Nueve mil personas en siete Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs), Guantánamos locales impermeables a los Derechos Humanos.
Hasta dos meses se recluye ahí a personas que no han cometido delito o falta alguna. Si acaso, haber nacido al otro lado de la frontera, más allá de Frontex.
No importa si eres refugiada de guerra, de persecución religiosa o sexual. “Peor que una prisión”, en palabras de un detenido. Ausencia de intérpretes. Comida de mierda. Incomunicación con el exterior. Insultos. Vejaciones. Tortura, cuya investigación se obstaculiza. Violaciones de policías a mujeres internas, archivadas mediante expulsiones.
Y muerte. Cuatro muertes en cuatro años, algunas por negligencia médica. 25 días tardaron en llevar a Mamadou al hospital, con síntomas de tuberculosis. Él tuvo suerte.
Política de frontera, que alinea los CIEs con las cuchillas en las vallas de Ceuta y Melilla, las deportaciones “en caliente” y los macrovuelos de deportación de solicitantes de asilo. Criminalización de la inmigración.
Y esperanza. Años de lucha contra las redadas policiales contra inmigrantes, por racistas. Campañas de sensibilización y movilización contra los CIEs que ganan cada vez más apoyos. Huelgas de hambre en varios centros. Bloqueo de expulsiones y cierre del CIE de Málaga. Concentraciones mensuales en València frente al CIE de Zapadores. Más de 1.000 personas en la cadena humana el 18 de octubre exigiendo el cierre del CIE de Zona Franca, en Barcelona. Jornadas estatales de protesta. Gritos de dignidad.
Isaac Salinas, militante de En lluita | Artículo publicado en el Periódico En lucha
