Operación Púnica

El siglo pasado habrían comenzado los informativos con la frase ¡Todos los teletipos alertan sobre una nueva operación policial! A día de hoy el suceso casi pasa desapercibido, es tal el grado de hartazgo que nos importa un higo lo que nos cuenten.

Granados PP MadridEl siglo pasado habrían comenzado los informativos con la frase ¡Todos los teletipos alertan sobre una nueva operación policial! A día de hoy el suceso casi pasa desapercibido, es tal el grado de hartazgo que nos importa un higo lo que nos cuenten.

Ya no encontramos asidero al que agarrarnos para no caer en el precipicio de la desesperación. Cada noticia supera en indecencia a la anterior, con cada nuevo descubrimiento nos cae encima un poco mas de porquería del estercolero en el que han convertido a este pobre país.

Tengo un amigo que cuando oye noticias como las de la Operación Púnica dice: “¡Ah, ese también! pues espera que no será el último ni estará solo”. Lamentablemente casi siempre tiene razón, después de la aparición de un caso de corrupción salta otro que le deja pequeño. Cuando una institución, pública o privada aparece salpicada de porquería tarda segundos en nacer otra flor de inmundicia en una institución cercana. Ninguna se salva, los escándalos alcanzan desde la Corona hasta las concejalías, pasando por los partidos, los sindicatos, las organizaciones empresariales, la judicatura, la policía, la prensa, la iglesia, los ministerios, las consejerías autonómicas, los ayuntamientos. Los decentes y honestos acaban siendo las excepciones.

Resulta devastador el penoso funcionamiento que han tenido los sistemas de inspección. Los interventores y consejos auditores de cuentas, o no se enteraban o sí se enteraban no sabemos el motivo por el cual se ocultaba la información. Está meridianamente claro que han fallado los mecanismos y órganos de control.

Con este panorama tenemos pocas opciones, lo más peligroso es que el curso de los acontecimientos, tipo mafia italiana, nos lleve al mismo resultado que nuestros amigos de Roma: después de los mayores escándalos italianos apareció, como solución, el mayor corrupto que ha tenido el país transalpino. Berlusconi aprovechó el pozo en el que habían caído los partidos tradicionales para hacerse con el poder y hundir al país en una espiral de corrupción que siguen pagando ¿Nos pasará lo mismo? Probablemente. Ya hemos hecho una probatura, después de los escándalos del PSOE de Felipe, llegó la orgía de Aznar y sus adláteres inmobiliarios, recordando sus consejos de ministros vemos que quedan muy pocos que no estén, hayan estado o vayan a estar imputados. Con suerte algún día se investigarán los regalos en forma de privatizaciones, al tiempo.

Mientras llega el momento veremos que Rato y Acebes no serán los últimos del desfile ante el juez. Cuando la Gürtel y Bárcenas se juzguen - por fin - y estallen en toda su dimensión conoceremos cuántos se libran.

El mismo amigo me recuerda, de tanto en tanto, que ya que son tan liberales y admiradores del sistema británico, podían darnos una alegría y adoptar la misma decisión que toman los que son descubiertos en falsete en el Reino Unido: En la intimidad de su despacho acostumbran a acabar con la vergüenza que para los suyos supone soportar a un corrupto. Dicen adiós con discreción, pero del lugar al que van ya no vuelven. Final del corrupto.

Ahora que las pruebas de estrés a las que han sometido a la banca europea permiten a Rajoy sacar pecho para vender la fantástica salud de la que gozan los bancos españoles gracias a las vitaminas en forma de sangre humana inyectada en el sistema financiero, aparece en el horizonte la operación Púnica para disturbar su placida siesta. Si la operación policial no resultaba suficientemente perturbadora la aparición de Esperancita “La fugitiva” le ha debido sacar sus casillas.

Si, si hemos oído bien, la misma que alcanzó la presidencia de la comunidad autónoma a base de repetir elecciones porque los diputados Tamayo y Sáez cambiaron sorpresiva y sorprendentemente de opinión. En lugar de afear la conducta de los vendidos Aguirre optó por repetir las elecciones para darse una nueva oportunidad y ser proclamada presidenta. Desde el sillón las reelecciones fueron mucho más sencillas una vez que controló Telemadrid. El Mundo, la Razón y demás catástrofes mediáticas ya las tenía de su parte.

Esta buena señora que, será la edad, equipara una infracción de tráfico, aparcar en lugar prohibido, con el delito de desobediencia a agente de la autoridad, pretende vendernos su pensamiento de novicia arrepentida sin asumir más responsabilidad que la de una inocente equivocación por confiar en las personas inadecuadas.

Esta persona que todavía aspira a ser algún día presidenta de Gobierno no se percata que el PP de Madrid – que ella preside -no es precisamente un ejemplo de cómo tiene que funcionar un partido político. Tampoco sabe que cuando se gobierna no se deben utilizar las instituciones para beneficio propio. Podríamos recordarle los familiares y amiguitos beneficiados por su dedo, un tal Arturo Fernández decía de ella que “es una tía cojonuda”, ¿esto era antes o después de las concesiones de explotación de la restauración y catering en Madrid?

Cree que es suficiente con pedir perdón por su incompetencia y así, al tiempo que la perdonamos, se cometerán nuevas tropelías por su falta de diligencia.

Su principal defecto es que además son insaciables; es tal su codicia que nada les parece suficiente. Están convencidos de ser merecedores de la vida que les hemos permitido. Por eso y porque su exquisita educación de colegio religioso les enseñó que existía el perdón de los pecados, utilizan las escusas para disimular su maldad, su estulticia, su falta de ingenio y de preparación.

Querida Esperanza, esta vez no cuela, ni siquiera tus votantes tragan, es tanto el hartazgo que sentimos hacia vuestra desfachatez que os vamos a mandar con vuestros confesores para que sean ellos quienes os perdonen. Nosotros ya os hemos condenado al más absoluto desprecio. Esperemos que quede algún juez instructor sin inhabilitar y pueda acabar su trabajo, así se os podrá juzgar y condenar conforme a las leyes humanas. El perdón lo dejamos para las leyes divinas a las que sois tan aficionados.

[José Antonio Luque es analista social]

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