Y es que ya lo decía la canción, “malos tiempos para la lírica”. Uno, que se dedica con orgullo a la docencia, se queda de la noche a la mañana sin esos argumentos que tantos años ha costado tejer. El supuesto honor de gestionar el destino de un estado y de sus más de cuarenta millones de habitantes se convierte en puro filibusterismo cuando ve que la soberanía nacional ha claudicado ante la dictadura de los mercados; gracias, precisamente, al buen hacer de los propios gestores. El supuesto honor de imaginar un futuro de libertad, igualdad y fraternidad queda igualmente en entredicho cuando en un autodenominado estado de derecho son precisamente muchos de esos derechos, todos recogidos en la Carta Magna, llámense vivienda, trabajo, igualdad de oportunidades, etc., los que el segundo de los poderes se permite supeditar a otros intereses superiores. El tercer poder le va a la zaga. Complicado resulta de entender, y por tanto de intentar hacer entender, que la ingeniería financiera se entienda tan bien con la ingeniería judicial de manera que incrementos escandalosos de patrimonio sean ejemplos a seguir, e incrementos patrimoniales ínfimos, ya sean para poder comer una triste barra de pan o para poder poner una pañal donde recoger la fase final del proceso alimentario, den con los huesos de sus autores en las cloacas del ya citado estado de derecho.
Cualquier superficie necesita como mínimo tres puntos de apoyo para garantizar su estabilidad, y no parecen ser, precisamente en estos momentos tan necesarios, esos tres pilares les den confianza suficiente al común de los ciudadanos, ya se dedique a la docencia como es el caso, o no. Cabría refugiarse en el cuarto poder; sería éste el encargado de hacer visibles las grietas superficiales o profundas en los pilares que permitiesen una rápida intervención. Nos quedaba, por tanto, el recurso de amparo al buen hacer del periodismo, paradigma de independencia, seriedad y la objetividad. Pero desgraciadamente tampoco. Uno también ha perdido los argumentos con que defendía este cuarto poder. Y sirva como muestra un botón, un infectado botón de la metástasis que avanza inexorable.
El artículo Un terrateniente al frente de la 'marea azul', de Vicente Ruiz, (se puede leer aquí) es un claro ejemplo del devenir del cáncer. Cuando uno lee semejante argumentación en un medio de comunicación, ya no me atrevo a llamarlo periodismo, ya no le queda otra que asumir la total pérdida de argumentos. Porque… ¿dónde están los argumentos?.
No voy a entrar en la veracidad o no de los datos aportados, no voy a entrar en la ética o la falta de ella de Ladislao Martínez. Afortunadamente tengo el placer de conocerle hace muchos años y de haber compartido con él y con su compañera, también citada en el artículo, largas conversaciones sobre los argumentos que sostener; y sí, tras una buena copa de vino y deliciosos manjares preparados con tanto cariño en esa lujosa mansión cerca de la Castellana, fruto, o así parece insinuarlo el autor del artículo, de su escandaloso incremento patrimonial. No me hace falta defender su intachable trayectoria, habla por sí misma.
Prefiero centrarme en el periodismo y en los argumentos. He releído varias veces el artículo con la vaga esperanza de encontrar algo que me permita tener elementos de juicio con respecto al tema que se trabaja en el artículo. Ni una sola palabra. Ni de los argumentos que emplea Ladislao, como persona o como representante de la “marea azul”, ni de lo argumentos que pudieran rebatir los anteriores. Sorprendentemente,… o quizás no tanto, no hay argumentos sobre las consecuencias de privatización del Canal de Isabel II. Insisto, ni una sola palabra, ni un sólo argumento. Dígame Sr. Ruiz, periodísticamente hablando ¿qué pretende con el artículo?.
O sea. Que como funcionario público docente, que cumple con la cabeza bien alta la tarea que socialmente acompaña la responsabilidad de trabajar en la función pública docente, tendré que callarme ante la vergüenza ajena que supone sostener que los pilares del estado de derecho están llenos de grietas, y que la esperanza del análisis radiológico que debería realizar el periodismo sólo sirve para confirmar que la metástasis también se ha extendido alcanzando el cuarto poder.
Quedará, finalmente pues, apoyar a la “marea amarilla” que encabezan periodistas como el que firma el citado artículo.
Carta a El Mundo de un profesor de enseñanza secundaria en Huesca con motivo de los contínuos ataques que están sufriendo defensores de lo público, ecologistas y todo aquel que osa a cuestionar el incuestinable mercado.
Antecedentes:
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/03/04/madrid/1330822542.html