No me gusta complicarme en el seguidismo de las noticias y siempre prefiero hacer valoraciones más generales que dejarme arrastrar por las olas mediáticas, pero he de reconocer que lo de Tamames me puede.
Pescar en la cesta de los recuerdos, para intentar deslegitimar al contrario, es un viejo truco que conoce cualquier político del tres al cuarto.
Escoger a un antiguo icono de las izquierdas para desautorizarlas, servirá de algo para quienes solo se queden con el trazo gordo, pero a los demás no nos la dan con queso.
Tamames siempre fue un segundón en el "partido" y, al igual que otras personas que se tenían en alta estima a sí mismas, siempre consideró injusto que no le llamaran para los más altos destinos, de esto tenemos muchos ejemplos a todos los niveles, en todos los territorios y en variados ámbitos.
Si fue sospechoso de estar en las listas de los nominados para entrar en el gobierno de "Salvación Nacional" del 23F, igual que otros notables de izquierda, tampoco se despeinó a la hora de apoyar al CDS (el remedo de la UCD que quedó en nada, como otros tantos partidos del centro post transicionarios). Es decir, que como los socialistas que apoyan a Ayuso, que de izquierdas les ha ido quedando cada vez menos. Conversos siempre los ha habido y suelen ser los más entusiastas a la hora de mostrar su nueva fe, también en los medios de comunicación y en algún partido de derechas pasa, en todos los sitios cuecen habas.
Así que el discursito de que hasta un afamado independiente e histórico de izquierdas abomina de este "ilegítimo" (Vox dixit) gobierno, no cuela, a otro perro con ese hueso.
¿Porqué lo hacen entonces? pues básicamente para hacer ruido, para dar que hablar, que es lo que este partido busca siempre (eso sí, que tengan cuidado con lo que pueda decir este hombre, que a estas alturas ya se ve que va mucho por su cuenta).
Lo que me preocupa de éste caso es a quién puede ir destinado el mensaje de ésta jugada, pues ahí sí que se está pescando en aguas revueltas.
La mayoría social a la que, con mayor o menor fortuna, este gobierno sí que está intentando beneficiar, sigue sin ser consciente de sí misma; y si esto no es nuevo, sí que es preocupante el auge que está tomando. Ahora el discurso anti establishment cala mucho en nuestra sociedad, totalmente influenciada por el efecto "cuñado" y el discurso de "barra de bar", que son alimentados por unos medios de comunicación totalmente de derechas y unas redes sociales plagados de "fakes" y de mensajes de odio. Me temo que esta batalla ya la damos por perdida.
El gobierno sabe que las buenas cifras y la objetividad están desprestigiadas ante el mensaje facilón que negativiza la acción política. Votar a los que se jactan de ser "políticamente incorrectos" es autodestructivo y va contra la sociedad que tanto ha costado poner en pie.
Es fácil ser despreciativo con el diferente, con feministas, ecologistas, inmigrantes, homosexuales, políticos y con ese vecino sindicalista que "quien se creerá que es".Sin embargo, estos esquiroles sociales, no dicen no al convenio que los beneficia cuando critican a los que han hecho huelga.
No se pronuncian, o tildan de vagos, a los funcionarios y a los sanitarios cuando se movilizan para defender lo público, y se quejan luego de listas de espera o de mala atención.
Sí, el voto de cada ciudadano vale lo mismo, y esa supuesta desventaja inicial para los poderosos, es convertida en un sustrato que mantiene (manipulación de la opinión pública mediante medios propios) una base electoral que socialmente nunca debería tener la derecha.
Cuando una gran parte de esa masa social desposeída vota a quienes les perjudican objetivamente con su labor política y empresarial, la izquierda se queda perpleja y no sabe que discurso utilizar para llegar a las mentes de ese enorme sustrato desclasado.
Sí señores, que hay mucho pobre de derechas y mucha mala leche en este país, y encima con la llegada de la ultraderecha aún vamos a peor.
La desmoralización cunde, la desmovilización, la pérdida del referente de lo que se llamaba, en tiempos, "partidos de masas"es arrebatado hoy por los neoliberales ultra radicales de maneras "libertarias" (a la americana) lo que nos está llevando a abandonar el campo político y, si lo hacemos, estamos dejando expedito el camino para la destrucción total del Estado del Bienestar que, realmente, nunca se ha llegado a lograr totalmente.
Vamos para atrás.
Tomemos la sanidad y veamos como, tras las incursiones liberales, como ha quedado, por ejemplo, en el país que más luchó por implantarla tras la Segunda Guerra Mundial, la Gran Bretaña. Hoy, el National Health Service (NHS) ya no es sino una pálida sombra de lo que fue.
Y ahora: a por las pensiones (por cierto, los votantes de derechas del colectivo pensionista no está devolviendo el 8% que les ha reconocido éste gobierno, o al menos el 7,25%). Nos convencen de que no son sostenibles, porque no se atreven a afrontar una fiscalidad que reparta justamente una riqueza que, cada vez es mayor pero, a su vez, está peor repartida que nunca.
En nombre de la Libertad se están pergeñando las mayores barbaridades, usándola en cualquier momento una persona que, tras la gestión de la pandemia en los geriátricos, debería estar, como mínimo calladita (y cada día tiene más adeptos y, lo peor, entre las clases más populares); sí, será la libertad en el sentido de "una, grande y libre" supongo.
Sería muy largo analizar punto por punto cuantos aspectos de la vida cotidiana están siendo modificados para beneficiar más a los que más tienen, para eliminar derechos, para controlarnos y explotarlos más; pero voy a concluir diciendo lo que un amigo muy querido, que no es precisamente un intelectual de izquierdas, sino un obrero de los machacas de toda la vida: "El obrero que vota al partido de su patrón es un imbécil". (Yo añadiría, en el sentido griego clásico del término).
Así que no nos escandalicemos de la operación Tamames, lo que tenemos que hacer es pelear de cara a las siguientes elecciones y en todos los movimientos sociales.
Todavía seguimos siendo más y no tenemos que hundirnos en la desesperación de lo aparentemente inevitable: apoyo mutuo, retomar el espacio público, debatir, analizar sin descanso es una necesidad social.
Nos jugamos mucho.
El futuro lo hemos de construir nosotros o alguien lo hará, de hecho, ya lo están haciendo.
Ánimo y adelante compañeros.