Nunchaku conceptual #1: Teoría en guerra

En los últimos meses, múltiples destellos de agitación social han aflorado por calles y plazas en busca de una reapropiación de los lugares y tiempos comunes. Nosotras, desde la carrera de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, hemos sentido la urgencia de participar en este momento de efervescencia, sumando nuestras fuerzas para ayudar a derrumbar el conjunto de falsas responsabilidades que cargamos a nuestras espaldas como una losa, dispuestas a desmentir la idea de que nada puede hacerse ya ante el aclamado “fin de la historia”. La necesidad de encontrar una estrategia adecuada implica reformular nuestra propia concepción del conflicto Vivimos una …

En los últimos meses, múltiples destellos de agitación social han aflorado por calles y plazas en busca de una reapropiación de los lugares y tiempos comunes. Nosotras, desde la carrera de Filosofía de la Universidad de Zaragoza, hemos sentido la urgencia de participar en este momento de efervescencia, sumando nuestras fuerzas para ayudar a derrumbar el conjunto de falsas responsabilidades que cargamos a nuestras espaldas como una losa, dispuestas a desmentir la idea de que nada puede hacerse ya ante el aclamado “fin de la historia”.

La necesidad de encontrar una estrategia adecuada implica reformular nuestra propia concepción del conflicto

Vivimos una época de malestar, un malestar curioso en tanto que viene de un mal estar en el mundo, un mal estar en una sociedad donde lo único colectivo que conocemos es el paro, el examen, la competitividad y las rebajas.

Un mal estar en un mundo donde el conocimiento se reduce a parcelas tan reducidas y fragmentadas que no nos permiten entender lo que (nos) sucede. Un mal estar en un mundo donde la actividad que desarrollamos nos embrutece: una educación destinada a desempeñar un trabajo remunerado, destinado a dotarnos de los medios materiales destinados a garantizarnos una subsistencia individual atomizada. Ya no vivimos: sobrevivimos. Y esta supervivencia mecánica, aleccionada por un eterno endeudamiento, hace de nuestra existencia la máquina de nuestra propia muerte. Promovemos el impago de nuestra vida-hipoteca, la subversión de nuestras condiciones vitales.

Si la realidad es un subconjunto de lo posible, nosotras queremos empujar los límites de lo real

No queremos lógicas de mercado, razones de economía, ni someter nuestra vida a sus cálculos y necesidades, dejando que se apropien de todo lo que creamos.

No queremos ser tampoco intelectuales en compartimentos estancos.

Nos negamos a ser una marca de nosotros mismos, y que nuestra educación tan solo exista para lucir más brillantes y atractivos en los escaparates del mercado laboral.

Queremos recuperar la capacidad de entender relaciones, comprender totalidades en la época del mapa sin tierra, en la que las fauces del capitalismo han subsumido ya todos sus otros. Queremos comunicarnos en un mundo donde sólo vemos dificultades (o plena incapacidad) para hacerlo. En la época del "mejor de los mundos posibles" hemos de abrir espacios (geográficos, culturales y sociales) que alteren las relaciones de control, que presionen las grietas del mapa social, que se sitúen fuera de los códigos y roles ya establecidos y arropen la irrupción de deseos y saberes.

Reconocemos que el espacio desde el que hemos de actuar es un espacio dado de antemano por las fuerzas que nos oprimen: nuestra labor ha de arreglárselas en este territorio, buscar oportunidades propicias e ir abriendo fisuras en las geografías menos consolidadas; y así lo hicimos.

La forma en la que decidimos actuar es la de un parón indefinido de clases. El espacio y el tiempo que quedaron vacíos se recuperan desde entonces para desarrollar dinámicas de lucha y discusión que se suman a las que ya se estaban desarrollando.

El parón de clases trata de ser, pues, una zona liberada, una acción extra-ordinaria que dé lugar a la proliferación de saberes y acciones. No es una acción nuestra porque no hay acto de rebeldía individual o aislado: la destrucción o el daño a los aparatos de control, así como las pequeñas parcelas de vida, recuperada son obstrucciones del funcionamiento de las relaciones de poder asfixiantes, y eso es un triunfo para todas nosotras.

Sabemos que hoy lo que legitima una acción no es el argumento que convence sino el poder que funciona. El consenso ciudadano no se construye a través de la reflexión y aceptación, sino que se establece por leyes y poderes que hacen aparecer determinados discursos como correctos, incuestionables, infalibles. No hay ni hubo democracia, la situación actual es de violencia. Las justificaciones ideológicas que querían llamar "crisis" a este reordenamiento de las condiciones materiales de la sociedad están dejando de funcionar y buscan consolidarlo mediante la fuerza. Sobrevivimos sometidas a toda una serie de dispositivos que no hacen sino capturarnos en un devenir cadáveres. Ante esto sólo podemos tragar, puesto que los discursos pretendidamente subversivos niegan cualquier utilización de la violencia en pos de un pacifismo acrítico. Pacifismo que dibuja irónicamente figuras humanas que se solapan con las del ciudadano normal, razonable, sobrio y sumiso, figuras que terminan por tanto respondiendo a los intereses de las fuerzas que dominan.

Sabemos que la política es fuerza. Sabemos que toda imposición es violenta como lo es toda contestación. Nos negamos a plantear nuestras posibilidades en términos del paralizante debate de violencia sí, violencia no. Nuestro juego va más allá, es más, sabemos que la revuelta acostumbra a ser impopular. Dejemos atrás la inocencia y señalemos firmemente a nuestros verdugos. No nos engañemos: la política hoy y aquí no es otra que una política genocida, pero si alguien ha de caer no seremos nosotras.

Queremos la dimisión de los blindados que ocupan los cargos del actual gobierno y las altas esferas financieras, así como la de los secuaces que los blindan, partícipes impresentables de este amargo vodevil. Ya no podemos seguir actuando bajo el respeto a unas normas que expropian nuestras propias vidas y nos impiden tomar lo que nos pertenece (las calles, los centros, los cuerpos).

Sabemos que se juega con nuestra incertidumbre y nuestro miedo, fomentado y magnificado por el uso que los medios de comunicación hacen de ciertas informaciones. Achacamos a ello el resurgimiento de un rancio discurso nacionalista, situado al origen de las tradicionales formas de exclusión. Sabemos que este Monolito omnipresente, omnipotente, indiscutible se construye a través de discursos económicos y sermones políticos mistificadores que nos imponen su realidad, e incluso son el fondo de discursos pretendidamente alternativos que, desde posturas ciudadanistas y descafeinadas refuerzan el sueño de control y represión de los que nos educan, gobiernan y encierran.

Sabemos que el juego de términos entre un capitalismo bueno (garantista) y otro malo (depredador) sólo esconde una certeza: que no hay soluciones mágicas a la crisis y que ésta no se crea por una mala gestión del capitalismo. La noticia de la intervención europea a la banca española es la manifestación de que no van a parar hasta acabar con nosotras. Esta intervención traerá consigo más recortes, más políticas de "austeridad" y más "reformas" laborales y fiscales: nuevas manifestaciones de las viejas formas de violencia estructural a las que se nos pliega con impunidad. Entre ellas, y como bien estamos comprobando, las áreas de educación y sanidad serán las más afectadas.

El proceso de recuperación de la vida pasa necesariamente por la constitución de nuevas legitimidades y poderes desde los que ser capaces de romper con la historia y de poner en marcha nuevos comienzos. Estamos hartas de que la legitimidad nos deba ser reconocida verticalmente. Cualquier vida que no pueda transformar su entorno ni recrear su propio ser es una vida sometida, impotente; una vida, en definitiva, secuestrada. ¿Cómo vivir? La respuesta a esta pregunta nos emancipará o nos someterá. Hemos dejado de ser masa para ser multitud, multitud unida por el rechazo a esta situación que vivimos, y desde ahí surge la posibilidad de un nuevo espacio político. Cada cual debe tomar las armas que estén a su alcance. Nosotras tenemos muchas armas que utilizar, más de las que pensamos, y vamos a ir a por todas. La guerra ha comenzado. Nuestros rostros ya lucen pinturas de combate.

Toma la plaza, toma tu tiempo, toma tu cuerpo, toma la filosofía; TOMA LA VIDA. «Y si no podeis ser santos del conocimiento, sed para mi al menos sus guerreros».

Asamblea de Filosofía Zaragoza

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