Mario Gros: "La generación nacida a principios del siglo XX eran los últimos depositarios de una larguísima cadena de saberes"

El artista tiene una especial relación con La Puebla de Híjar/Íxar donde ha estado investigando la música tradicional. Además, fue una de las personas que colaboró en la recuperación de la gaita de boto, una gaita tradicional aragonesa que estuvo a punto de desaparecer y caer en el olvido en los años 70.

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Mario tocando la dulzaina durante la comparsa de gigantes y cabezudos en La Puebla de Híjar/íxar. Foto: Pablo Ibáñez

Mario Gros Herrero se dedica a la música tradicional aragonesa, tanto a tocar instrumentos como a enseñarlos, como en su momento construirlos e investigar. Su dedicación profesional ahora mismo es ser profesor de gaita de boto de la Escuela Municipal de Música y Danza de Zaragoza. Ha recorrido el territorio aragonés recogiendo testimonios orales para que no caigan en el olvido y tiene una especial conexión con La Puebla de Híjar/Íxar.

En 1984 fundasteis el colectivo Biella Nuei y a partir de ahí has desarrollado una labor de investigación, ¿qué temas has investigado?, ¿cómo está la divulgación de la música tradicional aragonesa?, ¿qué acciones se pueden llevar para difundir la música tradicional aragonesa?

Cuando nosotros empezamos con la música tradicional a principios de los 80 éramos muy jóvenes. En plena efervescencia de cambios y novedades la música tradicional aragonesa era muy desconocida y faltaba mucho por hacer.

Lo primero que constatamos es que apenas había información. No había publicaciones especializadas, no había constructores de instrumentos y por tanto no se podían conseguir los instrumentos ni el repertorio. Fue todo de la mano. Simultáneamente aprendíamos a tocar, entrevistábamos a personas que nos podían facilitar repertorio e información, antiguos músicos, familiares de músicos, de gaiteros, de dulzaineros, etc… y comenzamos a construir los instrumentos que necesitábamos para tocar. No había otra manera.

En el año 1984 fundamos el colectivo Biella Nuei que hacía estas tres cosas: tocar, construir instrumentos e investigar. Durante muchos años trabajamos en la recopilación de tradición oral y especialmente con mi compañero Luis Miguel Bajén estuvimos más de una década recogiendo música tradicional aragonesa. Recorrimos gran parte de Aragón y de forma muy intensa las comarcas de Cinco Villas, Monegros y Moncayo.

Con la construcción de instrumentos también comenzamos por aquella época construyendo un salterio (tambor de cuerdas). Después llegó la construcción de gaitas de boto que era un instrumento por recuperar. Montamos un pequeño taller muy rudimentario para hacer los primeros instrumentos que fueron destinados a los grupos de dance que tenían que tocar con gaitas gallegas porque no encontraban gaitas del tipo aragonés.

Durante muchos años esta ha sido la tarea de difusión, de recopilación y de construcción. Afortunadamente en poco tiempo dieron frutos: cada vez había más grupos y más personas interesadas que se sumaron a estas iniciativas. La labor pionera y de grupos bastante reducidos se abrió a otra más extensa, profunda y continuada.

Imagino que no debe ser fácil una labor antropológica recorriendo pueblos ya que la tradición tiene peligro de desaparición por falta de transmisión o porque las personas mayores van falleciendo y eso no se guarda, no se recupera. ¿Se da en Aragón esa situación?

Bueno, es algo general. Hay un cambio importante en la cadena de transmisión: la tradición oral era el sistema básico hasta los años 60-70 y a partir de ahí va siendo sustituido por nuevas formas de comunicar. El mundo comienza un proceso de globalización, la cultura se homogeneiza, se hace más uniforme, y esto hace los elementos particulares y pequeños corran riesgo de quedar eclipsados o de desaparecer porque no haya usuarios.

Ahí surge nuestra motivación inicial: la urgencia. Esa generación de personas que habían nacidos a principios del siglo XX eran los últimos depositarios de una larguísima cadena de saberes que englobaban no solo la música sino los cuentos, la literatura oral, los romances… pero también los oficios tradicionales, las técnicas agrícolas, el vocabulario o la lengua. Comenzamos trabajando en método ensayo-error, probando metodologías para acercarnos a las personas que nos podían informar. Poco a poco fuimos depurando la técnica y pudimos tener una cierta facilidad para recoger todo ese material oral.

El Archivo de Tradición Oral de Aragón (ATOA) lo iniciamos con Luis Miguel Bajén, quien continúa con la recopilación en la actualidad. La mayor parte del archivo oral puede consultarse en línea en la página SIPCA del Gobierno de Aragón. Fuimos pioneros en hacer este trabajo de recopilación sistemática en Aragón y en poco tiempo fueron muchas las iniciativas que se sumaron en la misma línea.

Nosotros apostábamos por recoger la tradición oral porque creíamos que tenía un gran valor para el presente. Por supuesto un interés musicológico y desde el punto de vista de la creación sonora. También un interés filológico y lingüístico. Y un indudable valor educativo: repertorio infantil, cuentos, retahílas, trabalenguas… Además, profundizar en el componente identitario en una época de identidades muy difusas creíamos que era un elemento positivo para estimular el arraigo al territorio. La despoblación tiene mucho que ver con esta falta de conocimiento y, por tanto, aprecio de lo propio. Es importante habitar un territorio con el que te sientas implicado, donde residan tus recuerdos y sentimientos. Estas eran las ideas que nos impulsaban en aquel momento.

La Marca de Ifigenia es un grupo que tiene algo de especial…

La Marca de Ifigenia es un grupo familiar. Empezó como un juego con Concha Breto (su pareja). Unos amigos que tienen casa en Villanúa nos sugirieron participar en el festival de música callejera que se organiza allí cada año. Fue una excusa para montar unas canciones que teníamos dispersas y viajar allí con un montón de instrumentos curiosos. Era 2012 y nuestros hijos Martín y Marina, que tenían entonces 17 y 12 años, quisieron participar en el proyecto.

La Marca de Ifigenia es un divertimento y, a la vez, una especie de sueño tocar con nuestros hijos sin haberlo forzado. A veces personas del público nos dicen exactamente lo mismo: que lo que más les gusta del grupo es ver que somos una familia que tocamos juntos. En definitiva, una pequeña aventura, un juego para disfrutar.

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Mario Gros tocando la dulzaina junto con su hijo Martín en la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de La Puebla de Híjar. Foto: Pablo Ibáñez

¿Cómo has vivido personalmente todos estos años de búsqueda y de preparar instrumentos? Hace poco fuiste pregonero en La Puebla y también te hicieron un homenaje en el Centro Cívico de La Almozara.

Sí, esto último fue por el colectivo 20 d’abiento que organiza un encuentro de gaiteros cada año en La Almozara. Son cosas que hacen mucha ilusión. Aunque por una parte echa un poco para atrás -¡que soy todavía muy joven!- también impulsa para seguir trabajando con ilusión.

Y lo de ser pregonero en La Puebla no lo esperaba en absoluto y me hizo una enorme ilusión. Desde ese momento he asumido una responsabilidad extra para trabajar por el pueblo en la medida de mis posibilidades y de mis fuerzas.

Hablando de La Puebla de Híjar/Íxar, ¿qué me podrías decir de la música tradicional: canciones, romances…?

La Puebla es un lugar bastante especial. La presencia del ferrocarril o la azucarera han hecho que sea un pueblo con industria, dinámico y moderno muy tempranamente. Así que ha habido gente de muchas procedencias que se han integrado en un pueblo particularmente abierto y acogedor. A veces pensamos en la tradición como algo inmóvil y fijo. Yo llevo más de treinta años vinculado a La Puebla y he comprobado como las tradiciones vivas van evolucionando. Como dijo Gustav Mahler: “Tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas”. Hemos visto como ha cambiado la Semana Santa o las fiestas de agosto. Hemos visto como los protagonistas de las tradiciones son las personas que las usan y adaptan. Esto me gusta mucho de La Puebla de Híjar: la capacidad para, de una forma muy natural, integrar, adaptar y crear colectivamente.

¿Qué me podrías contar concretamente sobre lo que has trabajado sobre la gaita de boto?

La gaita de boto me apasionó desde que la conocí por que es muy diferente a otros modelos de gaita del mundo. A principios de los años ochenta estaba casi desaparecida y para unos jóvenes románticos como éramos nosotros en aquel momento esto era muy atractivo. Al principio utilicé mi formación como ingeniero para coordinar el primer taller de construcción en 1985 y a partir de 1991 me dediqué profesionalmente a la fabricación de instrumentos tradicionales aragoneses. Aunque en 1994 comencé a dar clases de gaita en la Escuela Municipal de Música y Danza de Zaragoza, compatibilicé la docencia con la artesanía musical hasta 2010. En 2011 editamos junto a Rafael García Hermoso el primer método de gaita de boto aragonesa.

¿Quién era Simeón Serrate y qué relación tuvisteis?

Con algunos informantes (la palabra es un poco fea, pero es como llamamos a las personas que nos transmiten la información) tenemos una relación muy estrecha. Hay auténticos especialistas: personas que narran muy bien, que tienen una excelente memoria o que conocen un amplio repertorio de canciones. Una de ellas fue Simeón Serrate Mayoral de Castejón de Monegros. Había sido pastor y era cantante a son de gaita tradicional, quizás el último que practicaba este especial estilo en Aragón. Tuvimos una relación muy estrecha. Era hijo de gaitero pero no pudo continuar el oficio porque su padre acabo tirando la gaita al fuego. Acabamos regalándole una gaita cuando ya era bastante mayor. Grabamos un disco con su peculiar e interesantísimo repertorio de romances a son de gaita, un estilo muy antiguo que desapareció a principios del siglo XX y que solo él recordaba. Simeón nació en 1913 y falleció en 2011.

¿Cómo está la tradición en las Cinco Villas y en el Moncayo?, ¿qué legados has recogido?

Antes de empezar a grabar con intensidad Luis Miguel y yo visitamos a Joaquín Díaz en su caserón-museo de Urueña (Valladolid). Joaquín es un pionero, maestro y referente para este tipo de trabajos. Él nos aconsejó que grabar todo lo que pudiéramos porque nuestra tarea es ser fedatarios. Así que íbamos a las fiestas y grabábamos todos los elementos sonoros que podíamos. Y después en las casas preguntábamos siguiendo el ciclo del año y el ciclo de la vida. Nuestro criterio cambió: ya no íbamos buscando curiosidades o singularidades sino que intentábamos saber cómo vivían esas personas, cómo organizaban su vida en comunidad.

¿Cómo se mantiene la tradición oral en esos lugares?

Pues pasa como en La Puebla de Híjar: el mantenimiento de la tradición oral tiene que ver con la globalización y la despoblación. En muchas localidades la falta de vecinos o el envejecimiento trae consigo la dificultad de mantener muchas costumbres. En cambio, hay otras que se mantienen con especial pujanza, por ejemplo el dance, que en comarcas como el Moncayo o Monegros son un estímulo para la participación de los más jóvenes.

(Entrevista realizada previa a la declaración de pandemia por COVID-19)

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