En un año en el que el número de personas refugiadas ha llegado a límites históricos, la brecha de la escolarización se vuelve aún más profunda en los campos. En 2016, sólo un 45% de los 6,4 millones de personas en edad escolar según el corte de ACNUR, niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años, estuvieron escolarizadas. Un dato que pone en evidencia la necesidad de facilitar la educación a quienes han tenido que huir de la violencia.
Unas cifras desoladoras que manifiestan la falta de compromiso de los Estados con uno de los derechos de la Declaración Universal de Derechos Humanos y que dificulta el futuro de estas niñas y niños.
En algunos colegios tendrán un o una profesora para 130 alumnos y alumnas. En otros, solo un libro para toda la clase. En contextos de emergencia, la imperiosa necesidad de agua, comida o un refugio urgente hace que la educación se resienta. Algo todavía más acuciante cuando hablamos de educación secundaria. Frente a un 91% de niños y niñas escolarizadas en primaria en el mundo, entre las personas refugiadas este porcentaje está 30 puntos por debajo. Concretamente, el 61% de los niños y niñas refugiadas cursan educación primaria, un 11% más respecto al año anterior pero solo un 23% llegan a la educación secundaria, cuatro veces por debajo de la media global. Un 1% llegará a la Universidad.