Este fin de semana aterrizan en el Castillo de L’Aínsa las jornadas de tradición y sostenibilidad, Sobrarverde. En su quinta edición y con unas raíces que siguen profundizando, el ecléctico festival volverá a unir ecologismo, astronomía y música bajo una propuesta cultural que invita a la crítica al sistema, en su sentido más amplio, y a la evolución personal. Desde el momento de su nacimiento, “en una cena de amigos en 2011 -nos explica su ‘alma mater’ Pascual Tomás-, la idea siempre fue visibilizar formas de vida más alternativa y cercana a la naturaleza”.
Sobrarbe, encajonada entre montañas y muchas veces olvidada por instituciones y también por movimientos sociales, disfruta en la actualidad una intensa diversidad demográfica. De esta mezcla entre la tradición nativa y la novedad forana, nacen interesantes debates sobre el presente y futuro como los que albergan estas jornadas. “La filosofía es volver un paso atrás -en referencia a la asociación sobrarbense de recuperación de semillas que lleva ese nombre- en el tiempo y recuperar formas de vida más sostenibles. Hay que reiniciar todo lo que sabemos; el pasado ha sido un engaño total”, sentencia Tomás.
Si en un principio el festival surge al margen de las instituciones, el crecimiento del mismo y la buena relación con el gobierno municipal ainsetano han ido propiciando una mayor colaboración. “Actualmente recibimos algo de financiación y hemos podido presentar Sobrarverde en la DPH por lo que tenemos mayor repercusión en los medios”, explica este sobrarbense de adopción, que huye sin embargo de “un exceso de propaganda” y propone un planteamiento “bajo mínimos”.
La temática de las jornadas, rompedora y novedosa, no es todavía muy asimilable para amplias capas de la población sobrarbense. Sin embargo, el interés que suscitan cada año es mayor y la afluencia del público sigue una tendencia ascendente que ha dotado de una estabilidad al proyecto. “El público es una de las piezas clave del festival y su respuesta es cada vez mejor –concluye Tomás-, especialmente cuando hay ponentes tan conocidos Félix Rodrigo Mora (2.015) o Josep Pamies (2.013) en los que el espacio se queda pequeño”.