No es suficiente decir que la mierda huele solo el once de noviembre

El acceso del llamado juez, Enrique Arnaldo, al Tribunal Constitucional es un nuevo escalón para ese proceso antidemocrático por donde se va arrastrando lo que queda de la llamada transición democrática. Que un individuo de la catadura moral como este señor, juez e imputado al tiempo, pueda estar a partir de mañana en el máximo organismo de nuestro país muestra a las claras de que no estamos ante un país, hoy, con unos mínimos democráticos en escena. Que un juez, según media docena de diarios, con “negocios” poco limpios con el Partido Popular, implicado en el caso Matas, imputado en …

Carlos Tundidor

El acceso del llamado juez, Enrique Arnaldo, al Tribunal Constitucional es un nuevo escalón para ese proceso antidemocrático por donde se va arrastrando lo que queda de la llamada transición democrática.

Que un individuo de la catadura moral como este señor, juez e imputado al tiempo, pueda estar a partir de mañana en el máximo organismo de nuestro país muestra a las claras de que no estamos ante un país, hoy, con unos mínimos democráticos en escena.

Que un juez, según media docena de diarios, con “negocios” poco limpios con el Partido Popular, implicado en el caso Matas, imputado en el caso Palma Arena, con “tratos” comerciales con testaferros del caso Zaplana por valor de un millón de euros, presunto prevaricador del caso Lezo, simultaneando durante el tiempo en que trabajó para el Congreso dos trabajos como poco alegales…, pueda estar en el más alto tribunal de que nos dotamos los españoles para dictar las sentencias sobre la Constitución, huele a mierda, con perdón, pero también se ve, no solo se huele.

De este Partido Popular, hoy de extrema derecha pura y dura, se puede creer cualquier cosa que apeste a porquería. De buena parte del poder judicial basculado, hoy, clara y ostentosamente, con una desfachatez que asusta, hacia posiciones ideológicas rayanas en la extrema derecha, también se puede sentir el hedor a corrupción. Pero que partidos de izquierda que dicen representar a los y a las ciudadanas de este país que, aún, nos creemos los principios democráticos, aúpen a semejante productor de olor a putrefacción al estrado máximo causa indignación, rabia, furia e impotencia.

Porque no vale —SOLO— decir que algunos votarán con una pinza en la nariz. Eso expresa que el fin justifica los medios. ¡Y qué fin!: el de tener un Constitucional secuestrado, un poder judicial politizando las actuaciones, el de ir inclinando las instituciones hacia algo que en cualquier idioma se llama fascismo y en castellano, franquismo; el de hacer rodar por una pendiente, cada vez más inclinada, a los restos de una democracia fallida y caer, esos restos, en las fauces de bestias que retornan con correaje azul.

Ojalá los y las ciudadanas puedan, con sus votos, con sus voces, con sus gritos, parar esta sinrazón; este despropósito que nos conduce a las desigualdades más absolutas, a millonarios y poderosos cada vez más ricos y con más avaricia; a las injusticias más flagrantes de algo que se llamó justicia durante unos pocos años; a la concentración del poder mediático e informativo más absoluto y descarnado de los últimos cuarenta años; a la creación de dos nuevas Españas atendiendo, en esta ocasión, al lugar de residencia; a la propagación de mentiras continuadas, ejemplo de estas pueden ser las relativas a la gestión de la energía y las subastas de electricidad. Mentiras que esconden el saqueo legal por parte de un oligopolio soportado por las puertas giratorias de ambos partidos, el uno y el otro, dos iguales para hoy, cuyos dirigentes, a espaldas de sus militantes y de los ciudadanos en general, han querido repartirse el país.

Porque si no lo hacen, si no lo hacemos, rodar por la pendiente que supone la, cada vez mayor, desigualdad creciente, la justicia politizada, la mentira como norma en buena parte de los medios, el juicio al débil, resuelto con cárcel y multas inmediatas, mientras que el proceso del poderoso se alarga hasta el sobreseimiento por prescripción del delito, nos llevará a VOX, al brazo en alto y a los correajes azulones.

Creo que no, señores y señoras de un socialismo al que, como a Odón Elorza, todavía le repugna el olor a mierda. Creo que no, señores y señoras de Unidas Podemos. No todo vale. Ese tenebroso fin no puede justificar los medios, ese intento de renovar los poderes judiciales no se puede hacer a costa de meter al zorro en el gallinero, a costa de emporcar la democracia más y más… ¿hasta que desaparezca del todo? Es más beneficioso seguir, pese a todo lo negativo que para la apariencia democrática supone, con los Órganos sin renovar que hacerlo así, perjudicando, todavía más, un proceso de democracia en este país que camina por unos mínimos tan pequeños y una corrupción  tan grande que se puede comenzar a decir, perfectamente, el poco parecido existente entre esta situación y la democracia.

Ustedes, señoras y señores de un partido que tiene la palabra socialismo en las siglas; ustedes, señoras y señores que representan a la izquierda de este país; ustedes tienen la opción de mandar a paseo semejante cubo de mierda que quieren, algunos, que sea un “trágala”. El voto es secreto, voten no a ese cambio de cromos en el que uno de ellos es un cubo de basura.

De seguir así, de no parar este deslizamiento por la ladera del “todo vale”, de un neoliberalismo que emponzoña a conciencia, y con bulos como montañas, todo lo que debiera ser limpio —la educación, la sanidad, la justicia, la seguridad, el ocio— y lo convierte en elemento de canje y de comercio para que unos pocos puedan ser cada vez más ricos, el ciudadano llegará un día a pasar de unos partidos que se alejan, más y más, de sus ideales, de un horizonte que no debiera ser utópico, del bienestar para la mayoría de sus conciudadanos y del futuro de nuevas generaciones que necesitan un planeta habitable, el mismo del de sus padres y abuelos, y no buscar nuevos espacios al amparo de caprichos como el de Jeff Bezos y similares.

Y si los ciudadanos quisieran ser consecuentes —al menos los que deseen un mundo mejor—, de seguir así este estado de podredumbre, con la corrupción y la mentira por bandera, ciudadanos y partidos que los representan deberían volver, todos, a la oposición, a combatir con la palabra, incluso desde fuera de este sistema, comportamientos tan sucios, con tanta indignidad, injusticia e inmoralidad.

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