Febrero del 2011, yo acababa de volver de un viaje que sin duda marcaría mi vida, regresaba de Bolivia, donde había estado trabajando en un hogar de niños y niñas de la calle. Una de mis funciones allí era proporcionar educación sexual a un grupo de jóvenes, de entre 14 y 17 años. A esas alturas no participaba en ningún espacio político, pero mi ideología se había ido desarrollando durante la adolescencia, al calor de valores asociados a una cultura política de izquierdas donde se incluía el reconocimiento de la diferencia y la justicia social. Como referencia de mi adolescencia: …
