Nada real

Las cadenas de televisión, las emisoras de radio, los rotativos, en definitiva, la práctica totalidad de los medios de comunicación, oficiales y subvencionados, se hacen eco del mensaje navideño del ocupante de la Jefatura del Estado.

Felipe de Borbón durante su primer discurso de Nochebuena en 2014
Felipe de Borbón durante su primer discurso de Nochebuena.
Felipe de Borbón durante su primer discurso de Nochebuena.

Las cadenas de televisión, las emisoras de radio, los rotativos, en definitiva, la práctica totalidad de los medios de comunicación, oficiales y subvencionados, se hacen eco del mensaje navideño del ocupante de la Jefatura del Estado.

Al igual que sucedía con su augusto padre, “El Campechano”, los paniaguados se estrujan la sesera para contarnos y convencernos de las innatas virtudes que adornan al monarca y la excelsa preparación que muestra en sus discursos.

Nos hablan de la normalidad democrática que emana de sus palabras, su carisma incuestionable y la profundidad de su mensaje anclado en las hondas raíces constitucionales que hacen de la institución monárquica el baluarte en el que se sustenta la profunda solidez que adorna nuestro sistema. Hasta aquí nada nuevo, las mismas palabras y epítetos lisonjeros que recibía su predecesor.

En cuanto al mensaje, si hubiéramos escuchado alguno de los precedentes no hubiéramos notado la diferencia: La innegociable unidad de la patria respetando las diferencias enriquecedoras de los pueblos y regiones que conforman nuestra génesis y razón de existir, el valeroso esfuerzo del pueblo español que nos hace una gran nación dentro de un mundo global y competitivo, la granítica conformación de nuestras instituciones que garantizan la convivencia en paz dentro del marco constitucional, bla, bla, bla, bla…

Aparte de la cara del locutor es difícil encontrar un pasaje diferenciador con anteriores intervenciones reales.

El representante de esa moderna corporación, se dirige a todos los ciudadanos intentando ubicar en el siglo XXI a una institución anclada en el pleistoceno y con comportamientos medievales, con una forma de renovación que desconoce la igualdad entre sexos dando preponderancia al macho sobre la mujer. Desde su torre de marfil vuelve a instarnos a permanecer unidos en el esfuerzo común en aras de alcanzar las metas trazadas para mayor gloria borbónica.

El individuo que ahora ocupa el lugar de la jefatura del estado viene acompañado con un catálogo de una excelsa preparación. La cacareada preparación le fue proporcionada al ser designado como heredero por encima de su hermana mayor sin más atributos diferenciadores que la pilila que le cuelga. El valor de las pililas ha sido siempre incuestionable.

Debe ser que, ante la dificultad para medir la capacidad cerebral de los componentes de la familia, se dejaron de zarandajas y decidieron medir lo que se veía a simple vista. Es mucho más sencillo evaluar los adornos externos que la inteligencia. Por otra parte es harto complicado encontrar inteligencia en la estirpe.

Para el macho alfa de la familia el momento culmen de normalidad democrática de nuestro país se produjo con la abdicación de su padre y su advenimiento al trono. Su coronación representa para él la prueba irrefutable de madurez del sistema ¿No recuerda “El regio” las trabas impuestas a los disconformes con su coronación? ¿Tan pronto se le ha olvidado la actuación desproporcionada de la Delegada Cifuentes? ¿Ha propuesto someter al dictamen de las urnas su elección como heredero? ¿Se ajusta a derecho discriminar a su hermana mayor por razón de sexo? ¿Es democrático que una familia tenga privilegios?

No esperamos ninguna respuesta, como reza un refrán español a la tercera va la vencida y cuando llegue esa ocasión podemos esperar que el Presidente de la República de España sea más realista que el Borbón que nos ha hablado.

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[José Antonio Luque, analista social]

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