Mirada hacia atrás: recorridos, un aragonés en el Tour, Anna y el feminismo ciclista

El ciclismo hiberna de noviembre a febrero, cuatro meses largos. Me olvido de todo, sin rodillo, abandonado al sesteo de repasar vía youtuber los momentazos de cada año, y leemos historietas, biografías, sobre la historia de los maillots ciclistas, también algo de la vida y milagros de Purito Rodríguez. Llega febrero, mes loco de calor, extraño. Miro hacia atrás, volvemos a escribir...

Foto: @bicivilizados.

La Vuelta Ciclista de 2019 se presentó a finales de año, con un recorrido que saldrá del País Valenciano (País Valencià), en Torrevieja (Torrevella). Los expertos escriben sobre un recorrido clásico y equilibrado; bajo mi óptica, valoro continuidad, con pocos kilómetros de contrarreloj -unos 50, repartidos en dos etapas-, atracón de llegadas en alto (siete en total, con muritos imposibles tipo Mas de la Costa o Los Machucos) y la apuesta por una etapa clave con menos de cien kilómetros. Aparecen etapas interesantes, en Bilbo, la citada mini-jornada en Cortals d'Encamp, el doblete asturiano en La Cubilla y El Acebo, o la traca final por las sierras de Guadarrama y Gredos.

¿Y Aragón? El país tendrá presencia en dos etapas, la quinta con final en el Observatorio Astrofísico de Javalambre, y la jornada siguiente, con salida en Mora de Rubielos, en la que el pelotón descubrirá el Maestrzago histórico en su camino hacia Ares del Maestrat. Muy interesante la etapa de Javalambre, una subida inédita al denominado Picón del Buitre (1.950 metros), 12 largos kilómetros a un sostenido 7% de pendiente media, el primer gran desafío de la competición, ¿se convertirá en el Ventoux de la Ibérica Sur? En la tanda de crónicas para La Vuelta 2018 ya hicimos un pequeño repaso de Aragón y su relación con esta carrera, seguiremos hurgando en libros, referencias y búsquedas incesantes.

La 102 edición de Il Giro fue presentada en noviembre, con una propuesta en la línea identitaria de esta carrera, la cual tendrá su salida en Bolonia, con la mítica subida de San Luca, unos dos kilómetros al 10%, en una carretera que sube paralela a un espectacular pórtico. Pura esencia estética. En la noventa etapa,se desarrollará una contrarreloj en San Marino, la república más antigua del mundo. Un recorrido de los más duros de los últimos veinte años, según algunos ciclistas: más de 46.000 metros de desnivel, ¡ahí es nada! La corsa rosa deja la emoción para el final, como las buenas obras de teatro, con etapas en Pinerolo, Ceresole Reale, Courmayeur, un etapón en Como -calcado al final de Lombardía- y el tríptico final, destacando la jornada 16ª, entre Lovere y Ponte di Legno, 226 kms., salpicados con las subidas a Presolana, Salven, Gavia y el Mortirolo -a escasos 30 kms. de la meta-. Amore eterno para la carrera más bella y salvaje del circuito profesional.

Y acabamos con el Tour, la vieja dama que atrae por su pasado. Comentan que será el recorrido más montañoso de su historia, con cinco llegadas en alto y mucha media montaña. Saldrá de Bruselas, en homenaje a Eddy Merckx, ya que se cumple medio siglo de la primera victoria en La Grande Boucle del mejor ciclista de todos los tiempos. Las etapas irán de forma caprichosa, de norte a sur, en una especie de ese, concentrándose el jugo de la carrera en suelo occitano.

Este año, primero los Pirineos, tras pasar el Macizo Central, y después los Alpes. Destacamos la jornada décimo cuarta, con llegada en alto al Tourmalet, santo y seña del mes de julio; la siguiente etapa también promete, con 185 kms, encadenando Montségur, Lers, Mur de Péguère y final en Prat d´Albis. Y el desenlace en los Alpes, con un tríptico de alta montaña, muy clásico, donde destacamos la vigésima etapa, con final en Val Thorens, un puertaco de 33 kms. de ascensión. Habrá un peso moderado de las cronos, con una por equipos en la capital belga, y otra de escasos 27 kms. en Pau. ¿Qué ocurrirá? Está todo por ver.

Tradicionalmente, se pensaba que el vasco Vicente Blanco fue el primer ciclista del Estado español en participar en el Tour de Francia, allá por 1910, pero el baúl de los recuerdos es caprichoso y las investigaciones de una revista belga sacaron a la luz a un tal José María Javierre, de Chaca, quien había participado en la ronda francesa un año antes.

Había quedado oculto por su nombre inscrito en la prueba, Joseph Habière; una persona con una vida peculiar, ya que se había criado en Oloron, junto a su madre y hermanos. La vida del aragonés errante. Era 1909, el año de la Semana Trágica barcelonesa -señal de la irreformable España-, José María consiguió la “nacionalidad” francesa en 1915 tras participar en la Gran Guerra, un sacrificio que le dejó cojo. Recuperamos su memoria a través de las deliciosas páginas del libro Plomo en los bolsillos (de Ander Izagirre, 2013, pp. 51-52).

Un vistazo atrás, dejamos esta crónica con la victoria de Simon Yates. Los retazos del final de temporada me llevan al Mundial de Innsbruck, al Tirol -un país peculiar, un retazo del Imperio Austrohúngaro, fragmentado entre Austria e Italia-. Me interesa un nombre en especial, Anna van der Breggen, 28 años, que se marca un carrerón para coronarse con el oro mundial, tras una fuga de 42 kilómetros en solitario, recogiendo cadáveres, subiendo, bajando y llaneando.

Anna es una figura como pocas en el ciclismo, en mayúsculas, perseverante, le sobra clase y rasmia. La corredora del Boels-Dolmans ha ganado de todo, campeona olímpica en Río 2016, un par de Giros, medallas en diferentes campeonatos, carreras de un día, etc. En 2018 se impuso en Strade Bianche, Flandes, Flecha Valona y Lieja, y con grandes actuaciones en la Bira o La Course del Tour de Francia.

Anna combina su temporada en carretera con carreras en mountain bike. Conocida como La Plebeya, 56 kilos, un talento puro, como pocos, un referente. En un momento dulce para el ciclismo holandés que se consolida como superpotencia, con ciclistas como Annemiek Van Vleuten, Amy Pieters, Ellen Van Dijk o la incombustible Marianne Vos.

La carrera femenina nada tuvo que ver con la masculina, esta fue un auténtico tostón -las cosas como son-, con esa subida final al Höttinger Höll, que frenó todo. El debate en redes se centró en esa discriminación de género por no haber incluido ese muro en la prueba de mujeres. Hubiera sido justo, pero el desarrollo del mundial demostró que el ciclismo femenino es más libre, sin ataduras ni controles. La dureza es relativa.

Y de esta forma, nos quedan unos días para el 8 de marzo; reclamamos la bicicleta como herramienta de emancipación, aquí tenéis una buena lectura (Reinas de la carretera), para desplazarse libre, para liberar cuerpos, para reclamar un mundo libre, que contraponga y supere lo heteronormativo.

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