Pequeñas aves sin cielo

La historia se repite una y mil veces, porque los humanos somos una y mil veces insensibles, o crueles, o desidiosos... Hay historias que duelen. Nos duele el desamparo de los animales en las ciudades, y a muchos nos duele la historia de los pequeños inquilinos de la pajarera del Parque Labordeta en Zaragoza. Se trata de un recinto que tal vez en otra época tuvo encanto, desconocemos cómo llegó allí y a pocos parece importar, y desconocemos quién decidió que llenarla de pájaros diamante era una buena idea. El hecho es que estas pequeñas aves siguen allí, expuestas, pasando …

La historia se repite una y mil veces, porque los humanos somos una y mil veces insensibles, o crueles, o desidiosos... Hay historias que duelen. Nos duele el desamparo de los animales en las ciudades, y a muchos nos duele la historia de los pequeños inquilinos de la pajarera del Parque Labordeta en Zaragoza.

Se trata de un recinto que tal vez en otra época tuvo encanto, desconocemos cómo llegó allí y a pocos parece importar, y desconocemos quién decidió que llenarla de pájaros diamante era una buena idea. El hecho es que estas pequeñas aves siguen allí, expuestas, pasando frío y calor, desprotegidas en el hipotético caso de un acto llamémoslo poco empático.

Para los que no conozcan a los inquilinos de la pajarera, diremos que estas pequeñas aves son conocidas como ornamentales, y, por si este apelativo no fuera lo suficientemente insultante, el carácter exótico de los diamantes los mantiene en un limbo administrativo. Ahí están, en un parque público, sin paneles identificativos. Son de todos y no son de nadie. Podrían ser el capricho de cualquiera. Tal vez siempre lo han sido.

Y ahí están, que nos conste, las dos denuncias interpuestas para aliviar la vida de estos pequeños. Una denuncia a nombre de quienes escriben este artículo y la otra a cargo de Corazón de Paloma, ambas en enero de este año. Hace unos días estuvimos en las dependencias del Seprona. La palabra pajarera asomó en la conversación y, con ella, el desencanto. Propusimos, ilusos, que los pájaros diamante fueran llevados al Acuario de Zaragoza. Parece ser que esta solución ya había sido planteada antes. No es posible el traslado. Quienes tienen que dar razón de este asunto explicarán el motivo, esperamos. Puede que incluso la famosa pajarera llegue a tener papeles en regla, así serán prisioneros legales, sin tener que dejar su jaula en el parque.

Mientras tanto, los pequeños pájaros diamante siguen allí, aunque nieve, aunque el cierzo corte el alma, aunque la tormenta revuelva sin piedad las plumas de estos pequeños, aunque los paseantes los vean y continúen el paseo porque esas vidas no van con ellos...

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