Nuevas políticas

Vivimos un momento histórico de emergencia social y ambiental. Un periodo en el que los derechos sociales más básicos y las libertades colectivas están amenazadas. Una época en la que constatamos que la enorme brecha entre quienes poseen y quienes estamos desposeídas es más grande cada día. “Nos va la vida en ello”, hemos escuchado decir en varias ocasiones a Ada Colau, impulsora de las plataformas de afectadas por la hipoteca y hoy inmersa en la apuesta muncipalista Guanyem Barcelona. Y así es.

Ilustración de Miguel Brieva: "Recuperemos la casa común"

Vivimos un momento histórico de emergencia social y ambiental. Un periodo en el que los derechos sociales más básicos y las libertades colectivas están amenazadas. Una época en la que constatamos que la enorme brecha entre quienes poseen y quienes estamos desposeídas es más grande cada día. “Nos va la vida en ello”, hemos escuchado decir en varias ocasiones a Ada Colau, impulsora de las plataformas de afectadas por la hipoteca y hoy inmersa en la apuesta muncipalista Guanyem Barcelona. Y así es.

La prioridad somos la gente. No podemos soñar más si no nos ponemos antes a hacer algo para evitar que más personas duerman cada noche en la calle, no tengan para encender la calefacción, malvivan en la precariedad o se sustenten con una mala alimentación por falta de recursos.

Somos conscientes de que en otras partes del planeta aún están peor. Mientras aquí cerrábamos los ojos a lo obvio, tratábamos de no ver fantasmas y vivíamos la ilusión de las “clases medias”, en grandes territorios de África, Asia o América, las personas más despojadas del mundo morían de hambre, de sed, de guerra. Ahora esa miseria está más cerca de nosotras. Esta proximidad nos permite entender con más claridad que algo no funciona.

“Vivimos en un planeta finito donde es imposible el crecimiento infinito”. Esa frase de perogrullo es la que más repetimos para explicar que el sistema capitalista no nos lleva más que al desastre. Sabemos por los datos científicos de los estudiosos del cambio climático o del pico del petróleo que la situación es muy grave. Vivimos años de incertidumbre, a la espera de que la naturaleza reaccione ante las barbaridades que hemos hecho. Y, mientras, hay quienes tratamos de prepararnos personal y colectivamente para lo que viene. Y otros siguen en la insensata espiral que necesita más consumo, más producción, más rápido, más cosas.

“Si no eres tú, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo?” leímos en una pintada en la calle. Tenemos cierta urgencia, no tenemos mucho tiempo, y precisamos de muchas personas que nos involucremos en algo más. Ahí radica las esperanza para las vidas presentes y futuras.

En este ciclo, diversas hipótesis han confluido en la voluntad colectiva de “nuevas políticas” para salir de este atolladero. Con reservas y críticas hacia la utilización de determinados términos con los que no nos sentimos del todo identificadas (encontrar el equilibrio entre el lenguaje, las formas de expresarnos y nuestras ideas y prácticas no nos resulta fácil), en este texto tratamos de sintetizar algunas claves que creemos útiles:

Las “nuevas políticas” ponen a las personas en el centro. Somos seres humanos, con sentimientos, energía limitada, malos ratos, necesidad de cuidados y apoyo mutuo. Las “nuevas políticas” demuestran desde sus primeros pasos que es posible la comunidad y la convivencia. Que nos respetamos, escuchamos, compartimos, comprendemos y caminamos juntas.

Las "nuevas políticas" atienden a la diversidad, a las excluidas del espacio público (en su mayoría, mujeres). Ponen el foco de atención (a veces de forma discreta) en las precarias, en las "raras", en las que nunca aparecen en los grandes medios salvo cuando son objeto de críticas, violencia y/o represión.

Las “nuevas políticas” son generosas y altruistas. No buscan un objetivo concreto, sino un caminar colectivo, en el que todo está por descubrir y crear. No hay codicia personalista, ni objetivos particulares, ni ambición más allá de alcanzar todas juntas una vida mejor. Ponemos a trabajar la inteligencia colectiva para encontrar soluciones a los tremendos problemas que tenemos ante nosotras.

Las “nuevas políticas” no entienden de corrupción ni de clientelismo. Parten del diagnóstico de que somos muchas personas necesarias, cuantas más mejor. Y en ese “desborde popular” nos encontramos gentes variopintas que debemos ponernos de acuerdo. Para ello, es preciso romper moldes, “salir del guetto”, ver más allá de nuestra organización y construir espacios amplios que sean capaces de crear un frente poderoso para los cambios que queremos.

Las “nuevas políticas” son revolucionarias. No buscan poner parches en el sistema. No quieren reformar cápsulas estancas de la vida. No podemos permitirnos ser tan poco audaces. Sabemos que el sentir popular es propicio para grandes transformaciones. “Lo queremos todo” que dicen las CUP. “No queremos un trozo del pastel, queremos toda la jodida pastelería” recordamos de un fanzine. Las “nuevas políticas” no tienen miedo a ganar. No nos acotola pensar el embolao que supone gestionar una institución, un centro social okupado o un sindicato de clase. Sabemos que harán falta muchas manos, muchas ideas concentradas en un proyecto común, muchos apoyos. Y los tenemos. Solo necesitamos que haya mucha gente en su sitio, preparada para hacer su parte.

Por eso las “nuevas políticas” ponen el acento en el proceso y en la metodología. La baja cultura democrática y de implicación que sufrimos no nos permite pasar de un día a otro de una sociedad estancada a otra organizada de maravilla. Estamos viviendo un proceso de despertar, de empoderamiento, de concienciación. Y en estos primeros pasos es fundamental una facilitación, una bienvenida, a aquellas que se acercan a la política, a lo colectivo, a lo público y lo común, por primera vez. Para que no sea la última, las más expertas o las que ya han dado ese paso anteriormente, deben tener un rato para escuchar y acompañar a las que llegan. Creemos que las acogidas son fundamentales. Las “nuevas políticas” saben que o somos muchas o somos muy poco.

Las "nuevas políticas" permiten abrir espacios en los que cada persona puede encontrar su hueco. Por tanto, los liderazgos, si surgen, son colectivos y poliédricos. Sabemos que no necesitamos mesías, guías ni afamados líderes para liberarnos, sino que el cambio parte de cada una de nosotras. "No nos representan", pero confiamos en la otra hasta tal punto que algunas podemos asumir en momentos determinados tareas de representación. En un sentido y acompañado control democrático permanente. Porque nadie es más que nadie, sino que todas tenemos virtudes a expandir y aprovechar colectivamente. De eso saben mucho los zapatistas y en ellos nos reflejamos, aunque sea discretamente.

En los espacios que expanden las "nuevas políticas" los conocimientos, las experiencias y los saberes se comparten. Lo cual permite que más buenas gentes aprendamos a vivir de otros modos. Se trata de un ejercicio en el que cada uno, cada una, aporta lo mejor de sí para el bien común. Colectivamente, poniendo en conjunto lo que sabemos, nos volvemos más coherentes, más comprometidas, más responsables y concienciadas.

Las "nuevas políticas" saben comunicar y comunicarse. Si surgen conflictos entre nosotras, tratamos de abordarlos, regularlos y resolverlos de formas dialogantes y no violentas. Así, cualquiera puede alzar su voz o emitir sus preferencias. Encontramos espacios abiertos donde expresarnos y escucharnos.

Las "nuevas políticas" entienden que ganar no es imponerse. Que solo ganamos si cooperamos, si sumamos, si logramos encontrar algo distinto que nos hace más fuertes. Ni ganaremos solo con unas elecciones, ni solo con unas votaciones, ni con unas pocas conquistas. Ganaremos si prestamos atención al camino, a los pasos que vamos dando, también a las pequeñas victorias y alegrías. "Ganaremos nosotros, los más sencillos, los humildes. Aunque tú no lo creas, ganaremos" (versos de Pablo Neruda).

Las “nuevas políticas” no son tan nuevas. Siempre hemos encontrado estas características en algunos espacios colectivos que hemos tenido la suerte de vivir. Y en otros que hemos admirado y de los que hemos aprendido (y seguimos aprendiendo). La memoria también es importante en los procesos innovadores que estamos viviendo. Saber de dónde venimos y como hemos acabado aquí. Como dice Silvia L. Gil en relación a la interdependencia: “(...) aun habitando en la dispersión, nadando entre diferencias, perdiéndonos entre relatos fragmentados, no existe vida posible sin esa dimensión común de la experiencia”.

La política no puede ser una palabra secuestrada por unos cuantos para manejarnos al resto. Hoy, en 2015, es el momento de que cada quien encuentre su lugar. En los debates y practicas hacia el buen vivir debemos garantizar la presencia de todas las voces. Pero de verdad. La construcción de estas "nuevas políticas" pasa por que cada quien haga su parte, desde donde se sienta más cómoda y ganemos, ¡prou que sí!

[Patricia Escartín Lasierra y Nacho Escartín Lasierra de La enredadera de Radio Topo]

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