Parque Bruil, aquel verano del 2009

El problema más grave del parque Bruil era el deterioro y pérdida de su arbolado, que cuenta entre sus ejemplares con varios árboles singulares. Un dato habla por sí mismo: en 1985 había unos 900 árboles en el parque. En 2015 quedaban 366. De los árboles singulares caídos da muestra una bonita escultura en madera y de la nueva vida el roble plantado por el vecindario que medra junto a la zona de juegos infantiles.

Parque Bruil. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo)

Corría el verano de 2009 y en la Madalena las asociaciones vecinales y el ampa del cole estaban en pie de guerra por unas obras en el parque Bruil que nadie había pedido, que se hicieron con el patrocinio de un plan de obra pública del gobierno de ZP y que costaron casi un millón de euros, 997.000 para ser exactos.

Una obra pública hay que mirarla en perspectiva, tomar cuenta de sus resultados e intentar aprender para el futuro. Si nos atenemos al balance final parece que las vecinas teníamos razón. La obra no estuvo justificada en su momento, ha sido poco práctica, estéticamente dudosa y los problemas reales del parque no precisaban una inversión tan grande.

Sobre los propósitos del plan E de Zapatero, un plan a la desesperada cuando estábamos metidos en una crisis a la que no se le veía final, no entraré mucho. Daría para muchas páginas analizar la utilidad de invertir millonadas en obras públicas de dudosa utilidad, muchas de las cuales, como es el caso del Bruil, nadie había reclamado.

Una primera idea de la falta de plan la dio el hecho de que la obra se ejecutó en su totalidad en verano, la época en que el parque más se usa tanto por la infancia como para todo tipo de actividades vecinales y lúdicas.

Se levantó buena parte de la cubierta vegetal, lo que repercutió negativamente en los árboles del espacio, con los que sí que había una situación preocupante.

Porque a la hora de la verdad el problema más grave del parque Bruil era el deterioro y pérdida de su arbolado, que cuenta entre sus ejemplares con varios árboles singulares. Un dato habla por sí mismo: en 1985 había unos 900 árboles en el parque. En 2015 quedaban 366.

Se renovó el riego y se construyeron unos extraños pasillos, quitando césped, y una horrible caseta de herramientas de aspecto carcelario, además de una desproporcionada valla en las pistas deportivas.

La reforma del riego no fue efectiva. Apenas se terminó, la instalación seguía encharcando unas zonas y dejando secas otras. También quedaron restos de obra y zonas mal acabadas que fueron recogiendo y apañando los operarios de FCC.

Se retiraron bancos de algunas zonas del parque, parte de los cuales se volvieron a colocar a posteriori y se construyó un área de juegos en un solanar que se terminó quitando.

Para más perplejidad de los que vimos el desarrollo de la obra no se arregló el alumbrado, ni se renovaron juegos infantiles o zona de mayores ni se valló la zona de la Huerva, ni tan siquiera se replantó el césped en su totalidad. Todo ello vendría a posteriori con más inversión pública.

Hacer y deshacer todo es quehacer, dice el refrán.

Tras las obras, nuevas protestas, un informe vecinal demoledor y el silencio administrativo.

Nadie se responsabilizó del chandrío, ni explicó a qué criterio obedeció hacer una reforma integral. No hubo inauguración oficial y en el Ayuntamiento se pasaron la patata caliente unos a otros.

Pero la vida sigue y el trabajo de la gente de a pie también. Trabajo que se enfocó en dar vida al Bruil, por lo pronto repoblando. En un principio con iniciativas incluso individuales, como Ismael, vecino del parque que plantaba sus propios ejemplares. Luego en grupo e incluso a la brava, sin permiso municipal, se llenaban los huecos dejados por otros árboles. Finalmente con colaboración municipal en unas pocas horas de trabajo los jardineros de la contrata arrancaron tocones viejos y los niños y niñas del barrio ayudaron plantando más.

En estos diez años muchos ejemplares han caído, pero se han conseguido reponer más de los que han muerto. De los árboles singulares caídos da muestra una bonita escultura en madera y de la nueva vida el roble plantado por el vecindario que medra junto a la zona de juegos infantiles.

El parque sigue siendo espacio para jugar, para cine de verano, de actividades vecinales o de la tradicional Hoguera de san Juan (si no la prohíben).

Al final resulta que la solución del problema más grave del parque dependía de unos cientos de euros, no de unos cientos de miles.

De la obra ya pocos se acuerdan. La constructora OCC cobró su dinero y el Plan E como vino se fue.

Seguimos sin saber a qué criterio obedeció la obra y nos queda preguntarnos si alguien en las instituciones toma cumplida nota de estas actuaciones ridículas y costosas. Me temo que no.

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