Motorland solo es gasto, genera unas cifras de empleo ridículas e incluso en la propia comarca el retorno económico es puramente temporal, ceñido a no más de dos semanas al año.
No es cuestión de que lo diga cualquiera, es lo que ha afirmado la Cámara de Cuentas en su último informe, que aún no ha auditado el año 2021, que apunta a ser tan desastroso como los anteriores.
El negocio de Motorland desde que se inauguró en 2009, ya con un sobrecoste en su construcción considerable, ha sido tan peculiar que su objetivo ya parece que no pasa por generar beneficios (nunca ha sucedido) sino directamente por perder poco. Y cuando se habla de poco, aún así, se está hablando de millones de euros.
El balance de 2020 ha sido de unas pérdidas de 3 millones de euros. En realidad la cifra es engañosa, porque esa pérdida viene después de una inyección de capital en 2019 de 8,4 millones por parte de la DGA. Las pérdidas acumuladas superan los 70 millones y ha habido ya 18 ampliaciones de capital. La última, en marzo del 21, fue de 8,9 millones.
En total desde 2014 a 2019 se pusieron en diversas ampliaciones e infraestructuras casi 104 millones y, desde sus comienzos, la presunta ciudad del motor se ha zampado 263,4 millones de dinero público, buena parte de ellos del maltratado Fondo de Inversión de Teruel -FITE-.
El informe de la Cámara de Cuentas es claro: no hay financiación más allá del dinero público, pese a que Dorna, la promotora de las carreras de Moto GP, ha rebajado sus honorarios. Y el plan estratégico pasa por encontrar algún tipo de actividad que genere ingresos o el proyecto está condenado a sucesivas inyecciones del erario que, evidentemente, nunca se van a recuperar.
Pero la cosa está difícil por no decir imposible. La ciudad del motor es el circuito y un modesto polígono anexo (Technopark) en el que tienen su sede un puñadito de 14 empresas, dos de las cuales son de la propia DGA, y alguna sin actividad permanente. Eso es todo. La ciudad no llega ni a aldea. Aún así algo es algo porque cinco años después de la inauguración solo había cuatro empresas en el polígono.
Sería largo de explicar cómo se ha llegado hasta aquí, pero el asunto no pintaba bien desde un inicio, cuando se ejecutaron las obras constructivas con un desfase presupuestario del 40%.
Se echaron cuentas de una asistencia de público de hasta 100.000 personas en el Gran Premio de Aragón, una cifra desproporcionada que no se ha alcanzado ni de lejos. Aún regalando las entradas y sumando absolutamente todos los actos de un año la cifra récord fue, en todo el año 2016 con varias decenas de actos, 231.000 personas... Y aún así la gran noticia del año fue que perdió algo menos de un millón de euros.
Siempre se puede aducir el retorno económico para la comarca, pero las cifras que se han proporcionado nunca han resultado demasiado creíbles. En 2012, se dijo que el circuito generaba un impacto económico anual de 30 millones, una cifra a todas luces increíble que se superó por los 35 estimados en 2014. Sin embargo la misma Cámara de Cuentas emitía un informe en que calculaba el retorno económico ese mismo 2014 en 27,2 millones... Pero en cinco años, cuando Motorland ya llevaba devorados 146 millones.
Todas las proyecciones económicas se han quedado en un segundo plano y nadie parece tener ganas de hablar de ellas, sobre todo tras la llegada de la pandemia, cuando las cifras de asistencia al circuito son las más pequeñas de su historia.
El problema viene como con tantas otras instalaciones de este tipo: ya están hechas y, a todas luces, no son viables económicamente. No solo eso, si no que las pérdidas son una sangría constante del dinero de todas.
Además el negocio se basa en un espectáculo absurdo que consiste en quemar combustibles fósiles en tiempos de preocupación por la situación ecológica del planeta.
Porque hablar de futuro en el caso del polígono anexo es pensar en otro imposible tras millones de inversión para no generar empleo propio.
Es simple: aunque la Cámara no lo diga claramente se puede deducir de sus sucesivos informes que Motorland no tiene futuro ni salida posible. No es una inversión, solo es gasto y la única beneficiaria es la promotora Dorna Sports, propiedad del fondo de inversión británico Bridgepoint Capital.
Vendrán otras competiciones, pero el futuro seguramente, pasa por emprender otras carreras más provechosas, menos onerosas para el erario y menos contaminantes.