrática aragonesa.
En este sentido, el Barranco de la Bartolina fue un lugar de fusilamiento masivo en la comarca de Calatayud durante la guerra civil: el emplazamiento de la fosa común figura en el mapa de fosas del Ministerio de Justicia con el código 597/2009 ZARA, así como en la página del Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés: Según un estudio realizado por el historiador Nacho Moreno Medina en el marco del proyecto ‘Amarga Memoria’, ‘Fosas comunes de la guerra civil en la Comarca de Calatayud’, “se pudo asesinar a una posible cifra que ascendía a 400 – 500 personas” según los testimonios orales. “Este fatídico Barranco era el lugar de fusilamiento de gente de toda la Comarca de Calatayud a la que englobaba, en 1936, muchos de los pueblos de los antiguos partidos judiciales de Calatayud, Ateca, Daroca y La Almunia”. Esta macabra historia se fue transmitiendo entre los vecinos de la comarca y de generación en generación, permitiendo que muchos allegados supieran finalmente del paradero de sus familiares desaparecidos.
ARICO define tener a un familiar desaparecido durante la guerra civil española y la dictadura franquista como una doble pérdida: “La primera por la desaparición en sí, fruto de su asesinato; la segunda por el olvido generalizado que se instauró con la Transición española y la inacción de los poderes políticos”.
A esas dos pérdidas el Barranco de la Bartolina añade una trágica carga emocional que dificulta que muchas familias puedan realizar su duelo, pues nunca podrán darles digna sepultura ya que el Ayuntamiento de Calatayud realizó unas obras de sellado del vertedero municipal en 1999, utilizando a este efecto la tierra mezclada con los huesos de sus familiares sacada de la fosa común, lo que imposibilitó así cualquier intento de exhumación y de recuperación de los huesos para la identificación de su ADN.
Desde la asociación memorialistas aseguran que esta fue “una acción intencionada de destrucción de pruebas y ocultación de los delitos cometidos en el Barranco de la Bartolina, ya que todos, tanto en el pueblo como en el Ayuntamiento, sabían de la existencia de este lugar de fusilamientos y enterramientos masivos”.
A pesar de tener pocas esperanzas de encontrar restos de sus familiares tras el vaciado intencionado de la fosa común, los familiares de las víctimas de la represión franquista en el Barranco de la Bartolina solicitaron a ARICO Memoria Aragonesa que se realizaran en el lugar unos trabajos de sondeos arqueológicos para averiguar si todavía podían encontrar huesos para su exhumación, identificación y posterior entierro.
Previamente, en el año 2010, se realizó un llamamiento por parte de ARICO Memoria Aragonesa a los familiares de los fusilados en el Barranco de la Bartolina para ayudarles a localizar con la mayor efectividad posible los emplazamientos de los enterramientos así como el mayor número de víctimas.
La labor de ARICO fue metódica y meticulosa pero, en el año 2011, “tras llevar a cabo la prospección mediante georradar y detector de metales en el Barranco de la Bartolina los resultados fueron negativos.
Los técnicos explicaron que no se podría abrir el vertedero sellado para intentar recuperar algún resto de las personas ahí fusiladas porque con el paso del tiempo, los ácidos que se van creando con la degradación de la basura probablemente habrían destruido los huesos. Este tipo de vertederos produce gas metano y podría conllevar algún tipo de riesgo, como pequeñas explosiones, al intentar abrirlo.
Los familiares de los fusilados en el Barranco de la Barolina tuvieron que asumir por lo tanto que sus parientes quedarían sepultados con la basura municipal de Calatayud por siempre jamás. Si alguien tuviera que definir la palabra “crueldad”, probablemente citaría el Barranco de la Bartolina como ejemplo.
Como colofón, el Ayuntamiento de Calatayud se negó a instalar un monumento en homenaje a los fusilados en el Barranco de la Bartolina, así como la inclusión de los nombres de las víctimas en el monumento que ARICO Memoria Aragonesa logró construir en el cementerio de la ciudad, por “no pertenecer todas las víctimas a la ciudad de Calatayud, sino a la comarca entera”.
A pesar de todos los obstáculos que se han ido encontrando en el camino, desde hace años, los familiares de las personas fusiladas por los sublevados franquistas en el Barranco de la Bartolina junto con ARICO Memoria Aragonesa y otras asociaciones memorialistas, han ido realizando homenajes en el lugar donde se ubicaba la fosa común, la mayoría de ellos coincidiendo con la fecha del 14 de abril o del fin de semana más cercano, en recuerdo de las y los desaparecidos y en homenaje a la segunda República española.

Sin embargo, la edad avanzada de numerosos familiares y el desnivel del terreno dificultan cada vez más que estos familiares se puedan acercar al anterior emplazamiento de la fosa común, en la parte baja y escarpada del Barranco de la Bartolina, a dejar flores. Algunos eligen dejar sus flores cerca del vertedero, o en el camino que lleva hasta su emplazamiento, y la mayoría se queda en la explanada para observar los dos puntos del horror en silencio, recordando a sus fallecidos.
Los familiares de los fusilados en el Barranco de la Bartolina creen de suma importancia democrática delimitar el emplazamiento de la fosa común y del vertedero para protegerlos y dignificarlos, creando por ejemplo un mirador en la explanada para poder observar tanto el antiguo lugar de la fosa como el vertedero y recogerse - junto a una placa o elemento conmemorativo - e incluso una pequeña ruta entre la fosa y el vertedero. La creación de este espacio de Memoria es fundamental para explicar a las generaciones venideras el horror que se desató en este lugar, para que nunca se olviden los nombres de los que, un día, lucharon por la legalidad de la República, y para que nunca se vuelvan a repetir semejantes atrocidades. “Porque fueron somos, porque somos, serán”.
Decía Montserrat Roig: “Si hay un acto de amor, éste es la memoria”. Sin tumba donde poder recogerse ni huesos que enterrar, sólo les queda poder convertir este lugar del horror en un espacio de recuerdo y transmisión de valores democráticos, en honor a todos los fusilados en el Barranco de la Bartolina, abuelos, bisabuelos, tíos… que algún día lucharon por la Libertad.