“Mujeres que cuentan”, historia viva en el Sobrarbe

Coincidiendo con el Festival del Castillo de l'Ainsa, un acto especial tuvo a bien homenajear a esas mujeres del Sobrarbe que mantienen la tradición de contar historias, de recordar sucesos que explican como somos y por qué nos pasa lo que nos pasa. Una lección de historia viva.

"Mujeres que cuentan", en su edición de 2017 en l'Ainsa-Sobrarbe. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo)

El patio del Museo de l'Ainsa-Sobrarbe permanecía vacío ante una tarde inestable en lo meteorológico. Decenas de sillas y un escenario aguardaban un acto que tenía parte de homenaje y parte de historia. No de aquella Historia que nos enseñaban en la escuela, el instituto o, para quien haya podido, la universidad.

El patio aguardaba la voz sincera de cinco mujeres, hijas, adoptivas o nativas, del Sobrarbe. Pura historia viva y oral de lo que ha sido la vida en estos valles.

Merche, Catalina, Trini, Marivi y Mari eran las cinco mujeres que iban a contar. Podrían haber sido otras, pues en la vida de cada mujer existe una historia que contar, pero ellas eran las elegidas para ser la cara visible de un homenaje a las “mujeres que sujetan el país”, en palabras del oficioso maestro de ceremonias, Paco Paricio (Titiriteros de Binéfar).

La escenificación no podía ser más emotiva. El patio que se mostraba vacío bajo una fina llovizna minutos atrás, ahora estaba repleto de personas con el sol del ocaso a su espalda. Bajo un escenario cinco sillas. Sentadas en ellas las cinco mujeres. En frente: sus gentes. Aquellas que han bebido de la sabiduría que emana de la experiencia, y a la vez han compartido casa, calle y camino con ellas, sin percatarse de las historias que esconden en cada arruga de su piel.

Las primeras lágrimas afloraban con la pieza compuesta para la ocasión por Maríaconfussión. Una emotiva canción en la que cada estrofa hace referencia concreta a estas cinco mujeres, sin olvidar a tantas otras que han levantado casa, campo o escuela en el mundo rural.

Merche.
Merche. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).

Fue Merche la encargada de enjugar las lágrimas, las propias y las del público asistente, para contar la experiencia de aquella joven maestra que viajó durante más de 24 horas desde el riojano pueblo de Matute para tomar acta como profesoras de Morillo de Tou, a la que le preguntaron si aguantaría en aquellos valles hasta navidad. No solo aguantaría hasta navidad, si no que son décadas de navidades celebradas en el Sobrarbe, haciéndose cargo de casa y escuela.

Catalina.
Catalina. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).

Catalina no siempre tuvo ese nombre. Nacida en Tella, de muy niña la guerra obligó a que su familia tuviera que atravesar los Pirineos, para, tras terminar la contienda, regresar a su Sobrarbe natal. Bautizada ya en el franquismo como Raimunda, y pese a que ella siempre detestó el nombre impuesto, todos terminaron por llamarle así. Un odio compartido por aquel “novio guapo” que terminó por convertirse en su marido y que a menudo le decía: “me gusta todo de ti menos el nombre”. Precisamente fue el día de nupcias cuando el libro de registro descubrió que Raimunda era en realidad Catalina, y desde entonces la pareja olvido la imposición nominal para volver al nombre primigenio.

Catalina atesora el temple de quien ha vivido una infancia dura en la posguerra. Trabajo duro en el campo. Valentía y corazón. Con doce años tuvo que marchar de sirvienta y asegura, más con orgullo que como condena, que nació para “trabajar toda la vida, desde niña hasta que me muera”.

Trini.
Trini. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).

Trini fue la menor de cinco hermanos, y asegura haber tenido la suerte de poder haber estudiado. Recuerda a aquella dura maestra de Olsón, las obligadas formaciones en el patio para cantar el “cara el sol”, y su viaje hasta la ciudad de Uesca para proseguir los estudios. Un privilegio no exento de la dureza de la soledad, hasta el punto de que un día de feria su padre fue a preguntar por ella en la residencia, y otras chicas la describieron como “la que siempre llora”.

Marivi. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).
Marivi. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).

Marivi comienza recordando a su madre, cursillista del 36, quien llegara al Pirineo aragonés en 1942 para enfrentarse a llevar adelante la escuela de La Fueva, donde se enamoraría de los paisajes y las gentes del Sobrarbe. Unas gentes a las que Marivi siempre mantiene el mismo aprecio que su madre, y unos lugares en los que pese a no haber sido maestra, sustenta culturalmente con su participación en el actual club de lectura.

Mari. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).
Mari. Foto: Pablo Ibáñez (AraInfo).

Mari Campo se presenta como una “sencilla labradora humilde”. Una mujer que recuerda la infancia al cuidado de las vacas, la ayuda en el campo a la familia. Aunque mantiene que su madre no les dejó nunca perder muchos días de escuela, asegura que no siempre había dinero para cuadernos. La cultura popular tiene a Mari como la primera mujer que llevó pantalones en el Sobrarbe, algo a lo que ella misma quita mérito con humor: “si tuviera las piernas bonitas no llevaría pantalones”. Aunque el pantano inundó muchas casas, ella nunca quiso abandonar su pueblo, Banascón. Mari tuvo un novio, pero no fue a más la relación, pues el mozo tuvo que marchar. Ahora asegura ser una “vieja solterona, enamorada de mi soltería” y recuerda unas palabras tan sencillas como sinceras que desea transmitir a los y las más jóvenes: “fe o bien y no faigas mal, unatra cosa no te cal”.

Un corto silencio que se rompe con aplausos y lágrimas. Maríaconfussión vuelve al escenario, y aquella canción desconocida hace apenas media hora, cobra vida. Los allí presentes reconocemos a las protagonistas. Las podemos ver delante nuestro, emocionadas ante un homenaje que para el público supone una lección.

“Mujeres que cuentan” deja sentimientos contradictorios. Por un lado el gozo de haber disfrutado de las historias de estas cinco mujeres. Por el otro, la amarga sensación del final. Amargura porque son tantas las historias de aragonesas sin contar. Tantas las mujeres que deben hablar. Y sobre todo, tantos y tantas las que deben pararse a escuchar la historia de las que sostienen, sostuvieron y sostendrán el lugar.

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